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La dragona trató de explicarles a aquellos estúpidos humanos lo que había pasado, pero fue imposible. Finalmente, hastiada, optó por echarse una pequeña siesta para recuperar fuerzas ante la atónita mirada de Astrid e Hipo. Durmió más de lo que le hubiese gustado, dadas las circunstancias, pero también pensó que era lo mejor: les esperaba un largo viaje y era mejor estar preparada. Para cuando despertó, el campamento estaba ya recogido y ambos humanos esperaban impacientes, elaborando teorías sobre qué podría haber pasado. Se desperezó y comió a toda prisa un poco de pescado que le habían dejado preparado. Apenas tuvo el último pedazo en la boca, les indicó que quería que se subiesen sobre ella. Por suerte, aquello sí lo entendieron y se dieron prisa en acomodarse sobre su lomo.

Se arrepintió en el mismo momento en que despegaron.

Hipo y Astrid se pusieron a gritar y a moverse de la emoción de volver a montar sobre un dragón después de tanto tiempo. No es que pudiesen llegar a desviar su rumbo, pero sí que era como tener a dos moscones volando sobre sus narices. Por un momento pensó incluso en ponerse panza arriba y dejar que la gravedad hiciese el resto, pero luego recordó que necesitaba su ayuda para encontrar a Desdentao. Inspiró hondo un par de veces, les dio un gruñido de advertencia que captaron a la perfección y siguieron su camino en silencio.

Furia se dejó guíar por aquel sentimiento que la atraía hacia el alfa y durante unas horas sólo vieron agua por todas partes y diminutos riscos que sobresalían esporádicamente sobre su superficie. De vez en cuando, aprovechaban alguno de ellos para descansar antes de continuar su viaje. Finalmente, llegaron a unas tierras totalmente nuevas para ellos. Hacía frío y estaba todo nevado. Además, tuvieron que elevarse para sortear las escarpadas montañas que les bloqueaban el paso, helándose hasta los huesos.

Para cuando pudieron descender, vieron a lo lejos un fiordo, totalmente congelado, con una ciudad en uno de sus laterales. No quisieron acercarse más hasta haberse repuesto un poco del viaje; a fin de cuentas, no sabían nada de los lugareños y tampoco sabían cómo reaccionarían ante un dragón que, de pronto, aterriza ante sus ojos.

No tardaron en encontrar un riachuelo con una capa de hielo lo suficientemente pequeña como para poder romperla con facilidad, situado junto a una pequeña arboleda ideal para montar el campamento lejos de miradas indiscretas.

Nada más desmontar, Furia se sacudió, bebió con ganas en el riachuelo y levantó el vuelo sin decir una palabra. Necesitaba encontrar algo de comida de verdad.

Hipo y Astrid se miraron un poco desconcertados y se encogieron de hombros.

Montaron la tienda, encendieron un pequeño fuego y cocinaron algo mientras esperaban el regreso de la dragona.

Hipo, sentado cerca del fuego para retener algo de calor, miraba distraído su mapa, intentando situar aquella isla (¿o tal vez era un continente?) en él.

—¿Qué opinas? —preguntó Astrid desde el otro lado de la hoguera.

—Bueno, hemos estado viajando dirección este... creo... al menos la mayoría del tiempo, así que probablemente estemos por... ¿aquí?

—No me refiero a eso. Crees... —No sabía muy bien cómo decir aquello—. ¿Crees que nos podemos fiar de ella?

—¿De Furia? Sí, creo... es decir, ¿por qué no íbamos a hacerlo?

—Bueno... ella es distinta, ya sabes. Nunca ha tenido jinete, no confía en las personas...

—Y aún así nos ha traído hasta aquí.

—Sí, pero tampoco sabemos con qué propósito, y hace ya varias horas que se fue. No sabemos nada, Hipo.

—Te equivocas. Sí sabemos algo. —Hipo se levantó para sentarse al lado de Astrid. —Recuerda que los furia nocturna no pueden sobrevivir durante mucho tiempo en el frío y, más importante todavía, se enamoran una única vez en la vida. Algo le ha pasado a Desdentao, sea lo que sea, y Furia está poniendo su vida en peligro e incluso está haciendo el esfuerzo de traernos con ella, y todo para ayudarle. Si no confías en ella, confía en su amor por Desdentao.

Luna de miel a la vikingaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora