6.

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—Bienvenidos al bosque encantado —dijo Elsa cuando, un par de días después, alcanzaron los monolitos de la entrada.

Los vikingos no pudieron reprimir un escalofrío al cruzar la linde del bosque.

—¿Cómo vamos a encontrar a tus amigos aquí? Parece un bosque muy grande y dijiste que eran nómadas.

—¡Oh! No te preocupes por eso.

Elsa silbó y, unos instantes después, una ráfaga de aire que parecía tener vida propia les revolvió el pelo y los ropajes, emitiendo un sonido muy agudo.

—¿También tienes magia de aire? —preguntó sorprendida Astrid.

—Os presento a Galerna, el espíritu del aire —contestó Elsa, riendo—. Galerna, ¿sabes por dónde están los Northuldra?

La ráfaga de aire se agitó y silbó.

—Ya veo. De acuerdo. ¿Te importaría ir y avisarles de que vamos para allá?

Galerna se agitó todavía más.

—Gracias.

Y la ráfaga de viento se perdió, dirección norte.

—Vaya... eso ha sido una pasada —dijo Astrid fascinada—. No esperaba que fuesen así los espíritus, la verdad... Estoy deseando conocer al resto de espíritus.

—Los conoceréis en cuanto lleguemos. Excepto Galerna, el resto deberían estar con los Northuldra, protegiéndoles. No es que Galerna no sepa defenderlos, pero es la más rápida de todas y es más útil como vigía y mensajera.

—¿Crees que seguimos estando en peligro? —preguntó Hipo.

—Creo que vale más ser precavidos. No sabemos lo que está pasando en Arendelle y, aunque no creo que llegasen a encontrar a los Northuldra en su propio bosque, no está de más tomar medidas, por si acaso. ¿Qué? — dijo de pronto, incómoda ante la mirada de Astrid.

—No, nada... —contestó la vikinga, sonriendo y cogiéndole la mano—. Seguro que fuiste una reina estupenda.

Elsa no supo qué contestar y sonrió agradecida, sintiendo una agradable sensación en el estómago.

* * *

—Deberían estar por aquí —dijo Elsa unas horas después.

Estaban en una zona del bosque muy espesa, con altos matorrales que les rodeaban y les bloqueaban la visión.

—¡Elsa! —dijo alguien de pronto, a sus espaldas.

—¡Ah!

Astrid, asustada ante la repentina presencia de un muñeco de nieve, reaccionó sin pensar y le dio una patada en la cabeza, mandándola por los aires a los brazos de Hipo, que se quedó mirándola, extrañado.

—¡Hola!

Sorprendido al ver que hablaba, le lanzó la cabeza a Astrid.

—Vosotros debéis de ser los compañeros de Elsa que comentaba Galerna.

Astrid le devolvió la cabeza a Hipo con un "¡yo no lo quiero!".

—Espero que os sintáis cómodos en el bosque. Es un poco frío, pero sus gentes son muy cálidas.

Hipo se la devolvió de nuevo, con un "¡yo tampoco!".

Elsa atrapó la cabeza en pleno vuelo y la devolvió a su sitio.

—Chicos, os presento a Olaf.

—¿Olaf tu amigo? —preguntó Astrid con los ojos como platos—. ¡Nunca dijiste que fuese un muñeco de nieve!

Luna de miel a la vikingaWhere stories live. Discover now