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A la mañana siguiente desperté sin Alexander a mi lado.

Debió irse temprano por el detalle que tuvimos anteriormente con Meg, aunque aceptaba a mi novio, realmente no queríamos problemas.

Y mucho menos por lo que pasamos.

Algunas veces, realmente deseo que todo esto jamás hubiese pasado, los ángeles y arcángeles.

Pero luego, observo a Alexander y mi vida comienza a tener sentido, él es el primero chico del cual me he enamorado.

Él... es mi primer amor.

Siento que, si no lo hubiese conocido, me sentiría completamente sola, y realmente, ya no deseo sentirme así.

El día transcurrió con normalidad, salí con mi tía de compras, cosa que llevábamos un largo tiempo sin hacerlo.

Al final de este largo día, terminamos exhaustas, en medio de la plaza comercial.

—Así que... – se sienta Meg. – ¿Cuánto llevas con Alexander?
—No mucho, realmente. – me senté. – Pero siento como si fuesen años...
—Me agrada. – sonrió. – Enserio, pero tiene esa imagen de... chico misterioso.
—Y lo es. – sonreí.
—Y apuesto...
—Lo sé. – morí mi labio. – Pero también es lindo y me trata tan bien...
—No lo dudo. – toma mi mano y la miro. – Esos chicos son los que valen la pena...

Yo tan solo sonreí y miré hacia adelante, pero lo que vi me dejó completamente alerta.

Alguien nos observaba desde la oscuridad de un pasillo.

Los ojos rojos lo delataban.

Era un demonio.

—Debemos irnos. – dije.
—¿Por qué? – dijo Meg.
—Solo... vámonos...

Me puse de pie y tomé a Meg del brazo, haciendo que se levante y camine detrás de mí, o, mejor dicho, que corra detrás de mí.

Mientras más corríamos, más veía esos ojos rojos por doquier.

Los demonios nos seguían por todo el centro comercial.

—¡Arella!

Yo ignoré a Meg y seguí huyendo, pero nada los detenía.

Tras correr por un largo rato, logramos salir de ese lugar hacia el estacionamiento subterráneo.

—¿Qué sucede, Arella?
—¿Dónde quedó él auto? – la miré, algo desesperada.
—Hacia allá. – señaló hacia adelante.

Tomé de nuevo su brazo y la llevé hacia el auto, pero el camino parecía alargarse aún más, impidiendo que llegáramos a nuestro destino.

—No entiendo... – dijo Meg, deteniéndose.
—¿De qué hablas? – me detuve y la miré.
—El auto debería de estar aquí. – dijo, mirando los autos.

Algo extraño sucedía, el camino se repetía con cada paso que diéramos.

Es como si nunca avanzáramos y quedáramos estancadas en la misma línea de autos en este enorme estacionamiento.

—Ella... – dijo, mientras observaba algo, asustada.

Yo seguí su mirada, girándome poco a poco hasta estar cara a cara con un gran demonio.

La oscuridad emanaba de él de una forma tan tenebrosa, sus ojos eran tan rojos y brillantes.

Yo le calculaba unos dos metros de altura.

Sus garras son tan enormes y sus dientes tan afilados, que podrían devorar a sus presas sin dificultad alguna.

Di unos pasos hacia atrás, viendo como abría poco a poco su boca, mostrando sus enormes dientes.

Hasta que gritó.

Tomé el brazo de Meg y la hice correr.

—¡Corre, Meg!

Ambas corrimos sintiendo las grandes pisadas de aquel oscuro demonio, hasta llegar al ascensor.

Lo único que pude hacer fue oprimir los botones con tanto miedo y adrenalina, viendo como la criatura se acerca cada vez más a nosotras.

—¡Arella! – gritó Meg.

Y en ese momento, las puertas se cerraron justo cuando el demonio estaba por llegar.

—¡¿Qué rayos era eso?!

Yo no respondí, tan solo me deslicé por la pared, hasta llegar al suelo.

—¡Arella! – se agacha a mi altura. – ¡¿Qué era esa cosa?!
—Yo...
—¡Responde, Arella!
—¡Un demonio! – la miro y ella se sienta frente a mí.
—¿Un... qué?
—Un demonio... – tomo sus manos. – Un demonio que quiere asesinarme...

Mis ojos comenzaron a humedecerse, pero traté de respirar con normalidad, calmando mis ganas de llorar, no podía verme mal frente a Meg, debía verme fuerte, todo por ella.

Justo en este momento, las puertas se abrieron y ambas salimos con prisa.

—Debemos llamar a la policía...
—No. – la detuve y me miró. – Los asesinará si se acercan.
—Es lo correcto, Arella. – dijo y corrió hacia un guardia de seguridad. – ¡Señor!
—¡Meg, no!

Pero el guardia tan solo la miró.

—Necesito reportar un... loco que... – me mira. – Nos quiere asesinar...
—Meg...

Dije, viendo como los ojos del guardia cambiaban de color y él comenzaba a tener una especie de... espasmos.

Ella volteó a verlo y retrocedió.

—Debemos irnos.

Tomé su brazo y ambas corrimos, giré mi rostro y realmente no sé si fue buena idea, pero pude ver como todas las personas que se encontraban en este lugar comenzaron a transformarse en demonios aterradores que tenían una sola misión.

Asesinarnos.

Meg y yo corrimos hasta llegar a un pasillo sin salida.

—Arella... – dijo Meg, haciéndome voltear.

Frente a nosotras se encontraban alrededor de cincuenta demonios hambrientos, los cuales nos tenían acorraladas, sin escapatoria alguna.

Este era nuestro fin.


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[COMPLETA] ✓ ARCÁNGEL: La Maldición de los Caídos I [SAGA: ARCÁNGEL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora