5. Mándale un mensaje

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JENNA

Al abrir la puerta de mi habitación me dejé caer sobre mi cama soltando un largo suspiro. Miré la hora. Nueve, treinta de la noche.

Me decidí en llamar a Doris. Le dije que hablaríamos por Skype por la tarde, pero con todo lo que pasó no tuve tiempo de mandarle un mísero mensaje de excusa. Debía estar furiosa y preocupada.

En la pantalla de mi móvil la imagen comienzó a cargar y decidí ponerlo entre mis libros para cuando Doris respondiera. Mientras la llamada entraba en curso esperando la respuesta de la susodicha, me dispuse a moverme por mi habitación y acomodar algo del desorden mientras buscaba un pijama entre mis cajones.

Al cuarto repique la imagen en mi teléfono mostró una Doris a oscuras. Su cabello rojizo apenas se veía en dicha penumbra, sin embargo, sabía que era ella.

—Vaya, vaya, miren quien se ha dignado a llamar a su mejor amiga. —resonó el sarcasmo de Doris por mi habitación. Pasé cerca de la pantalla del teléfono poniendo mi mano para saludarla mientras continuaba arreglando mi cuarto.

—Hola para ti también, ingrata. —dije cambiándome de ropa unos pasos al lado del celular evitándole verme.

-—Ingrata tú al no valorar que me dignara a contestarte. —me refutó desde la otra línea. Y aunque no la estaba viendo podía jurar que de seguro había puesto los ojos en blanco.

—Y bien, ¿Qué ha sido más importante que yo como para mantenerte tan ocupada toda la tarde?

—Pues... —dije acercándome a mi móvil para darle mejor vista de lo que traía puesto.

Sí, voy a dormir con el suéter de Liam.

¡No me juzguen! No es por lo que creen, es simplemente por tenía frío y la era la más calentita.

"Sí, claro."

Tú cállate, cerebro.

—Hoy ha sido un día agitado y si quieres que te cuente mejor, deja esa actitud y acomódate en tu camita, esto nos tomará hasta las once. —agregué sentándome de piernas cruzadas en mi cama. Doris me miró con intriga y asintió, se acurrucó en sus sábanas y yo comencé a contarle todo lo que había pasado con lujo de detalles.

—¡OH DIOS MÍO! —chilló cuando terminé de contarle— ¡NO ME LO PUEDO CREER! —dijo tan estruendosa a través de mi teléfono que temía que su voz se escuchara en el cuarto de mi madre.

—Shhh... Baja la voz, ¿Es que acaso quieres despertar a tus padres y a la mía? —dije conteniendo una risita.

—Es que estoy que no me lo creo, es decir, sabía que estaban llevándose bien pero no tanto así —me contestó toda inquieta—. Quién diría que el cuatrojos ese podía llegar a ablandar tu corazón de piedra. —comentó con una risita coqueta.

—¿Qué dices? Por Dios Doris, apenas lo conozco y ya crees que me enamoré o algo así. —dije con algo de gracia.

—Jenna, Jenna, Jenna. —dijo meneando su cabeza como si yo no tuviese ningún remedio.

—¿Qué?

—Eso dices porque al parecer has olvidado quién soy, pero créeme que se más de lo que sientes y piensas que tú misma, bebé. —me miró con algo de arrogancia.

—¿Cómo esta tan segura la señorita Doris #Psicóloga? ¡Ilumíneme! —exclamé burlona.

—¿Enserio quieres no dormir esta noche pensando en cómo sé lo que piensas? Pues bien, como quieras amiga —dijo canturreando—. Primero que nada, estás atraída físicamente por él, por lo que me dijiste, Liam está muy bueno y eso me recuerda a cómo pones la cara cuando vez a un chico en las series de Netflix, la cual estoy un ciento diez por ciento segura que pusiste al verlo; Segundo, esa sudadera obvio es de él porque tú tienes en tu guardarropa 10 sudaderas y ninguna es igual a esa; y desde que comenzamos a hablar has olido o jugado de manera disimulada con el suéter.

A través de tu mirada.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora