|XV: DERIAN|

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|Derian|

No quería oír los lamentos a través de la puerta, con los suyos eran tan suficientes como para matarla. Aún así se sentía terrible al dejar llamados sin contestar.

—Por favor, fueguito, no te enfades conmigo.

El aprecio que le había tomado a Eloise Pussett era mucho mayor al que ella creía alguna vez que le tomaría. El cariño y afecto se disputaban con el de Gemma, a quién ya casi ni recordaba con nitidez. Y le dolía ignorarla de esa forma. Le dolía porque era lo único real allí.

Los primeros días de hace tres meses atrás fueron infernales, Runa Bridgerton apenas podía mirarlo de reojo, aunque a veces debía hacerlo a la fuerza ya que sus clases con él no iban a ceder y, mucho menos, Tom Riddle iba a dejar de ser tan exigente respecto a su enseñanza. Riddle constantemente aprovechaba pequeñas situaciones para intentar sacar algún tema de conversación externo a sus clases, pero Bridgerton tan solo lo ignoraba y a veces solo se limitaba a responder con un simple o no, dependiendo la pregunta.

Sus lecturas silenciosas y sus acompañamientos más que cálidos y hogareños se esfumaron esa misma tarde de verano. Runa Bridgerton no confiaba en él, y Tom Riddle lo sabía. Sabía que había echado a perder lo bueno–aunque era escaso–de su relación, y sentía un vacío tan grande ante la pérdida como la muerte más cercana.

Pasada una semana, la huésped comenzó a hablarle a Eloise Pussett. Sabía que no era culpa suya, que estaba obligada a no decir ni una palabra sobre quién era el monstruo que la secuestró, pero le dolía. La mujer sabía quién era, sabía lo que él era y nunca tuvo indicios de querer informarle, independientemente si temía por la ira de Tom Riddle o no, Runa Bridgerton creía que habían desarrollado una amistad la cual se vio afectada por una traición.

Le dirigía la palabra a la ama de llaves solo si lo creía necesario, ya sea para anunciar que no bajaría a cenar–lo cuál hacía con bastante frecuencia al intentar evitar al dueño de la estancia–o solicitar ciertas cosas, como lo fue un violín. Era consciente de que no querría cumplirle el "capricho" de darle un violín, dadas las circunstancias. Luego de aquella discusión en la que Bridgerton decidió creer que Tom Riddle estaba muerto, la dureza de él hacia ella había incrementado, dándole horas extras de clases con la excusa de que el único propósito que tiene para Runa Bridgerton es el manejo excepcional de la magia oscura. Pero finalmente cedió ya que la mayor parte del día se encontraba encerrada en su habitación, quizás leyendo algún libro que robó a mitad de la noche.

Y, aunque no era la mejor interpretando tales piezas con el instrumento, apostaba demasiado sentimiento cada que lo sostenía y hacía vibrar sus cuerdas acorde las partituras en su cabeza. Su madre era, para ella, la mejor violinista de todo el mundo, recordaba las noches que no dormía por intentar siquiera estar a un nivel inferior al de su madre, pero le era muy difícil. Desde que Rose falleció, junto con Unax, su padre, le fue imposible siquiera ver el instrumento a unos metros de sí, la rompía en miles de pedazos sentir a su madre tan cerca y tan lejos a la vez. Por muchos años, antes del trágico accidente, el violín fue su medio para sanar sus problemas, poder liberarse gracias a este era un privilegio que, desgraciadamente, no muchos podían obtener. O no apreciaban.

El hecho de estar tan destrozada le dio paso a necesitar tener el violín entre sus manos y poder acariciarlo con la yema de sus dedos mientras sanaba completamente. La primera vez que lo vio, después de mucho tiempo, fue cuando volvía de una de sus clases con Tom Riddle. Había dejado que se retire del salón apenas acabó la clase, decisión que no tomaba desde hace mucho tiempo; cuando Runa Bridgerton finalizaba sus clases antes del tiempo previsto, su raptor le obsequiaba ejercicios hasta que las horas lleguen a las estipuladas. Pero esa tarde que llegó a su habitación, exhausta por toda la energía perdida, vio sobre el edredón un estuche con un sobre azul claro firmado con verde.

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