—¡Me cago en todo!— gritó con furia el Español.
Habían comenzado a jugar Uno después de la pelea y conforme el tiempo pasaba el de habla hispana iba perdiendo y acumulando cartas. Ahora, contaba trece.
—Chupa dos, Spain— dijo el estadounidense con gran ánimo.
Español tomo dos cartas, sumando quince, y se quedó callado. Canadá y Francia jugaron su turno y Reino Unido cantó: ¡UNO!. Ya eran más de las seis de la tarde por lo cual el canadiense y su hermano hicieron un acuerdo silencioso de jugar esta última partida y volver a casa.
—¡Chupa cuatro!— el estadounidense dejo un +4 en la mesa.
—Lo siento, Canadá, me caes bien— y España dejo un +2.
Así fue el panorama del último juego: +4, +2, +2 y un +4. Reino Unido, con mucho disgusto, tomo doce cartas. Terminando el juego, Francia tiro un 2 rojo, cantó: ¡UNO! y tiró un 3 rojo. Ganado.
—Bueno familia, aquí nos retiramos— ambos hermanos se levantaron y acomodaron sus prendas para abrazar a sus padres y (simbólicamente) su tío.
—Oww, vengan aquí mis criaturitas— su madre les dio un fuerte abrazo a ambos —¿Saben? Deberías traerme a mis nietos algún día, ya extraño sus caritas—.
—Como digas, mamá— ambos le dieron un fuerte abrazo y salieron de la casa.
-Tengo sueño- pensó el estadounidense bostezando y cerrando los párpados.
Algunas veces le pasaba, digo, el estar bien y de la nada que le entre el sueño enseguida. Comenzó a cabecear en el camino al auto y después de entrar al auto, acomodarse en el asiento y ponerse el cinturón, colocó su cabeza en este y cerró sus ojos.
--¿USA?-- su hermano, después de acomodarse en el asiento, cerrar la puerta, ponerse el cinturón y encender el motor del auto, decidió llamarlo para ver como estaba.
El ver a su hermano menor descansando contra el cinturón una sonrisa de ternura se formo en su rostro, ver a su hermano tan tranquilo y relajado con todo lo que le está pasando era simplemente encantador.
«Se ve como ese venado» pensó, volviendo la mirada al frente para sacar el freno de mano. Hace un año, quizás menos, había ido a cazar solo, simplemente un rato. Encontró un venado en el claro del bosque, se le hacía cada vez más normal ver animales fuera de su habitad natural o hasta en la carretera, pero el no iba en ese momento a observarlo precisamente. Lo siguió un rato hasta quedar con el camino libre de escapes y con buenos escondites para un animal, espero un rato y coloco la munición en el cargador.
«quieto...quieto...» pensaba mientras apuntaba al animal.
Entonces, diviso que un oso empezaba a acercarse al animal y este empezó a retroceder hasta caer hacia atrás tropezando con una roca y quedar en el suelo, indefenso. El animal estaba en sumo peligro, tenía a un depredador frente a él y un arma cargada que apuntaba a su cabeza. Pero aún así, estaba sentado, esperando su muerte. Estaba tan tranquilo, tan calmado mientras el peligro le rodeaba.
Y Canadá le disparó al ciervo. Y corrió a casa de su hermano.
«Aún no puedo creer que te compre con el ciervo en ese momento» pensó, doblando en la segunda salida de la rotonda y entrando en la ruta «pero me alegra haberlo hecho. O si no, no hubiese ido corriendo con México a la camioneta y acelerado para llegar a tu casa, derribar la puerta y sacarte de ahí».
—Canadá...— susurro su hermano entre sueños. Canadá sostuvo su mano, la cual temblaba, y pensó que a lo mejor se trataba de una pesadilla —...gracias...— y se volvió a dormir.
—de nada— susurró, apretando su mano.
-tu eras el oso, ¿Lo sabes, verdad? Apenas escuchaste el disparo de que tú hermano estaba bien por su cuenta, te fuiste corriendo como un maldito cobarde. Eres un marica, Canadá- le dijo una pequeño voz en su cabeza, creando un nudo en su corazón.
Hace años no había escuchado la palabra "marica" dirijida a su persona, que lindos problemas le había causado aquello. Solo esa voz de su cabeza tenía permitido decirle así. Suspiró, había un largo camino que recorrer a la casa.
