Capítulo 34

223 55 40
                                    

Dedicado a PAOLA2GP89

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Dedicado a PAOLA2GP89

***

—¡Lo sabía! —gritó Haru, eufórico—. Maldita sea, ¡lo sabía!

—Pagaría por haber visto sus rostros cuando solo encontraron un enorme cargamento de materiales de construcción. Esos pedazos de mierda sufrieron la humillación que se merecían desde hace tiempo.

La carcajada burlona de McGwire al otro lado del teléfono le confirmó que todo había funcionado. Sentía ganas de abofetearse para comprobar que no estaba soñando.

—¿Y el otro? —preguntó con nerviosismo.

—El otro lleva horas en su destino, ya debe estar siendo repartido entre todos nuestros compradores por todo el este del país. ¡Haremos una fortuna con esto!

—Dios... estaba a punto de perder la cabeza con esto.

—Mis felicitaciones, chico, eres un genio para el negocio.

—Muchas gracias, señor, es un honor para mí recibir ese elogio de su parte. —Respiró profundo y se lanzó al sillón al saber que todo había terminado con éxito.

—No me agradezcas, simplemente sigue siendo igual de efectivo en nuestros próximos negocios. Por cierto, hay algo más que debes saber.

—¿De qué se trata?

—Esta noche ocurrió otra situación entes de que llegara la policía —dijo McGwire con cierto disgusto—. Fue bastante... «engorrosa», pero mis hombres lograron controlarla.

Haru volvió a levantarse y se recostó a la pared con el teléfono en las manos. Por el tono de su socio presentía que había sido algo bastante delicado.

—¿Qué ocurrió?

—Un pequeño grupo de mercenarios intentó sabotear la entrega.

—¿Qué?

—Así es. Puedo asegurarte que todos esos bastardos tuvieron su merecido, pero también me dejaron sin uno de mis mejores hombres y con otros dos debatiéndose entre la vida y la muerte. Además de que tuvimos que deshacernos del desastre antes de que intervinieran las autoridades. Atacaron el señuelo, y todos mis hombres sabían sobre el cambio de planes de última hora... Ese tipo de situaciones son inaceptables, muchacho, y hace más de diez años que algo así no me ocurría. 

Su cuerpo se tensó al comprender las palabras de McGwire: había un traidor entre su gente.

—Dejé a uno con vida —añadió el hombre—. Imaginé que ibas a querer tener una charla con él...

—¿Dónde?

—En nuestro segundo lugar de encuentro.

—Estaré ahí en veinte minutos —fue su última respuesta antes de colgar.

El mundo parecía caerse a pedazos sobre él al saber que había sido apuñalado por la espalda. Pero, ¿quién había sido capaz de algo así? Todos los hombres que habían venido con él y Tadashi desde Japón eran de plena confianza, sin contar que casi nadie había tenido acceso a la información sobre la operación. Quizás el movimiento más inteligente que había hecho en su vida había sido mantenerlos a todos al margen de su estrategia de usar un señuelo. Eso había logrado despistar a la policía y al parecer también al traidor.

Se colocó la chaqueta y salió de la casa a toda prisa. Tenía que averiguar de inmediato quien había sido el maldito.

Señor, ¿está todo bien? —le preguntó uno de sus hombres al verlo subirse al auto en ese estado.

Sí, todo salió a la perfección, ve al hospital y dale las buenas noticias a mi primo. Debe de estar desesperado por saber y yo no podré ir a verlo esta noche. Debo ocuparme de un asunto que no puede esperar.

De acuerdo, señor.

Puso el auto en marcha y salió a toda velocidad hacia el lugar indicado por McGwire. No podía darle detalles o confiar en nadie. Jamás había imaginado que se encontraría en una situación semejante.

Al llegar a la pequeña barbería se encontró con varios de los hombres de su socio, que le indicaron que pasara hasta la última habitación. Otros dos custodiaban al tipo que yacía atado en el suelo. Ni siquiera le habían cubierto la boca; estaba tan golpeado y herido que no era capaz de gritar.

Haru se agachó frente a él y lo observó con resentimiento. Escorias como él no merecían ni el aire que respiraban. El tipo levantó con mucha dificultad la vista y lo miró. Sus ojos apenas se veían entre toda la sangre que cubría su rostro.

—¿Quién te contrató? —dijo Haru con dureza, pero sin perder la calma.

—¿Me... dejarás vivir... si te digo...? —preguntó el hombre con sus últimas fuerzas.

—No —respondió él con firmeza—. Pero dejaré vivir a tu familia. Si no lo dices igual te mataré, y luego los encontraré a ellos si es necesario debajo de las piedras. Solo quiero un nombre y puedes morir en paz.

El hombre cerró los ojos un instante y asintió de un modo casi imperceptible.

—M-miyasawa... —musitó—. Tadashi Miyasawa...

 Tadashi Miyasawa

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
La flor del ocaso © [✓]Where stories live. Discover now