Eclipses.

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La hermandad no era algo que se pudiese desechar tan fácilmente, pero en la ingenuidad, orgullo y cabeza dura de Atsumu, era posible. Después de todo, no sería la primera vez que en su familia desechaban algún vínculo. 

Él todavía recordaba ese momento. 

-¡Papá! ¡Papá! -se acercó felizmente a la puerta. Su padre estaba en el genkan calzándose los zapatos. 

Su padre no era un hombre muy sonriente ni alegre, no le solía prestar mucha atención y más bien, a veces prefería estar lejos debido a su mal humor y palabras dolorosas que llegaba a decir sin pensar en los sentimientos de otros, pero él seguía siendo un niño cualquiera que buscaba la atención de su padre, que necesitaba esa figura. 

Notó a su espalda ancharse en un largo y pesado suspiro de molestia. Flaqueó por un momento, pero tomó fuerza para proseguir. Su padre solía negarle muchas cosas, pero Atsumu había sido insistente desde niño. Sonrió vivazmente y alzó en brazos su pelota (ya algo desinflada) de voleibol.

-¡Papá, juega conmigo! El otro día vi en la televisión un saque super increíble y lo estuve practicando! ¡Tienes que verlo! -dijo con ánimos. 

El hombre volteó ligeramente observándolo de reojo con su misma expresión desinteresada. Hizo algo que Atsumu no se esperó, le colocó la mano sobre la cabeza y revolvió sus cabellos. Sus ojos grises le miraron con pesadez.

-Tengo que irme a hacer algo... Jugaremos cuando vuelva. 

-¿¡De verdad!? -preguntó entusiasmado. 

Su padre se levantó. Abrió la puerta y le miró por una última vez. 

-...Sí... -fue su única respuesta, antes de salir. 

Atsumu sonrió, porque era la primera vez que no se lo negaba o le decía algo hiriente. Usualmente le decía "niño molestia" y le regañaba por su hiperactividad. 

Con una gran sonrisa se quedó sentado frente a la puerta, con la pelota entre las piernas en la espera de que volviese... pero no lo no hizo. 

Era extraño recordar aquello... ¿Por qué de repente veía el rostro de Osamu y sus ojos grisáceos siendo el que salía por la puerta en aquel recuerdo? 


Nacer con un gemelo era una experiencia de vida que no todo el mundo podría relatar. Era algo maravilloso e inherente de la naturaleza, pero no todo el mundo llegaba a entender que tal vez, en algunos aspectos, no era tan diferente a tener un hermano mayor o menor. Por tal, crecieron escuchando comentarios de todo tipo: 


"Atsumu y Osamu son como el sol y la luna".


¿Quién había dicho eso y cuándo? No lo recordaba con exactitud, pero esas palabras nunca abandonaron su memoria. Al pequeño Atsumu, en un principio le molestó aquella comparación, porque las cosas eran mejores en el día, podías salir a jugar, había luz, nadie temía de la luz. En cambio, la luna sólo estaba allí en medio de la oscuridad de la noche, a la mayoría no le gustaba la oscuridad, no podías hacer nada excepto dormir. Que a Osamu lo comparasen con algo tan feo, no le gustó... 


Luego de aquella confrontación en el chat, Osamu y él no habían compartido ni una sola palabra. Si por ellos fuese y no tuviesen que habitar la misma casa, no se dirigirían la mirada accidentalmente siquiera. 

Ninguno mostró arrepentimiento por lo que dijo. Cuando su hermano llegó a casa aquel día sólo se miraron con odio. Estar en la misma habitación creaba un aura de tensión estresante. 

CAJA DE SORPRESAS - TeruSamu. Haikyuu!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora