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Dulce amor

Ansiosa, así se había sentido desde lo ocurrido con Midoriya-san en el auditorio, en verdad que aquel día, cuando se enteró de la triste realidad detrás de la hermosa sonrisa del pequeño peliverde dueño de sus suspiros, lo primero que quiso hacer ...

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Ansiosa, así se había sentido desde lo ocurrido con Midoriya-san en el auditorio, en verdad que aquel día, cuando se enteró de la triste realidad detrás de la hermosa sonrisa del pequeño peliverde dueño de sus suspiros, lo primero que quiso hacer fue correr a abrazarlo, apoyarlo y consolarlo como él había hecho cuando le conto sus problemas, pero en ese momento no pudo moverse; se sintió igual que en el festival deportivo, débil, indefensa, poca cosa; y sintiéndose de esa manera se quedó estática, incapaz de voltear hacia atrás para ir hasta Midoriya.

Si eso le paso a ella, que era una simple espectadora del caos, ¿Cómo se habrá sentido Midoriya-san en ese momento? Pensar en la angustia que debió haber sentido, en el miedo, el estrés, la ansiedad, le hace sentir más culpable de haberse visto incapaz de hacer algo, ¿en verdad se había quedado sin hacer nada cuando la persona que más le había apoyado en las últimas semanas se desmoronaba? Que patética.

Sí, era patética, patética por no haberse movido en aquel instante, patética por haberse quedado callada cuando la gente comenzó a hablar de Midoriya-san, patética por no poder confrontarlo, por haber estado ahí, frente a la puerta del peliverde noche tras noche con una bandeja de té que no hacía más que enfriarse cada que llegaba el amanecer. ¿Cuánto tiempo más estaría de esa forma? Postrada en el suelo, esperando a que su corazón juntara el suficiente valor para tocar aquella puerta, con una bandeja de té a su lado como recordatorio de su cobardía.

Había repasado un montón de veces lo que le diría a Midoriya-san cuando juntará el valor suficiente para hablarle, pero aquel valor no llegaba nunca. Le diría que todo está bien, sí, lo comprendería justo como él lo hizo con ella cuando le contó del compromiso forzado que sus padres organizaron para ella, lo abrazaría igual que él lo hizo, con la calidez y cariño de un amigo; y se quedaría ahí, escuchando silenciosamente los llantos y lamentos del pequeño, hasta que haya podido liberar, aunque sea una pequeña parte de toda su carga emocional.

Por eso estaba ahí nuevamente, con una bandeja de té de lavanda, perfecto para los nervios, y una afelpada cobija de All Might pulcramente doblada que había atesorado con su vida estos días, esa era su palanca de valentía, lo que le daba la fuerza de acercarse hasta la puerta hasta casi tocarla, y nuevamente dejaba caer la mano, como una maldita cobarde. ¿Qué era lo que le impedía tocar aquella puerta? Quizá la culpa, porque cada vez que estaba a punto de hacerlo le venía a la memoria todo lo ocurrido aquel día, aquel video que rebelaba más de lo que cualquiera desearía saber, el silencio sepulcral del lugar, un lejano grito de la voz quebrada de Midoriya y luego, más silencio; luego venían a ella todas las voces de la gente, los comentarios de las personas en las redes diciendo que Midoriya era una puta, culpándolo de todo lo que pasó, justificando el jodido abuso; y era en ese momento que perdía el valor de tocar, cuando se volvía consiente de todo el sufrimiento del peliverde, cuando se sentía inútil por solo ser una espectadora, cuando culpablemente recordaba haber llorado en sus brazos cuando él estaba al borde del colapso internamente, en ese momento, cuando se sentía como la peor basura del mundo, era que perdía el valor para tocar la puerta.

Happy pills [Dekubowl] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora