:*Capítulo 15*: "Pensamientos diferentes"

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- La verdad yo la encontré, le di el brazalete de plata y ella resistió el poder. Eso es todo lo que debes saber.- respondió Elizabeth.

- ¿Brazalete de plata? Yo vi que ella tiene uno de oro.- dije

- Eso es porque la plata es solo uno de los tres grados de los brazaletes de poder.- dijo Yvette

- ¿Y cuáles los tres grados?- pregunté con más curiosidad cada vez.

- El primer grado es el de plata, que es el que tú tienes; el segundo es el oro, el cual lo tienen los hechiceros que logran controlar mejor la magia.

- Y ¿Cuál es el tercer grado?- pregunté. Tardaron un momento en responder.

- El grado de poder Diamante es sólo un mito.- terminó Elizabeth- No es siquiera realmente considerado como un grado.

-¿Por qué son brazaletes y no varitas o algo por el estilo?- pregunté

- Las varitas eran utilizadas en la antigüedad y no por los hechiceros, sino por los brujos, lo cual es muy diferente, además no eran muy buenos conductores de magia. La magia es como la electricidad, los metales preciosos son muy buenos conductores, mientras que las varitas mantenían la magia fija en un lugar, lo que hacía que necesitaran mucha más magia.- explicó Yvette- La mayoría de las personas que no tienen magia, usan accesorios de estos materiales, ya que son valiosos e inexplicablemente hermosos; aunque la verdad es que esa belleza es la capacidad de magia que lleva dentro de sí.

- Entonces la codicia...- comencé

- Es un simple efecto secundario.- terminó Yvette

- Solamente se necesita voluntad para no ser codiciosos,- dijo suavemente Elizabeth- pues esa magia es incluso adictiva para aquellas personas débiles de corazón. Pero aquellas personas que no sienten deseos de ello mas son obligadas, esas son especialmente fuertes, casi tanto como las que no son codiciosas. La diferencia es que la fuerza es distinta.

Me impresionó el comentario de Elizabeth, e incluso me hizo pensar en todo aquello. Entonces la magia causaba la codicia, la codicia conducía a la envidia y al odio. Elizabeth se dio la vuelta rumbo al parque. Yvette empezó a seguirla, pero antes paró frente a mí.

-Solo míralo desde ambos puntos de vista- dijo como si hubiera leído en mis ojos mis pensamientos- No es el momento de tener favoritismos en este mismo instante.- antes de que pudiera decir o hacer algo más, ella se dio la vuelta y se dirigió rumbo al parque. Y sin nada más que hacerlo o decir, también empecé a seguirlas. Caminamos alrededor de tres o cinco minutos y en lo único que pude pensar en todo ese tiempo fue en lo que Yvette dijo. La verdad, ella tenía razón, no debería juzgar antes de conocer ambas partes de las historias.

Cuando por fin llegamos al parque, este estaba casi deshabitado. Solo había cinco o seis niños en el parque y sus padres parecían estar sentados afuera del parque.

- La magia interior de los niños está en decadencia- dijo Elizabeth sin ganas casi en un susurro y posiblemente para sí misma.

Poco a poco, la expresión de los niños cambiaba. Entonces entendí que la magia que cada uno tenía, se iba desvaneciendo de su mente y corazón.

- Esa es la razón por la cual luchamos.- dijo Yvette apareciendo a mi lado- Luchamos por la magia que hay dentro de cada uno. La muerte se lleva uno por uno cuando es su tiempo, pero él no lleva a todos, sino que manda a los Mortem Discimus mayormente. Ellos son el problema real, a ellos no les importa llevarse a una persona si están aburridos, ellos son la peor escoria del universo. Cada vez son menos respetuosos por las personas ¿Acaso no has notado que hay más espíritus que antes?

- Pero ¿cómo afecta eso a la magia?- pregunté cambiando mi perspectiva nuevamente. Me costaba creer que todos ellos sean malos, no es que Héctor haya sido el másamable de todos, pero no creo que se lleve a personas sin una orden directa de mi padre.

- Cuando muere un padre, la madre tiene que empezar a arreglárselas sola y los hijos maduran antes de tiempo por la situación. No siempre es malo, hay quienes necesitan madurar; pero hay niños que nunca tuvieron infancia por la misma situación.- Yvette explicaba- Cuando muere una madre, los niños quedan sin amor maternal, quedando casi huérfanos porque nadie cuida de ellos como su madre lo hubiera hecho, por lo cual quedan en la misma situación que antes: maduran antes de tiempo. Cuando un niño muere, toda la familia cambia, un niño es arrebatado de su vida sin la oportunidad de tener dominio sobre su magia y si este tuviera hermanos menores, sus padres tendrían miedo por ellos. La muerte no solo se lleva a las personas, sino que destruye a sus familiares y amigos por dentro, cambia puntos de vista y hiere en el alma.

- ¿Por qué no hablan acerca de esto?- pregunté tratando de ver una solución simple

- Lo hicieron.- respondió Yvette- La muerte es terca y no quiere escuchar, no ve el daño que causan ellos.

- Lo sé- dije. Sabía que era así. La muerte no ve, no escucha y no siente. Desde pequeña lo había sabido; pero seguía sin creer que mi padre no se preocupara, después de todo es su trabajo.

Elizabeth ya había avanzado hasta la arboleda y nosotras tuvimos que correr para alcanzarla. Cuando lleguemos, vi que ella había parado en un árbol especialmente grande y ancho, el cual estaba situado casi al centro de todo el lugar.

- Aquí está- escuché susurrar a Elizabeth

- ¿Qué?- preguntó Yvette entre bocanadas de aire por haber corrido hace un momento

- Este es el lugar aproximado al que se aparecen- dijo Elizabeth con una sonrisa soñadora.

- ¿Y ahora qué hacemos?- preguntó Yvette ya recobrando el aliento

- Ahora tendremos que evacuar el lugar.- dijo Elizabeth con cierto dolor en su voz.

- ¿Para siempre?- preguntó Yvette con el mismo dolor.

- El tiempo que sea necesario, pero es probable que no pase en mucho tiempo- dijo Elizabeth

- ¿Cuánto tiempo aproximadamente es "mucho"?

Elizabeth se quedó callada un momento- Después de la batalla.- concluyó Elizabeth

Vi que los ojos de Yvette perdieron la esperanza- En veintisiete días se irán cien años- escuché vagamente decir a Yvette

- Ve a casa Aixa- dijo Elizabeth- Nosotras tenemos otras cosas que hacer. Tú ve a descansar, después de todo fue mucho para un solo día. Yo asentí, pero cuando me di la vuelta me encontré con la puerta de mi departamento. Toqué la puerta. Sin decir palabra, Serafina me dejó pasar.

Yo sentía que debía escoger; no entiendo por qué, pero siento que es así. Hay cosas que me cuesta descifrar. Solo queda esperar. Solo hay esperanza. Solo queda nada. Apoyé la cabeza en la almohada, no me había dado cuenta de lo cansada que estaba, solo sé que cerré los ojos y de pronto, estaba soñando.

Todos los gritos fusionados en una sola voz. La guerra estaba aquí y no había nada que hacer. Ahora conocía lo suficiente, pero nunca espere tener que decidir realmente entre todo lo que había. Podría esperar, pero no demasiado tiempo. Poco a poco, la oscuridad tomaba lugar y no sabía si detenerlo o festejar.

Todo era culpa de ese chico. Si no me hubiera acercado nunca a él, la guerra nunca hubiera tomado lugar, o al menos yo no estaría enterada de ello. Pero tenía que conocerlo, o de hecho recordarlo. Ya tenía una vida tranquila, pero él tenía que aparecer y mostrarme todo este mundo extraño del cual había escapado.

Todos corrían de un lado a otro y yo no hacía nada. Estaba oculta y nadie me buscaba, podría haberme quedado allí, de no haber sido por esa voz. Aquella voz que me trajo tantos problemas, aquella voz que no dejaba mi cabeza. Aquella voz que me había mostrado mi realidad.

- "Aixa, corre"

- "No me iré sin ti"

Sin hacer caso a esa súplica, me adentré en el salón. Adentro de todo, me habían dicho que estaba aquel al que todos temen ver llegar y a quien dicen que antes llamaba padre. El hombre se dio la vuelta y la familiaridad vino a mí casi tan pronto como el miedo.

- Hija, ¿qué haces aquí?

La hija de la MuerteWhere stories live. Discover now