:*Capítulo 28*: "Una sola salida"

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Irma Adalia estaba a tan solo un paso de mí, cuando se escuchó un golpe que la desconcertó. No le prestó mucha más atención y dio el último paso. Un golpe más fuerte se escuchó y voces se escucharon.

La bruja palideció, pero rápidamente su expresión se transformó en odio. Levantó la daga, pero esta salió disparada en sentido contrario. Se dio la vuelta y yo moví la cabeza para mirar. Vi con gran alivio y emoción a cuatro personas: Ander, Lydia, Yvette y Giselle.

- Deberías dejar de prender fuego a una casa de madera.- dijo Yvette- Es primitivo e insensato.

Con un movimiento, la hoguera se apagó y con otro el humo se dispersó. Rápidamente mis pensamientos volvieron a mí. Así que de poco a poco, empecé a mover mis manos, encogiéndolas y sacándolas.

- Realmente, el fuego ya está pasado de moda. Yo prefiero hablar directamente con un horno o tal vez con un Mortem Discimus.

Héctor apareció detrás de Irma Adalia, y ella todavía no se daba cuenta. Sonreí al verlo y me devolvió la sonrisa antes de poner su dedo en su boca para que no dijera nada.

- Déjala ir ahora, es tu única oportunidad.- dijo Ander con total seriedad y amenaza en sus ojos.

- ¿A sí? ¿O sino qué?- dijo Irma Adalia con burla.

- O sino, tendrás que luchar con todos nosotros.- dijo Héctor haciendo que Irma Adalia se sobresaltara hacia el lado contrario.

- Tres jóvenes hechiceros, una bruja sin poder y un Mortem Discimus.- dijo Irma Adalia

- Preferimos decirlo de otra manera.- dijo Yvette y empezó a señalar a cada uno- Una hechicera con un brazalete de oro; una bruja con poder cedido por la muerte; el capitán de los Mortem Discimus; un hechicero enamorado y furioso de que te llevaras a su chica.

- ¿Y quién eres tú?- preguntó Irma Adalia tratando de reconocerla.

- ¿Yo? Soy Yvette. Capitana de los hechiceros, cabecilla en la batalla, practicante de Elizabeth, la hechicera que soportó el poder de un brazalete cuatro años antes de lo señalado y portadora del brazalete del diamante.- dijo Yvette sorprendiendo a todos.

- Bueno, seas quien seas, no la dejaré ni la soltaré.- dijo Irma Adalia.

- Tú misma lo buscaste.- dijo Yvette antes de dar una señal.

Todos aparecieron con espadas diferentes. Ander tenía una espada que parecía hecha de un rayo. Lydia sostenía una espada de fuego. Yvette portaba una espada de diamante. Héctor cargaba con una espada de sombra. Giselle llevaba una espada de oro blanco. Todos avanzaron hacia Irma Adalia, pero ella solo sonrió.

- No tuvieron en cuenta que ya tomé su sangre.- dijo haciendo aparecer muros de polvillos en frente de cada uno de ellos.

- ¡Yvette!- gritó Giselle- ¡Hazlo!

Yvette respiró y empezó a tararear una canción. A medida que la música se escuchaba más fuerte, los polvillos parecían perder poder y volverse en simples cenizas.

Irma Adalia se vio ligeramente sorprendida y el reconocimiento apareció en su expresión.

- Así que eres Yvette.- dijo

- Si.- respondió Yvette con firmeza.

- Pues lamento decirte, que ese no es el nombre por el que te conocí, Yvonne.- dijo Irma Adalia.

Yvette palideció. Todos la miramos sin saber qué pensar.

- Yo…

- ¿No reconoces a tu propia tía?- dijo- Seguro que tampoco recuerdas al inútil de tu hermano.

Yvette empezó a respirar entrecortadamente con la cabeza baja. Giselle corrió hacia ella, pero Irma Adalia la hizo alejarse con un hechizo.

- Déjala que recuerde.- dijo- La magia le ha borrado lo poco de memoria que tenía de niña.

- Tu…- dijo Yvette levantando la vista hacia Irma Adalia.

- Así que no has muerto. Ahora sé que pasó contigo todos estos años.

- Intentaste matarme.- dijo Yvette.

- No lo veas así.- dijo- Quería salvarte de hacer lo mismo que tu inútil hermano, convertirse en hechicero.

- ¡Me dijiste que él había muerto!

- Mentí. ¿Es tan difícil de creer? Además, como la mala hermana que eres, te olvidaste incluso de su nombre.

Yvette tenía lágrimas en los ojos. No podía recordar el nombre de su hermano y eso la torturaba por dentro.

- No recuerdas a James. El torpe, inútil e insensato de James.

Mis ojos y los ojos de los otros dos hechiceros se abrieron por la sorpresa. Solo había un James que provenía de una familia de brujos. No había pasado hace demasiados años, inclusive las fechas coincidían.

- Tu hermano escribió el hechizo.- dijo Lydia impresionada- Por eso no lo recordabas. Se suponía que toda su familia legítima lo olvidaría con el hechizo anterior.

- ¿Ahora te preocupas por él?- preguntó Irma Adalia a Yvette. Lo hacía para hacerla sufrir. Quería más poder.

- ¡No le hagas caso, Yvette!- grité tan pronto como descubrí lo que quería- ¡Quiere poder!

Giselle pareció reaccionar ante lo que dije y empezó a gritar también.

- ¡Solo quiere hacerte sufrir!

Irma Adalia nos miró con odio.

- Incluso si fuera así, “Yvette” sabe que lo que digo es verdad.- dijo.

Yvette cerró los ojos y una lágrima cayó. Irma Adalia sonrió y se apresuró a agarrarla. Pero antes de que pudiera tocarla siquiera, Yvette abrió los ojos y agarró su brazo.

- Mi pasado fue de una manera, y todo lo que pasó me ha hecho más fuerte. Recordar que vengo de una descendencia de brujos no es algo de lo que esté orgullosa, pero es algo que me volvió más fuerte. Que me hayas usado durante todos esos años hizo que me debilitara, pero gracias a ello, pude soportar el brazalete a corta edad y pude escapar de ti.

Irma Adalia, por primera vez desde que la conocí, tembló. Yvette se veía furiosa y no soltaba su brazo mientras seguía hablando.

- Ahora tengo tanto poder que soy capaz de destruirte y borrarte de la faz de la tierra con solo chasquear los dedos. Puedo hacer que nunca hayas existido, pero sabes qué. Dejaré que sigas viviendo. Porque hay algo que quiero decirte.

Todos nos acercamos un poco más para escuchar.

- Gracias a todo el dolor que me has hecho sufrir para conseguir tus propios propósitos, he conseguido ser mucho más fuerte. Gracias a ti, los hechiceros me han descubierto. Y desde que he descubierto el mundo de los hechiceros, soy feliz.

Irma Adela palideció. Recordé que en la clase dijeron que pueden conseguir todo el dolor posible y es más poderoso que toda otra manera de conseguir poder, pero cuando uno es feliz gracias al dolor que han causado, todo su poder se vuelve en su contra.

- Tú no puedes ser feliz.- dijo notándose su temor- Te he causado mucho sufrimiento y te he enseñado que el dolor no se va jamás. He alejado a tu hermano de ti. Maté a tus padres. No puedes estar feliz por ello.

- Gracias a eso me he convertido lo que soy ahora.- dijo Yvette con una sonrisa- Y con cada llanto hay una risa.

Eso fue suficiente para que Irma Adalia se retorciera. Su poder se debilitaba y soltaba gritos. Las cuerdas se aflojaron con cada grito y me liberé. Salí de la cama y me acerqué a los demás.

Todos estaban demasiado ocupados admirando a Yvette. Incluso yo. Pero había olvidado algo muy importante.

Cuando miré abajo, vi que Irma Adalia ya no estaba.

- Sorpresa otra vez, principesca.- dijo la voz Irma Adalia detrás de mí.

Las palabras se cortaron todas en cuanto sentí la daga de plata atravesar mi estómago.

Pude escuchar los gritos lejanos. Y escuché un cuerpo caer al suelo. Sentí que levantaban mi cuerpo, pero luego no sentí nada más.

La hija de la MuerteWhere stories live. Discover now