I

14.5K 954 116
                                    

Con los pies descalzos y un delgado kimono como única prenda, Naruto caminaba por los pasillos de la mansión, rogando con todas sus fuerzas porque su amo no regresara a casa esa noche, de lo contrario no podría resistir y sucumbiría antes de poder contarle la verdad. Tenía mucho frío, su labio inferior temblaba descontrolado por los espasmos, sin embargo no podía abrigarse con una prenda más cálida.

Lo tenía prohibido.

Un estruendo lo hizo chillar y abrazarse a sí mismo cuando cruzó el lateral del pasillo. Era un trueno. Afuera de la gran mansión, el cielo se estaba quebrando, cayendo con un torrencial de agua helada que provocaba que su estancia en ese lugar se volviera mucho más terrorífica.

Suspiró en resignación, dándose el valor suficiente para continuar su recorrido. En su puño había un pequeño plástico que tenía forma de termómetro, en su otra mano había un papel lleno de números y en sus ojos se reflejaba una gigantesca debilidad. ¿Por qué tanto miedo cuando solo estaba caminando al baño? Sencillo. Lo que estaba a punto de hacer… también lo tenía prohibido.

No podía hacer absolutamente nada sin el consentimiento de su amo. Ya había sido demasiado desobediente, saliendo a escondidas de la casa, aprovechando que estaba para un viaje de negocios. Pero necesitaba saberlo, así que su raciocinio se fue de vacaciones cuando empezó a sentirse enfermo, obligándolo a poner los pies en la farmacia. Pero, al fin y al cabo, había contradicho una orden clara de que no podía salir.

Tenía miedo.

Sin las luces encendidas por ser de madrugada, la casona era una canción de terror, vibrando ante la tormenta que, desbocada, mecía todo lo que estuviera a su paso. Naruto se metió en el baño, cerrando rápidamente la puerta por si él volvía. No podía permitir que lo descubriesen, de lo contrario sería castigado durante horas hasta que “aprendiese la lección”.

Se sentó en el váter, sacando el plástico alargado de su envoltorio y leyó las instrucciones: Rosa si es positivo, azul si es negativo. Perfecto, ahora solo debía hacerse la dichosa prueba. A los pocos minutos, se encontraba frente al espejo del lavamanos, el plástico mirándolo de manera burlona mientras esperaba con desespero.

-Azul, azul, azul…- rogaba en voz alta, cerrando los ojos para visualizar el pequeño rectángulo volviéndose azul. Cuando los abrió, sus labios se abrieron al máximo al ver que… era rosa. 

-No…- sollozó, con las manos en el rostro, permitió que algunas lágrimas se escurriesen entre sus dedos. -No puede ser…

Al parecer alguien allá arriba lo estaba castigando. Tenía dieciséis años, apenas era un adolescente que no sabía lo que era una relación fraternal

¿Qué hacer? Podría intentar huir. No. Eso era un error que estaba dispuesto a no cometer. Mafia. Esa sola palabra le advertía que si intentaba llevarle la contraria a su amo, terminaría muy mal parado. Única opción: Contarle la verdad. Tal vez lo entierre en una fosa, o lo mate con sus propias manos. Prefería no pensar en eso, lo más probable es que estuviera siendo paranoico.

-¡Naruto!- escuchó que lo llamaban desde afuera, una voz gruesa, varonil, le advertía que su amo había vuelto. Rápidamente envolvió el plástico del test en papel higiénico y lo tiró en la basura. Arreglándose la fina yukata con ágiles movimientos de sus manos, salió del baño con el corazón a punto de estallar.

Ahí estaba él, su dueño y… padre del hijo que estaba esperando. Tal vez era algo apresurado, debía hacerse por lo menos tres pruebas más para estar seguro y visitar al médico, claro, solo si él se lo permitía. Se sobó el brazo derecho de forma tímida cuando la bruna mirada lo escaneó, desde sus pies descalzos hasta la zona de su hombro donde la fina tela de la yukata había caído para mostrar su piel de manera atrevida.

Mascota.Where stories live. Discover now