Capítulo 10

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Cuando, por fin los últimos dioses ocuparon sus lugares, comenzó la ceremonia con las llamadas a los participantes de cada encuentro lo cual significó que, el hasta ese momento tranquilo patio, se convirtió en su lugar estridente en el que los familiares formados a partir de espíritus más sensibles al ruido hacían evidentes esfuerzos por no taparse los oídos y salir corriendo de allí. Por suerte, él no era de ese tipo. Y, afortunadamente también, el Sr. Kwon había llegado, ocupando su lugar al lado del Sr. Jeon, lo cual significaba que este por fin podía hablar con alguien. Y él también. Más o menos. Y es que si bien cuando hablaba con Gae se relajaba, cada vez que sentía la mirada de Suei no podía evitar enderezarse y comprobar que todo estaba en su sitio, la ropa y el Sr. Jeon incluidos.

—Lo cierto es que no se sabe—negó el Sr. Kwon—. Tan solo corren rumores de que Haeng fue a verlo al saber que iba a dejar desaparecer a Deulso, saliendo con él y creando Daein un familiar nuevo—añadió señalando al joven de aspecto elegante sentado a su lado, de piel clara y aspecto más delicado que Deulso—. Pero no se sabe cuál fue el intercambio.

—¿No hay ningún rumor? —preguntó el Sr. Jeon serio.

—Nada de nada —negó el Sr. Kwon serio también.

El Sr. Haeng era un dios de la buena suerte y en contra de lo que pudiese parecer, despertaba el rechazo y el recelo de los demás dioses, que preferían acercarse a él lo menos posible, salvo que quisiesen pedirle ayuda. La razón de aquello era que existía una cantidad limitada de todo, incluida la suerte, por lo que si alguien tenía suerte, eso significaba que otra persona la perdía. Si alguien encontraba algo, era porque otro lo perdió, si alguien llegaba en el momento oportuno, era porque otro sufrió un percance que le impidió llegar a tiempo. Y si bien todos estaban más que dispuestos a ser la persona que tenía buena suerte, nadie quería ser la que tenía mala suerte, rehuyendo al Sr. Haeng para evitar que este usase su suerte en una tercera persona o en sí mismo y no era extraño que, cuando las cosas no salían como deberían, los dioses acusasen al Sr. Haeng. Y si bien era cierto que entendía aquella manera de pensar, a veces no lo consideraba excesivo y es que no todas las cosas que ocurrían tenían que estar relacionadas con el Sr. Haeng. No era tan poderoso.

Se enderezó al sentir la mirada de Suei sobre él comprobando que todo estaba en su sitio.

—Lo cierto es que me da envidia —murmuró Gae alisándose la impecable camisa por enésima vez. Como él.

—¿Quién? —le preguntó mirándolo.

—Deulso —contestó Gae—. No ha perdido ningún reto desde que fue creado, ni ninguna competición de fuerza.

—Más que eso, deberías estar impresionado porque siempre queda entre los diez mejores incluso en las pruebas de literatura y arte. Hasta en las de canto queda siempre en un lugar sobresaliente —intervino Suei y ambos asintieron—. Eso sin contar con que sus modales son perfectos, sabiendo lidiar con cualquiera. Incluso con los que se sienten inferiores a él y pretenden retarlo, haciéndolo sin ofender ni al que lo ha retado, ni a su señor.

—Yo solo quería comprobar si era tan fuerte como parecía —se justificó Gae.

—¿A pesar de que era evidente después de vencer a aquellos dos familiares a la vez? A veces, creo que nunca seré capaz de dejar de sobreestimarte —murmuró haciendo que Gae lo mirase molesto.

—Aún era joven.

—No creo que sea ese el motivo o habrías mejorado con los años.

—Pues si tantas quejas tienes sobre mí, tal vez deberías pedirle al Sr. Kwon que elija a otro familiar.

—Desde luego que no, no digas tonterías, te prefiero a ti. Después de todo, es imposible que encuentre a alguien tan confiado y fácil de manipular como tú.

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