Capítulo 37

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—Señor Jeon —lo llamó.

—No entiendo por qué tengo que hacerte caso. Se supone que yo soy el amo —respondió este molesto.

—Porque sois mi amo mi deber es ocuparme de vos, de manera que venid —le pidió y este bufó antes de acercarse reticente sentándose entre sus piernas mientras él lo abrazaba por detrás.

—¿Y por qué lo tenemos que hacer así?

—Ya os he dicho que podéis daros la vuelta —le recordó—. De hecho, sería más efectivo si vos también me abrazaseis a mí.

—No, gracias —se negó entre dientes—. ¿Sabes? —le preguntó después de un momento de silencio—. Echo de menos tu forma original. Desde que nos convertimos en pareja, ya no necesitas que te dé energía y ya no te transformas.

—Sí que me dais energía todos los días, y de una manera más efectiva —lo contradijo—. Y aunque puedo volver a mi forma original, es demasiado inútil —le recordó.

—Pero a mí me gusta —se lamentó el señor Jeon.

—¿Os gusta eso? —le preguntó creyendo haber oído mal.

—No lo llames "eso" —le advirtió volviéndose molesto—. Y claro que me gusta, ¿acaso no te lo he dicho ya muchas veces? Esa era la forma que tenías cuando te escogí y eras adorable, cogiéndote a mí con aquellos pequeños zarcillos negros y mirándome con aquel ojo tan brillante como si no hubiese nada más en el mundo aparte de mí.

—¿De verdad era adorable?

—Cuantas veces tengo que decirte que sí —respondió el señor Jeon molesto—. Así que vuelve a tu forma original —le pidió mirándolo ilusionado.

—Es solo una bola negra.

—No es solo una bola negra —negó—. Es la cosa más adorable del mundo —afirmó con fuerza haciendo que él, por primera vez, se plantease si el Sr, Jeon no tendría mal gusto.

—Está bien —accedió disgustado cambiando a su forma original y es que si cuando se transformaba en niño le desagradaba aquella forma original tan inútil, ahora que podía levantarlo con un brazo en su forma humana, mucho más. Pero no podía negarse cuando el señor Jeon lo miraba así.

—Gracias —le dijo tendiendo la mano, por lo que subió—. Tan adorable —murmuró restregando la mejilla contra él y, como siempre, sintió como algo reaccionaba en su interior. Por suerte, en aquella forma, el señor Jeon no tenía manera de saberlo—. Ojalá pudieses quedarte así.

—Así no os sería de utilidad —le recordó.

—Cierto —admitió este bajándolo por lo que saltó regresando su forma humana antes de vestirse.

—Señor Jeon —lo llamó cuando estaba a punto de acabar.

—¿Qué?

—¿Por qué le contasteis a Cath cómo era mi verdadero aspecto? —le preguntó. Aquel era un tema que llevaba evitando desde que se reencontraron, pero ahora, por primera vez, se sentía capaz de hablar sobre ello.

—Yo no hablé sobre tu aspecto con ella, nunca lo he vuelto a hacer después de aquel incidente —negó mirándolo.

—Pero ella lo sabía.

—Imposible —replicó su amo con seguridad—. Es cierto que me presionaba para que le dijese cosas de ti y que estaba atenta a todo lo que hacíamos y decíamos, incluso se dio cuenta de que tenía sentimientos inapropiados hacia ti. No fue la primera que se dio cuenta, pero sí que fue la primera que me chantajeó con ello —añadió.

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