Hay muchas cosas que no sabes de mi.

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#Mía

Comimos todos entre tensión y pocas palabras. Marcos permaneció en silencio durante todo el almuerzo, excepto cuando algunos de los niños se dirigían a él. No me soltó la mano por debajo de la mesa ni tampoco le dirigió la mirada a Cloe o a su hermano. A pesar de que este no paraba de intentar relacionarse con todos los integrantes de la mesa.

- Oye, niños. ¿Que os parece si cogemos el coche y nos vamos todos a la playa a pasar un día en familia? - suelta Raúl como si hubiera dicho cualquier cosa.

- ¡Si! - grita Tomi.

- ¡Sí! ¡Yo también quiero! - continua Liliana.

- Lo que me faltaba - susurra Marcos a mi lado dejando los cubiertos en la mesa. Creo que se le ha quitado el hambre de golpe.

- No tenemos que ir si no quieres - susurro disimuladamente. Y estoy a punto de intervenir e inventarme una excusa con la que poner salir del aprieto, cuando Olivia habla por mí.

- ¡Papi podemos coger tu barco todos juntos! -grita a todo pulmón zarandeando el brazo de Marcos de un lado al otro.

- No, creo que eso no es buena idea cariño - responde algo nervioso. Miro al resto de la familia, todos están expectantes a que mi hombre de él visto bueno y acabemos en ese barco.

¿Cómo podía Olivia incluso acordarse del día que pasamos los tres allí?

- No sabía que tenías un barco, hermano.

- ¡Es un yate, no un barco! - repica Lili.

Sí, venga. Vamos todos a restregarle a Raúl no solo el hecho de Marcos este forrado, sino que no tampoco sabe nada de la vida de su hermano. Aunque el resto de la familia sí que haya pasado días en ese yate, en algún que otro hotel a su nombre, haya cogido alguno de sus coches, o haya recibido los regalos de cumpleaños más costosos que se puedan imaginar.

- Hay muchas cosas que no sabes de mí - le responde mi chico tajante. No dudo poner mi mano entrelazada con la suya en su muslo para que se calme, y parece que poco a poco lo consigo.

- ¿Entonces podemos ir? - pregunta Lili con cara de cachorrito.

- ¡Porfi papi! ¡Porfi! - ruega Olivia juntando las palmas de la mano ante ella como si fuera un angelito.

- ¡Hermanito....! - susurra Tomi mientras saca su labio inferior hacia fuera, poniendo su mejor cara de pena. Estos tres sabían bien lo que hacían.

- Llamaré para que lo tengan listo en una hora, nos vamos - avisa antes de ponerse en pie aún con mi mano unida a la suya.

- Pero cariño, Ramón no ha terminado de almorzar - digo intentando seguirle el paso.

- Pues que se dé prisa, tengo a gente esperando - dice en alto para que su padrastro le escuche.

Una hora y cuarto más tarde, estamos todos terminando de saludar a Henry, capitán del yate y también amigo de mi marido, mientras los niños corretean de un lado a otro jugando a qué son piratas en alta mar.

- ¡Nunca vais a encontrar mi tesoro! - grita Tomi mientras Olivia, Lili y su amiga corren tras el. Me río cuando veo a Lili y a su amiga cuidando de cada paso que da mi hija como si ellas fueran sus propias madres, pero no emito una sola palabra. Prefiero observarlas.

- Una cosa antes de zarpar, Marcos.

- Dime, amigo.

Y tras eso, ambos se marchan dentro para hablar a solas. Miro a Eva abrazada a Ramón mientras miran al mar como si pudieran ver algo en él. Entonces observó como el sol ilumina su cara, y con ello la lágrima que cae rápidamente por su mejilla. Y me pregunto en qué estará pensando.

- Mía.

- Dime - respondo sin ningún tipo de emoción en la voz. No quisiera soñar borde otra vez con ella. De hecho, creo que hasta la propia Cloe está cansada de nuestra estúpida rivalidad.

- ¿Te quedan toallitas de Evan?, es que me las he dejado en el coche y no tengo ninguna en el bolso.

- Claro, cógelas. Están en ese bolso de ahí - digo señalando los enormes asientos blancos que rodeaban la mesa donde cené la última vez con Marcos y con Olivia aún estando embarazada de Evan.

- Gracias - le dedico una mueca con la mayor amabilidad posible, como queriendo decirle "está bien, no pasa nada". Me siento en una de las hamacas de maderas y cojines blancos, aún con Evan en mis brazos.

- Parece que alguien tiene hambre - susurro con una sonrisa cuando veo a mi niño mover sus labios indicando que quiere su biberón. No tardo en levantarme a por mi bolso para sacarlo y volver a sentarme para ponérselo sobre los labios. Me río cuando veo lo feliz que está comiendo mientras tomamos el sol.

- A veces dudo que sea mío, yo no sería capaz de aferrarme a un biberón después de haber probado tus pechos - escucho a mis espaldas.

- ¡Marcos! - le riñó de broma mientras me río a carcajadas y le doy un leve pico. Él se sienta tras de mí con una sonrisa en la cara y nos rodea con sus piernas y brazos, haciendo que recueste mi espalda en su pecho mientras Evan nos observa sin dejar de tomar su biberón.

- Te quiero - susurra en mi oído para después dejar un beso en mi cuello.

- Hijo, ¿que quería el capitán? ¿Está todo bien? - pregunta Ramón a unos metros de nosotros cuando el barco comienza a moverle.

- ¡Está todo bien, viejo! ¡No te preocupes!

Me desconcentro de la conversación entre mi suegro y Marcos, cuando veo una escena de película frente a mi. Raúl, que muchas veces se me parece increíblemente a mi marido, está sentado en el suelo con las piernas cruzadas, cambiándole el pañal a David con torpeza mientras Cloe, también sentada en el suelo, se ríe y le indica como debe hacerlo. No parecen el Raúl y la Cloe que estoy acostumbrada a ver, parecen dos jóvenes enamorados y felices, aprendiendo a ser padres. Me recordaban a nosotros.

- Marcos - susurro cuando veo que está a punto de quedarse dormido.

- Umm - murmura llevando su mirada hacia donde la tengo puesta yo.

- A lo mejor deberíamos darles una oportunidad.

TUYA (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora