Capítulo 35

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¿Dónde estoy? Me despierto y solo veo una luz blanca en el techo. Miro a mi alrededor y hay una bandeja movible con algodón, vendas, medicamentos, agujas, y más cosas que no sé.

Intento moverme, pero no puedo, mis manos y piernas están amarradas con esposas. Veo mi pierna izquierda y está toda vendada de la rodilla hasta el talón. Ahora recuerdo, el disparo, la caída, el escape, todo. Ahora debo averiguar dónde me encuentro. Y qué probabilidades hay de que salga sola de este lugar. Igual hay algo que noto, no estoy en una habitación como la anterior, es una sala médica.

Se abre la puerta, que esta vez la veo muy bien. Y entra para mi sorpresa William puedo ver que está enojado, pero trata de disimularlo.

–Señorita Watson, parece que logró que su hermano escapara junto con la Señorita Astrid.

Me mira con una sonrisa y agarra una silla que estaba en un rincón, la acerca y se sienta a mi lado.

– ¿Cómo lo hizo? –lo miro sorprendida.

–Sabes, siempre sentí cierta repulsión por los Watson. Todos con esa actitud altanera y esa personalidad fría, todavía no entiendo como Sheyla se pudo meter con un hombre como tu padre.

Lo miro con indiferencia, sé que intentará tocar mis puntos más vulnerables. Y si bien le quiero responder, dadas mis condiciones no me conviene.

–Desde que llegaste tenía una leve sospecha de que pertenecías a los Rebeldes, ahora quiero saber, ¿Quién más está contigo?

–No diré nada, Señor William.

–Tengo una lista de sospechosos. –Empieza a numerar con los dedos–. Jared, Roxie, Ray, Tomas, Britanny, y otros más.

En estos momentos es mejor mantener el silencio, porque cualquier cosa le pueda dar alguna pista. Solo debo mantener mi cara de póker y tratar de ser fría.

–Hagamos esto, imaginémonos que estamos en una oficina donde tu vienes a buscar un empleo, si respondes de manera correcta, te daré el trabajo. –Willy quiere jugar y cree que yo también. Sé que lo dijo de una manera bien bonita, pero la realidad es que, no abriré mi boca.

–Bueno ya de por sí, tienes el castigo de los tres días sin comer nada, pero pueden pasar muchas cosas en este tiempo, te lo dejo a tu imaginación.

Se levanta de su silla y va hacia mi pierna. Una vez que llega, me saca la venda de una manera extremadamente delicada y ahí es donde puedo ver que no hay infección ni nada, seguramente solo me rozo, mientras yo creía que me había atravesado.

–Mmm está bastante bien la herida, fue más sangre que cualquier otra cosa, pero con las doce horas de suero, transfusión de sangre, más antibióticos, todos hicieron su efecto.

Vuelve a vendarme la herida y se acerca hacia el brazo, mira la hora en el reloj

colgado en una pared. Se voltea a mirarme y con una sonrisa cínica, me saca el suero de manera brusca, provocando un dolor por todo el brazo.

– ¡Auch! –no lo insultes, no lo insultes.

–Ahora exactamente a la una y cuarto del mediodía, empezó tu castigo de estar sin comer por tres días, y de beber agua por dos días.

Maldito. Sé que voy a poder soportar esos tres días, pero me va a debilitar muchísimo, así que tendré que evitar gastar energía innecesaria. Aunque viendo como estoy atada y las circunstancias que me rodean, dudo mucho que pueda hacer algo.

– ¿Ahora podemos empezar la entrevista?

Con una mueca en mi rostro, le asiento y asimilo que se me van a venir otros tipos de castigos. Al menos que sea lo suficientemente inteligente para responder las preguntas sin dar información.

Los Secretos de SvalnarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora