El Espejo de Erised y las Cartas a Charlie.

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Harry tenía una nueva duda existencial. Y, oh, sí; él quería…No, él debía saber la respuesta. Así que, una noche en la cual Draco y él no durmieron en la misma cama, se aseguró que el rubio estuviese durmiendo y salió cuidadosamente de la habitación con sus zapatillas y capa de invisibilidad incluidas; le hubiera gustado tener el Mapa, pero no creía que los gemelos se lo fueran a mostrar tan rápido, ya se encargaría de eso.

El Potter estuvo una gran cantidad de tiempo paseándose por el castillo, ya que hace más de veinte años que él no había recorrido este camino y le costó un poco más de lo que pensó encontrar el lugar adecuado; pero lo halló.

Era una sala fría y espaciosa; estaría completamente vacía si aquel espejo de cuerpo completo, muy parecido a los que le gustaban a Draco por cierto, no se encontrara en la mitad de la amplía habitación.

El azabache caminó lentamente frente al espejo, mirando a cualquier otra parte que no fuera lo que tenía en frente; releyó nuevamente la escritura como en algún tiempo ya perdido:

“Erised stra ehru oyt ube cafru oyt on wohsi”.

No se esforzó mucho en entender el mensaje, su nerviosismo comenzó a crecer.

No debería haber venido. Harry sabía que no debería haber venido.

Y aún así, sus dedos comenzaron a escocerle de anticipación, ¿qué le mostraría el Espejo de Erised ahora que ya no buscaba constantemente una familia?

¿Qué le mostraría si sabía que nunca amo a alguien, que volvió de un pasado deprimente y se encontraba en un presente incierto?

No lo sabía, y aquello era lo que más le fascinaba.

¿Qué deseaba un hombre incapaz de vivir su vida?

Sus ojos revolotearon por el lugar hasta que cedió a la tentación y los dirigió a la superficie del espejo.

Primero se vio a sí mismo en sus treinta y tres años pasados.

Estaba muy cambiado al antiguo Harry, este no tenía ojeras, ni lesiones o rasguños por las misiones o peleas familiares; una sonrisa de oreja a oreja se extendía en su rostro y por lo único que él mismo se había percatado que tenía treinta en vez de veinte fue por los ligeras patas de gallo en sus ojos achinados por la sonrisa.

Luego aparecieron sus hijos; estaban más pequeños de lo que recordaba.

Lily con su despampanante cabellera pelirroja y su bonita sonrisa; Albus con su tímida sonrisa y pequeña figura.

Y luego…luego apareció James.

Oh Dios, su James tal como lo recordaba cuando se fue; su atlética figura abrazaba al Harry del espejo, sonriendo tanto como él.

El chico no lo soportó.

Su James, sonriéndole como hace tanto no le veía; con cariño en vez de cinismo, pretendiendo quererle en vez de destruirle.

El azabache puso una temblorosa mano sobre el espejo, viendo como el castaño sonreía aún más.

No lloraba, demasiado impactado como para lamentar su pérdida; solo se quedo allí, parado, viendo cómo aquella familia verdaderamente feliz le observaba.

De repente, algo en aquella escena pareció cambiar y Harry jadeó perceptiblemente al ver a sus tres hijos junto…junto a un rubio treintañero de bellos ojos grises.

-¡OH POR MORGANA!- Medio gritó cuando reconoció la imagen; estaba muy ocupado hiperventilándose cuando…

-‘Miaau’. Y, por Merlín, ¡¿acaso todo le ocurría a él!?

Reviviendo una vida: Harry Potter y la Piedra Filosofal. Más adelante Drarry.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora