31. MADRE

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Cerré los ojos para afrontar mi final, sabía lo que iba a ocurrir y, por el estado de mi cuerpo, sabía que no había manera alguna de que pudiera esquivar ese golpe. Simplemente me di por vencido. Abrí los ojos nuevamente, el lugar en el que me encontraba era cálido y hermoso. Todo en ese lugar rezumaba paz y tranquilidad, me sentía como si estuviera sobre una nube, flotando por el cielo. No sabía dónde me encontraba, ni tampoco sabía qué estaba haciendo en ese lugar.

De repente vi una cegadora e incandescente luz que se acercaba a mí, era como el brillo de un ángel. La luz se acercó junto a mí y poco a poco fue bajando la intensidad hasta volverse soportable. Abrí los ojos de par en par al comprobar que aquella luz era mi abuela. Me sorprendí hasta tal extremo que sin esperar a que hablare me abalancé a sus brazos abrazándola con fuerza. Ronroneaba de felicidad al volver a verla, y la abrazaba con las pocas fuerzas que me quedaban.

- Ay pequeño... veo que te has esforzado mucho...

- Si...

- Siempre has tenido buen corazón... - la venerable gata puso su pata contra mi pecho acariciándolo – eres demasiado bueno... que no digo que sea malo, no me malinterpretes pequeño ace. Pero eres el gato más bueno que he conocido nunca...

- Exageras demasiado abuela... solo hago lo que me enseñaste...

- Y también eres humilde, jamás admites lo fantástico que eres y no sueles fardar de nada. Me alegro de haber podido observar el maravilloso adulto en el que te has convertido – la gata sonreía mientras me miraba a los ojos.

- Abuela... lo siento por decir esto... pero no puedo ir contigo... Mike me está esperando... debo volver con él...

- Lo sé pequeño, yo tampoco pensaba aceptar que te rindieras... siempre has sido un luchador... rendirte será tu última opción...

- Si... no me gusta perder.

- Pero... sí que hay algo que quiero que veas... o, mejor dicho, a alguien... solo espera aquí cariño...

De repente la gata desapareció entre luces y brillos dejándome solo nuevamente en aquel lugar extraño. Los minutos pasaban y no sabía a qué se refería mi abuela, no parecía que fuera a aparecer nadie más. De repente sentí que alguien me tapaba los ojos por detrás. Sentía su olor, era un olor familiar que me traía muchos recuerdos del pasado. Un olor parecido a la fresa, dulce y embriagador. Las lágrimas brotaban de mis ojos sin poder articular palabra.

- ¿Acaso no sabes quién soy bolita?

La voz de aquel animal era dulce y suave, como el canto de los pájaros al amanecer de un día soleado. Solo escucharla me hacía transportarme al mismísimo edén. Sonreí de medio lado y me dispuse a responderle a aquel animal.

- Eres... mi madre...

Me destapó los ojos y pude ver una hermosa gata con un vestido blanco que hondeaba como si una suave brisa lo meciera. Aquella gata era joven y hermosa, como si el tiempo se hubiera congelado para ella. Era tal y como la había visto en los dibujos... unos hermosos ojos esmeralda y un pelaje largo que cubría su cuerpo. Como todos decían, mi pelaje era una copia exacta del suyo, solo que el mío era más corto en comparación con el hermoso y largo manto de pelo de aquella gata. Su cuerpo parecía esculpido por alguna clase de dios, ya que no tenía ningún defecto y era hermosa a la vista. La gata me sonreía alegremente. La calidez de su sonrisa hacía que recuperara todas las fuerzas perdidas por la pelea y que me sintiera como en el paraíso.

- Has acertado bolita de pelo. No pensé que llegaras a recordarme.

- Bueno... me han tenido que recordar muchas cosas sobre ti... no sé por qué no consigo acordarme ni de ti ni de papá...

Mikenix || El Angel DoradoWhere stories live. Discover now