Mikenix || El Angel Dorado

7. QUE HACES AQUÍ

Los días pasaban tranquilamente, eran unos momentos de calma, después de los días tan agitados y moviditos que habíamos vivido, los necesitábamos. Gracias a lo vivido, había podido estrechar lazos con Mike. Tuvimos varias charlas, conociéndonos y hablando de nuestros gustos, me sorprendió las cosas en común que teníamos. Cada día que pasábamos juntos, me sentía más cómodo estando a su lado, todo el miedo y la desconfianza que había tenido anclado en mi corazón estaba desapareciendo, revelándome todas las cosas buenas que tenía Mike.

Habíamos Empezado a cuidar a Jon entre los dos, lo que hacía el trabajo mucho más fácil, aunque me cabreaba bastante que Jon se comportara bien cuando Mike estaba presente y como un pequeño demonio cuando se daba la vuelta. Una de las noches Jon estaba agotado después de jugar con Mike y gracias a eso se había dormido temprano dejándonos unas horas de calma antes de acostarnos.

Preparé unas tazas de té y me senté al lado de Mike. Se había tumbado en el sofá y en su cara se reflejaba el agotamiento de haber estado jugando con el crio, no pude evitar reírme al verlo así.

- El próximo día juegas ¡tú! con él y ya veremos quién se ríe – Mike sonreía levemente mientras me miraba.

- Contigo es bastante calmado, deberías verlo cuando sabe que no lo miras... es lucifer... - le acerqué una de las tazas de té que había preparado.

- Gracias acenix – agarró la taza y lentamente la acerco a su hocico, estaba oliendo el té disfrutando del aroma que desprendía, justo después comenzó a beberlo lentamente disfrutándolo.

- No hay de qué – siguiendo los pasos de Mike comencé a beber el té.

El silencio se apodero del salón, habíamos estado tan ocupados cuidando de Jon que ambos habíamos olvidado lo que era el silencio o la tranquilidad. En parte, era incómodo tal silencio, ya que daba la impresión de que en cualquier momento algo malo ocurriría solo para romperlo. Decidí hablar con Mike para distraerme y no pensar en cosas raras.

-Oye Mike – el can giró la cabeza mirándome a los ojos – ¿tú tienes familia? Se me hace raro que un perro viva solo, normalmente vivís en comunidad igual que los gatos, ¿no?

Por la expresión de Mike y la forma en que apartó la mirada, había tocado un tema sensible para él. No quería que se sintiera mal, así que intenté cambiar de tema.

-esto... ¿Mike podrías hablarme de como conociste a jon? Tengo curiosidad la verdad – le sonreí cálidamente intentando que olvidara mi pregunta anterior. Mike volvió a mirarme a los ojos.

- Bueno... no hay mucho que contar sobre Jon, aunque te pueda sonar descabellado lo que te voy a contar, me lo encontré en la nieve, enterrado bajo una capa de nieve. Lo recuerdo como si fuera ayer – Mike bajó la cabeza centrando su mirada en la taza de té, estaba mirando el líquido verdoso – Estaba paseando, intentando escapar de toda la mierda que estaba viviendo, más que pasear, lo que estaba haciendo era perderme, deseaba encontrar un lugar donde pudiera estar tranquilo.

Estaba escuchando su historia con detenimiento, había vivido con Mike durante unos meses, pero era la primera vez que lo veía tan nostálgico, con melancolía en su rostro. Me mantuve callado, no quería estropear el momento, sentía que Mike necesitaba hablar y yo quería escucharlo.

- Caminaba sin rumbo ni objetivo, solo para alejarme de mis problemas. Se podría decir... que huí como un cobarde, no quería continuar con mi vida. Entonces, escuché un leve llanto que provenía de la nieve. Era débil e imperceptible a oídos menos sensibles, pero he sido dotado con unas orejas muy sensitivas y por suerte lo escuché. Empecé a quitar la nieve poco a poco, no sabía que iba a encontrarme debajo, pero, tenía claro, que no iba a dejarlo enterrado. Después de unos minutos conseguí retirar la nieve que lo cubría y me quedé atónito con lo que encontré, no solo por lo obvio, que es un gato, si no... por su hermoso pelaje, un pelaje blanco y puro como la nieve que me dejaba encandilado.