41. PELEA EN LA TORMENTA

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La nieve caía copiosamente mientras los fuertes vientos revolvían mi pelaje. Me temblaban las patas mientras empuñaba la espada. El frio había empezado a hacer mella en mí. El vaho que salía de mi hocico se desvanecía rápidamente en el viento. Tanto mi rival como yo estábamos inmóviles esperando a que el otro iniciara el combate.

Pude ver claramente como mi rival agachaba su cabeza pesadamente para justo después levantarla y lanzarse sobre mí. Las filosas dagas cortaban el viento, el animal las blandía con maestría mientras lanzaba su primer ataque. Di un paso hacia atrás esquivando su primera estocada sin percatarme de una segunda estocada lanzada con su mano izquierda, la cual me corto superficialmente el hombro. Estaba claro que mi rival estaba jugando conmigo, no quería terminar el combate con presteza, buscada divertirse y calmar sus ansias sádicas con el sufrimiento de sus rivales. Me lleve una de las patas a mi hombro comprobando la herida, unas cuantas gotas de sangre escurrían de mi ropa. Apreté los dientes y blandí la espada lanzando un espadazo en la dirección del enemigo. El enemigo esquivo ágilmente mi burdo ataque, no tenía la experiencia ni la destreza para empuñar un arma como se debe. Lance una sarta de ataques uno tras otro intentando golpearlo a la desesperada, pero el enemigo era diestro, sus movimientos eran agiles y no desperdiciaba ni uno solo de sus movimientos, se movía lo mínimo para esquivar mis ataques ahorrando energías. Ahorrar energías en combates contra varias personas era crucial y él sabía que yo era el eslabón más débil de la manada. No podía ver su rostro por la máscara, pero pude sentir su sonrisa burlona mientras esquivaba mis golpes.

A medida que el combate avanzaba y el enemigo esquivaba sin descanso mis golpes, los nervios comenzaron a afectarme, haciendo cometiera más errores. Después de una estocada fallida por mi parte resbalé en la nieve perdiendo completamente el equilibrio, vi el plateado filo de la daga acercarse directamente a mi cuello. Sentía la presencia de la muerte, tan cercana que casi podía palparla. Vi como mi rival miraba de reojo, justo después de aquella mirada dio un fuerte pisotón en el suelo lanzándose hacia atrás alejándose. El golpe de Mike no se hizo esperar golpeando su puño contra el suelo apenas un segundo después de que el perro esquivara el golpe. Mike llevaba su máscara puesta y tenía ambas patas cubiertas con vendas, era la primera vez que lo veía utilizar un accesorio de ese tipo.

- Solo te diré esto una vez Anubis, ni se te ocurra tocar a mi novio.

Me sonroje completamente al escucharle hablar así. Recupere la compostura ya que no era momento para esas cosas y Empuñe con fuerza la espada. Anubis no se molestó ni en responder a Mike, simplemente lo miraba con odio. Retomo las hostilidades lanzándose contra Mike. Mike esquivaba las estocadas de su rival mientras con sus patas intentaba impactar en el contrario. La sucesión de golpes y cortes transcurría uno tras otro. Mi sangre ardía en deseos de unirse de nuevo al combate, pero ahora mismo sería un estorbo para Mike, debía esperar la oportunidad.

De repente pude ver como Anubis lanzaba una de sus dagas hacía arriba, haciendo que el arma girara en el aire, aquella acción pilló por sorpresa a Mike dándole a su rival la oportunidad de apuñalarlo en el hombro clavándole la daga profundamente. El can dorado gritó de dolor llevándose la mano al hombro. En ese instante la daga que con anterioridad lanzo al aire Anubis, volvió a caer posándose con delicadeza en su pata. La empuño con fuerza clavándola en uno de los costados de Mike para justo después patearlo alejándolo de donde estaba. Ambas dagas se desprendieron del cuerpo de Mike por la fuerza de la patada dejándolo sobre la nieve mientras sus heridas borboteaban sangre. La nieve alrededor de Mike se teñía de color carmesí.

Seguía vivo ya que podía ver el vaho salir de las aberturas de la máscara, pero no podía dejarlo sin ayuda. Corrí hacia el enemigo, rezaba por que funcionara. Lance la espada hacia arriba simulando que se me había escapado. Escuche la risa de Anubis y eso hizo que sonriera, agradecía que no fuera visible por la máscara. Después de soltar la espada, lance un puñetazo directo al estómago de mi rival, ese impacto no lo vio venir e hizo se retorciera llevándose una de sus patas al estómago. Imitando lo que hizo hace apenas unos segundos extendí mi pata volviendo a agarras la espada antes de que callera al suelo.

Mikenix || El Angel DoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora