Segundo Poema

12 4 1
                                    

Lloraba desconsolado,
mi rostro, en un mar de lágrimas,
se veía reflejado.
Tan cruel era tenerte a mi lado,
tener tus labios, tan cerca de mi cara,
y no poder besarlos.

¿Por qué no puedo amarte?
¿Acaso no es un amor puro
el de tu propia sangre?
¿Quién más que yo sabría cuidarte?,
si viví contigo, y te conozco,
mucho más que nuestra madre.

Me sé tus secretos y tus debilidades,
tus disgustos y afinidades;
muy bien podría, yo saber,
el punto exacto donde acariciarte.
Te he visto desnuda
sin poder tocarte.
He dormido contigo, e incluso
llegado abrazarte.
Qué ironía poderte estrechar en mis brazos,
Y, aun así,
¡Me impidan amarte!

Ningún remedio puede curarme,
ni el chocolate más amargo consolarme,
de este amor, tan imposible
de mi anhelo, tan improbable.
Dieciséis años he vivido contigo,
¡todo este tiempo ocultándote!,
este amor que muchos llaman prohibido,
pero yo lo hallo tan excitante.

Como la manzana del Edén quiero morderte,
aunque el castigo de pecar me consuma más tarde.
Esta misma noche, silencioso cual duende,
en tu cuarto entraré, dispuesto a apresarte,
y tu florecer, como ladrón competente,
finalmente lograré arrebatarte.
Tal vez rechaces la pasión de mi lujuria,
o a lo mejor, en la locura, pueda llegar a conquistarte.
El camino que elijas me resulta ajeno,
porque, de todos modos, las sábanas se mancharán
de sangre.

 
Dejo esta carta como evidencia de mi amor latente,
y como una disculpa a ti, mi querida madre,
que cuando leas esto estarás llorando
al haber perdido de tu vida,
la mejor parte.
Pero, ¿Qué no le perdona una madre a un hijo?,
así quiero que me perdones tú, querida madre,
Por haber amado tanto con tanta locura
a la única persona que se me ha prohibido amarle.

                                          Blade D Ryuu









Poemario a la Luz de la LunaWhere stories live. Discover now