XXI - Timón a babor

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Al llegar al camarote, madre e hijo se sentaron a dialogar, la señora Bastida era una persona preocupada por su hijo y esa actitud le extrañaba de sobremanera. 

—Madre, ¿alguna vez celaste a mi padre? —preguntó captando su atención.

—¿Celarlo? En absoluto, una mujer debe ser segura de sí misma y de lo que ha forjado en una relación, además tu padre nunca dio motivos para que yo lo celara con otra mujer… o al menos nunca lo noté ¿Por qué la pregunta? —consultó con curiosidad.

—Clarisse piensa que yo tengo algo que ver con su amiga Eleonor y no es así… apenas si la conozco.

—Apenas si conoces a ambas, hijo. No digo que esté en desacuerdo con que te guste esa muchacha, se ve una buena mujer, además de muy inteligente… Pero no deberías ir tan rápido, una relación no se construye de la noche a la mañana, cariño —dijo su madre mirándolo a los ojos. —Tu padre y yo fuimos grandes amigos durante tres años para cuando decidimos formalizar y no nos casamos sino hasta cuatro años después, aún así nunca terminé de conocerlo, así que piénsalo… —comentó tomándolo de los hombros para después estrecharlo entre sus brazos. 

—Gracias, mamá… —susurró.

—Y otra cosa, si tú sabes que no cometiste ningún error, podéis volver con la frente en alto y hablar las cosas como adultos, y si realmente le interesas tanto como ella a ti, seguro lo entenderá —concluyó.

Bastida esbozó una sonrisa y plantó un beso en la frente de su madre, abrazándola con cariño. Tras finalizar aquella amena charla, la mujer se fue a dormir y Norberto por su parte se quedó recostado en su cama meditando.

No obstante, hubo un momento en que creyó necesitar tomar el aire para que las ideas fluyeran y todo ese estrés se esfumara, así que decidió salir a cubierta. Se colocó su abrigo y caminó hacia el exterior frotándose las palmas de las manos para generar calor corporal. 

Faltaba poco más de un cuarto de hora para la media noche, Bastida se encontraba recargado en la barandilla, fumando  un cigarrillo y meditando las palabras de su madre las cuales hacían eco en su cabeza.

«Una relación no se construye de la noche a la mañana, cariño», escuchó en su mente mientras algunas imágenes de Clarisse aparecían como una película entre sus recuerdos. 

«Si tú sabes que no cometiste ningún error, podéis volver con la frente en alto», hizo eco nuevamente la voz de su madre. 

El humo de su cigarrillo se elevaba por los aires, cuando de pronto unas campanadas que provenían de la torre de vigilancia lo devolvieron a la realidad de manera abrupta.

—¡Iceberg a la vista! —gritó un oficial quien corría hacia el interior de la cabina de mando.

—¡Iceberg a la vista! —Escuchó una segunda voz.

—¡Timón a babor! —gritó el primero mientras la confusión se apoderaba de varios miembros de la tripulación.

Para cuando Norberto logró procesar lo que ocurría y levantar la mirada, una gran masa de hielo apareció ante sus ojos, solo dándole escasos segundos para reaccionar. 

El barco alcazaba a virar segundos antes de estrellarse de frente, no obstante  terminaba impactándose de costado con aquel colosal bloque de hielo, Norberto retrocedía resbalando y cayendo al suelo solo alcanzado a cubrirse con los brazos mientras fragmentos del tempano caían a su alrededor. 

—¿Qué demonios? —dijo levantándose poco a poco mientras todo se cimbraba bajo sus pies.  

Sólo un par de minutos antes, Clarisse terminaba de escribir una nota, en su rostro se dibujaba un claro semblante de tristeza. La joven abrió la copia del libro notando que enmedio de esta se encontraba aquella flor de papel que el pequeño Will le había regalado, así que la tomó con ternura entre sus manos para después guardarla en su abrigo mientras una lágrima rodaba por su mejilla. 

—Lo siento, niños —susurró recordando aquel incómodo momento mientras su mirada volvía a llenarse de ira y destruía con coraje la impresión de su libro, tirando los restos del mismo a un costado de la mesa.

De pronto aquel tremor la hacia desvalancearse mientras todos los objetos colgantes se movían como si de un movimiento telúrico se tratara. 

Entre aquella tormenta de emociones, la joven ignoró lo ocurrido saliendo a prisa de su habitación.

—Recuperaré el manuscrito a como dé lugar.

Naufragaré en tu mirada  ©️ ✔Where stories live. Discover now