Capítulo 16: No estamos solos

710 74 19
                                    

Los collares de perlas de Valette cubrían con elegancia el cuello de Surina, que no dejaba de observarse ante el espejo. Nunca había llevado nada tan lujoso al cuello, y aquel vestido amarillo, tan detalladamente confeccionado, con el apretado corsé que resaltaba su busto, adornado con flores rojas, parecía hacerla todavía más hermosa. Miré a Valette, su vestido, rojo, no se quedaba atrás, ni mucho menos. Estaba preciosa para mi gusto, y para el de su pareja, que no dejaba de comérsela con los ojos.

- ¿Has acabado de mirarte al espejo?- Preguntó Valette, riendo.- Mi padre es demasiado estricto con la puntualidad.

- No la culpes, creo que es la primera vez que lleva algo que vale más que su casa al cuello.- Repliqué, abrazándola.- Te vas a gastar la belleza si sigues mirándote.- Susurré en su oreja.

- Vale, ya voy…- Sonrió ella, levantándose y mirando alrededor. Se puso unos guantes blancos que llegaban casi hasta el codo, y caminó al lado de Valette. Volvió a girarse para mirarme.- ¿Segura que estarás bien?

- Sí, tranquila. Sabes lo que tienes que hacer, ¿no?

- Averiguar todo lo posible sobre las brujas y lo que hacen con ellas.

- Exacto, y pasártelo bien.

- Te lo prometo.

A Surina le encantaban los bailes. Era una promesa fácil. Cuando fueron a abrir la puerta, pronuncié el hechizo de invisibilidad y caminé con ellos hacia la entrada. Daimen estaba vigilando las salidas, desde hacía unos días se había vuelto, de nuevo, muy estricto en mi búsqueda. Había perdido la costumbre, pero de nuevo estaba acostumbrándome, y no era capaz de atraparme. Como antes.

- Pásatelo bien, Surina.- Dijo cuando ésta pasó por su lado.

- Gracias, Daimen. Nos vemos a la noche.

El capitán se giró y continuó su vigilancia, dando un par de órdenes para que yo no escapara, si hipotéticamente quería hacerlo. No entiendo cómo es que de golpe Surina era libre de hacer lo que quisiera, si antes tenían restringidos sus movimientos. Supongo que es lo que Valette definiría como “las influencias de su padre”.

Luke también paseaba por ahí, siempre cerca de Daimen mientras éste no se daba cuenta, pues enseguida le mandaba a hacer algún recado lejos, con la esperanza, tal vez, de que no volviera. Pero Luke siempre volvía, aunque al rato desapareciera.

Entre medias, Daimen siempre ordenaba mi búsqueda, o que cerraran los comedores y cosas así. Resultaba raro, tanto para mí como para la tripulación, el cambio brusco del chico. Y eso que me lo había advertido, aunque fuera indirectamente.

Además, Daimen medía demasiado bien sus palabras a la hora de dar órdenes, y siempre vigilaba quiénes estaban cerca. No creo que me estuviera buscando entre la multitud, sabía que yo era invisible. Pero, si no me buscaba a mí, ¿qué era lo que le volvía tan escéptico?

Y, cuando nadie le miraba, y estaba solo en una sala, se dedicaba a observar el barco, su moviliario, y suspirar. Me sorprendía bastante.

Decidí no quedarme cerca de Daimen, últimamente me costaba mucho hacerlo y mantenerme contenta, siempre me entraban ganas de soltarle una bofetada o simplemente de gritarle y preguntarle qué había hecho para cambiar de opinión sobre qué hacer conmigo de una manera tan brusca. Y, sinceramente, pegar bofetadas, para alguien invisible, no es el mejor método de esconderse.

Luke se encontraba en la maquinaria del dirigible, en cuclillas, intentando arreglar parte del sistema de ventilación.

- ¿Algún atasco de nuevo?- Pregunté, segura de que nadie más le acompañaba en la sala.

El Fantasma del LhandaWhere stories live. Discover now