Capítulo 8: Davalhiam

740 79 8
                                    

Recobré el sentido antes de que nadie lo hubiera recuperado, todo estaba todavía cubierto por una nube de polvo y olía a plástico quemado, aparte de a mis propias lágrimas. Seguía teniendo un regusto metálico en la boca, y apenas podía alzar la cabeza para mirar alrededor.

Cerré los ojos de nuevo y los apreté con fuerza. Estaba en peligro, necesitaba levantarme. La adrenalina se puso en funcionamiento y, aunque no fui capaz de levantarme a la primera, sí pude gatear hasta la salida. Había una bandeja con sobras en el pasillo, y el hambre pudo mis escrúpulos, devorando todo lo que parecía comestible.

- Ahora me arrepiento de no haber aprendido magia curativa...- Pensé, apoyándome en la pared. Vi mi sombra en la comida y me quedé observando la nada durante un rato, hasta que súbitamente reaccioné.- ¡La sombra!

No sabía si tendría fuerza suficiente para huir después de realizar el hechizo de invisibilidad, pero era un riesgo que debería tomar si quería aprovechar el golpe de suerte que tuve al levantarme antes que el resto. Pronuncié el hechizo y comprobé con cierto alivio que podía seguir huyendo, aunque casi no pudiera correr.

Acababa de girar a la izquierda cuando escuché gritos provenientes del cuarto que había dejado.

- ¡Quiero revisar todos los cuartos! ¡Esa bruja no se nos escapa otra vez!- Chillaba el general. Se me empañaron los ojos.- ¡Y que venga un médico!

Un par de soldados pasaron por mi lado y siguieron las órdenes de su jefe. Continué corriendo en la dirección opuesta, buscando algún lugar en el que esconderme.

No podía ir al cuarto de Surina, ni al de Luke, les pondría en  peligro sin necesidad alguna, seguro que ya sospecharían de ellos. Necesitaba encontrar, entonces, una puerta entreabierta, una vía de escape.

De golpe alguien abrió una puerta a mi izquierda. Me detuve, únicamente para observar a Daimen salir del cuarto corriendo, la puerta entreabierta. Suspiré cuando el capitán se perdía en la lejanía, y entré en su cuarto. Miré alrededor, hacía mucho que no me escondía en su cuarto y lo que mi cuerpo me pedía era tirarme en su cama.

No tenía fuerzas para discutir contra mi cuerpo, arrastré mis pies al colchón y me dejé caer sobre él, boca abajo, cerrando los ojos y recuperando un poco de fuerzas. No llegué a dormirme, el cuerpo me dolía demasiado como para intentarlo siquiera. Jadeé y di una vuelta en la cama, me detuve mirando al techo.

Daimen seguía sin aparecer, y necesitaba esconderme. Me intentaba repetir la segunda parte a mí misma para levantarme, pero mi cansancio tenía más fuerza que mis argumentos. Los ojos se me entrecerraron con cansancio, y no reaccioné hasta escuchar pasos demasiado cerca. Me tiré debajo de la cama, tratando de ocultarme.

Alguien caminaba por el pasillo. No, eran dos personas, y una de ellas estaba recriminándole algo a la otra. Todavía tenía el oído algo tocado por la explosión, y las paredes opacaban las voces, llegándome sólo algunas palabras.

- ...vigilaré...vistos...abre- Fue lo que dijo una, mientras que la otra parecía repetir varias veces “ya va, ya va...”. Cerré los ojos, como si anulando uno de mis sentidos pudiera mejorar otro. Escuché la puerta abriéndose, pero ninguna de las dos figuras entró.- ¿Estás esperando a que vengan y nos vean?

“Esa voz me es conocida...” Pensé, aunque me mantuve todavía oculta. Podía ser una trampa, podía ponerme en peligro. Bajé la vista. Ya no podía confiar en mi hermano, ni en mi mejor amiga, ni en Luke... Ni en Daimen. En aquellos momentos no me veía capaz ni de confiar en mí misma.

Sollocé levemente, creo que aquello me delató, pues Surina se acuclilló a mi lado, su vestido doblándose irregularmente bajo sus piernas. Levantó sutilmente la sábana de la cama, aunque no pudiera verme, supo que estaba allí y sonrió.

El Fantasma del LhandaWhere stories live. Discover now