Capitulo 1

132 17 1
                                    

DIEZ AÑOS ANTES...


Nuestro vuelo acaba de aterrizar en el aeropuerto de la ciudad de Tohana donde pasaremos el verano en casa de tía Marta. Cada año hacemos este viaje para pasar tiempo en familia, ya que éramos los únicos distanciados de la familia por el trabajo de papá.

Las puertas del avión se abrieron y todos comenzamos a salir lentamente del avión, una vez en tierra nos dirigimos hacia la salida del aeropuerto donde nos estaban esperando.

— ¡Ana! — Una voz llama a mi madre, era la tía Marta que había venido por nosotros con sus hijos Marcos y Sebastián, mis primos.

— Marta, ¡Querida! — dice mamá saludando a la tía Marta con un beso en el cachete.

— ¡Arlet! —Dice la tía Marta una vez termina de saludarse con mamá —como has crecido.

No dije nada, solo le dediqué una sonrisa de boca cerrada. No sabía exactamente que responder, no sabía exactamente cuánto había crecido desde el verano pasado, me veía igual.

Marcos se acerca hacia mí y me da un abrazo, pero luego Sebastián se une dejándome a mí en medio de los dos. Cabe aclarar que ellos eran dos y tres años mayores que yo relativamente y también más altos, lo que hizo que me impedía ver hacia algún lado. Luego de unos minutos, sentí que una mano los alejó de mí. Es mi hermano Sam que jalaba a cada uno de los brazos.

— Muy bien, suficiente— dice Sam tomándome del brazo y alejándome de mis primos.

Sam es el típico hermano mayor sobreprotector, me cuida demasiado, no deja que ningún niño se me acerque lo suficiente, lo que no es malo porque me ha defendido de niños brabucones que han intentado golpearme.

Salimos del aeropuerto y subimos al auto de la Tía Marta. Era un carro grande en el que entramos todos y todavía quedaba espacio, por supuesto, mamá iba delante con la tía Marta hablando mientras conduce.

Estamos los cuatro sentados, Marcos está en la puerta izquierda del auto y Sam está en la puerta del lado derecho, mientras que Sebastián y yo estamos en medio de los dos.
Me dispongo en concentrarme en la autopista viendo como pasaban los autos y motos al lado de nosotros cuando una mano un poco más grande que la mía se posa sobre mi pierna izquierda. Era Sebastián quien se había quedado dormido, no me incómodo para nada, pero luego otra mano proveniente de mi lado derecho, la quita bruscamente haciendo que Sebastián se despertase del sueño. Sebastián pareció entender lo que pasaba porque colocó su mano sobre su pierna y volvió a dormir.


***


Luego de varios minutos de camino por fin llegamos. Bajo del auto después de que Sam lo hace y voy hacia a la parte de atrás del carro para sacar mi maleta. Una vez hago esto, camino en dirección a la casa que es más grande que la nuestra. Me detengo a observarla completamente.

— ¿Qué haces ahí parada? — me interrumpe Marcos.

— Nada — respondo.

— Entonces entra — dice mientras me da la espalda perdiéndose dentro de la casa.

Camino y entro a la casa. Mi tía nos recibe siempre de una manera diferente. El año pasado nos recibió con regalos para todos, pero este nos guardó comida. Todos nos sentamos en la mesa a disfrutar lo que estaba en ella.

Había comida saludable para los adultos y unas cuantas golosinas para nosotros los niños que se acabaron rápido porque Marcos y Sebastián agarraban puñados de golosinas. Miro un plato que está justo al frente de mamá, tiene unas gomitas en forma de gusano. Estiro mi mano alcanzando el plato y lo traigo hacia mí. Comienzo a comer uno por uno hasta que una mano extraña mete la mano en el plato. Dirijo la mirada hacia todos los que estaban en la mesa para saber de quién era la mano que estaba en el plato.

Sorprendentemente todos me miran y ahí, en ese momento me percato de que esa mano no es de ninguno de los que estamos en la mesa. Es de una persona que está parado justo al lado izquierdo de mí. Un niño, un niño que no pertenecía a la familia y que por ende no concia. Era un extraño comiendo del mismo plato que yo.

— ¡Simón! —expresa Sebastián al darse cuenta de que él estaba ahí parado — ¿Cuándo viniste?

— Justo ahora, acabo de llegar y vine a saludarte — responde el tal Simón comiéndose la gomita que acababa de sacar de mi plato.

Al parecer Simon es el mejor amigo de Sebastián y había estado también de viaje por un tiempo y acaba de llegar.

Intento no darle importancia a lo que acabé de escuchar, solo me dedico a seguir comiendo las gomitas mientras que mamá esta distraída hablando con la tía Marta. Introduzco mi mano nuevamente en el plato para sacar otra de las ricas gomitas cuando la mano de Simon choca con la mía.

— Lo siento — fue lo que dijo él al sentir mi mano junto a la de él. — no te había visto.

El pronunciar esas palabras fue suficiente para que mi cuerpo se llenara de rabia. No por el hecho de decirme bajita, sino porque estando al mi lado no se percató de mi presencia. No quise arruinar el momento, ni siquiera lo vi a los ojos cuando amablemente le dije:

— No te preocupes—dije apartando el plato de su alcance.

El pareció entender mi enojo porque pasó hacia el lado de Sebastián para estar mejor.

Fue lo mejor que pudo haber hecho, no quise estar más al lado de él luego de que no se percató de mi existencia.

Terminé de comerme las golosinas y aproveché que Sam iba subiendo las escaleras directo a las habitaciones y lo seguí. No quise subir solas las escaleras, pues me da un poco de susto subir al segundo piso sola. Llegué a la habitación que me correspondía todos los años, coloqué mi maleta a un lado de la cama y me acosté mientras que sacaba mi celular del bolsillo.

El sonido de tres golpes en la puerta llama mi atención.  Giro mi mirada hacia la puerta y veo a Sebastián tocándola.

— Simon y yo saldremos a caminar un rato por el parque por si querías ir—dice esperando por mi respuesta.

— sí, estaría bien caminar luego de pasar horas sentada en el avión — respondí.

De verdad necesitaba caminar, necesitaba estirar las piernas luego del viaje así que accedí a acompañarlos a él y a Simon. Bajamos las escaleras a toda velocidad y en frente vi a Simon, estaba con la mirada perdida en el vacío pero que volvió en si cuando sintió nuestros pasos al terminar de bajar las escaleras.

— ¡Vamos! — dice Sebastián saliendo de la casa.

Simon me lanza una mira de aprobación mientras estira su mano para que saliera primero que él.

— Primero las damas — dijo.

Yo le di una pequeña sonrisa y salí de la casa primero que él siguiendo a Sebastián, luego salió él alcanzándome y caminando a mi ritmo. Se colocó a mi lado y comenzó a decir algunas cosas en las cuales no puse mucho interés.

— ¿Cómo te llamas? — preguntó.

La verdad no tenía muchas ganas de hablar con él, mi temperamento de niña de diez años todavía seguía enojada con él, pero mamá siempre me ha enseñado que debo de ser muy educada ya que eso es lo que caracteriza a una niña, su educación.

— Arlet — respondo al cabo de unos minutos — soy Arlet.

— Yo soy Simon — dice mientras me ofrece la mano. — un gusto— Dice mientras estira su mano hacia mí.
Miro su mano y el agarro ofreciéndole un breve apretón. Tengo que admitir que me empezaba a caer bien, mi rabia estaba llegando a su fin cuando sentí lo suave que era su mano a diferencia de la de Sam, Marcos y Sebastián que eran un poco más dura y rasposa. Seguimos con el apretón cuando una voz nos interrumpe.

— Simon ¿Ya estas intentando ligártela? ¿Tan rápido? — dice Sebastián que se detuvo en frene de nosotros a esperarnos.

Simon suelta mi mano y agacha la cabeza avergonzado por lo que había dicho Sebastián.

Seguimos caminando hasta que llegamos al parque. Fuimos directo a los columpios, solo habían dos para nosotros tres así que se armó una pequeña competencia de quien llegara a los columpios primero ganaba. Como si nos hubiésemos puesto de acuerdo, los tres nos miramos las caras al mismo tiempo y salimos corriendo hacia los columpios. Comencé con algo de ventaja pero no sirvió de mucho porque Sebastián me sobrepasó y ganó el primer columpio, miro hacia atrás y veo como Simon está justo detrás de mí, así que intento dar todo lo mejor para que no logre pasarme. Pero todo se torna inútil cuando una piedra en el camino tropieza con mi pie haciéndome perder el equilibrio y caer el suelo.

Cerré los ojos y coloqué mis manos justo en frente de mi cara para evitar golpearme contra el suelo mi bello rostro, lo cual me sirvió. Cuando volví a abrir los ojos, estaba rodeada de una espesa nube de entre ella una voz resuena en mis oído.

— ¿Estás bien? — pregunta la voz.
Mi cerebro la analiza y descubro que es la voz de Simon, cuando la capa de polvo desaparece, lo veo y compruebo que exactamente es el. El está con la mano estirada hacia mí, la agarro con mi mano derecha pero un fuerte dolor proveniente de mi codo me impide estirar completamente el brazo, así que vuelvo a doblarlo. Lo miro y me doy cuenta de que traigo un raspón, me está ardiendo pero no importa, necesito levantarme del suelo y buscar algo con que curarme antes de que se infecte.

Tomo la mano de Simon con mi mano izquierda y me ayuda a levantar. Me toma del brazo y se conduce justo al columpio que estaba libre. Miro a Sebastián de reojo y veo su risa en su cara.

— ¿Qué es lo chistoso? — le pregunto.

— Hubieras visto tu cara cuando caíste — dijo en un tono burlón. — te veías tan ridícula.

— Eso no es chistoso — añade Simon — es tu prima, debes de ayudarla.

— ¡Wow! — pienso dentro de mí. Esas palabras en verdad no me las esperaba. De verdad que tenía una imagen equivocada de lo que realmente era Simon, pensaba que era odioso al igual que mis primos pero... No, incluso puedo decir que es más caballeroso que ellos.

— Aguarda aquí un momento — dice colocando mi brazo sobre mi estómago — buscare algo para curarte la herida.

Lo veo salir corriendo a toda velocidad hacia una pequeña casa que está justo en frente del parque. Mientras espero, reviso otras partes de mi cuerpo en busca de algún otro raspón hasta que me encuentro con uno. Está en mi rodilla izquierda, era un raspón que tenia de cierta manera una figura que formaba la letra ''S'' a medio lado.

— ¿Te duele? — Pregunta Sebastián,
— Solo un poco — respondo en un todo gruñón.

— Ahora que venga Simón te dolerá más y me reiré cuando grites — dijo riéndose — niña boba.

Esas palabras fueron suficientes para tomar algún objeto para lanzárselo fuertemente, pero contuve las ganas. Solo habían pasado unas cuantas horas desde que llegamos y ya causaría problemas con mi tía, la dueña de la casa en la que nos estamos quedando. Me levanto del columpio e intento agarrar aire pero el raspón de la pierna izquierda comienza a producir un dolor fuerte. Es inútil, no puedo levantarme ni caminar. Volví al sentarme al columpio y veo a Simon correr con algo en su mano derecha.

Una vez llega, veo lo que traen en sus manos, es una botella con agua. Se agacha acercándose al rapón de mi codo. Abre la botella de agua y la inclina levemente hacia mi raspón, De inmediato supe que el agua al tocar el raspón me ardería, así que nerviosa dije:

— ¿Dolerá? — digo mirando a Simon a los ojos.

— No tanto como el alcohol, pero si un poco — responde él dejando cae el primer chorro de agua en mi raspón.
En verdad si dolía, pero no lo suficiente para llorar o gritar. Era un dolor soportable así que Sebastián no tuvo el gusto de verme sufrir.

Simon se ofreció a llevarme cargada atrás en su espalda para que no caminara, ya que me quejo demasiado del dolor en mis piernas, una vez arriba de su cuello, paso mi brazo izquierdo que no tiene nada sobre su cuello para sostenerme y no caer nuevamente. Coloco mi cabeza en su hombro recargándola ahí por un momento, mis fosas nasales experimentan un olor único, un olor que no había sentido nunca su olor, nunca había olido a otro hombre a excepción de Sam y de papa cuando llegaba del trabajo un solo fin de semana al mes. Pero esta vez, estaba olfateando a otro hombre, mi estómago comenzó a tener una sensación extraña pero que me gustaba. No sabía que era, solo sabía que me gustaba.

Arlet - (En Edición)Where stories live. Discover now