CAPÍTULO 21

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Simon

Sebastián, Marcos y yo salimos del partido de fútbol y nos dirigimos a nuestras casas. Por suerte vivo justo al lado de la casa de ellos o éstos nos hubiese retrasado más. Entro a la casa y hecho un vistazo por si mamá ha llegado de su trabajo, pero no es así. Subo corriendo hacia mi habitación, doy varias zancadas hasta llegar al armario donde está guardado el equipaje que voy a llevar y mi ropa. Saco el equipaje y lo subo a mi cama, lo abro y comienzo a depositar ropa rápidamente sin importarme de su orden. Cierro el equipaje y lo coloco en el suelo. Camino hacia la otra puerta de mi armario y saco un par de ropa cómoda para el viaje. Me cambio rápidamente.

En mi mesa de noche, reposa una pequeña alcancía en forma de Choncho. Rompo la alcancía y dejo caer todo el dinero sobre la cama, tomo los billetes y los guardo en mi cartera. Las monedas las guardo en mi bolsillo.

Cuando todo está listo, salgo de la habitación. Tomo un pedazo de papel y un bolígrafo para escribirle una pequeña nota a mamá para que no se preocupe por mí durante los próximos días que estaré fuera de casa. Dejo la nota sobre la mesa que está en la sala de estar y salgo de casa.

Cuando salgo, Sebastián y Marcos me están esperando en la entrada de su casa con su equipaje.

—Ya he llamado un Uber — dice Sebastián cuando llego donde ellos están—llega en cinco minutos.

—¿Qué haremos cuando lleguemos? — pregunta Marcos.

—Primero, nos encontraremos con Abril y Derek y ellos nos explicarán el plan — respondo.

—¿Has oído algo más de Arlet? —añade Sebastián a la conversación.

—No, desde que recibí el mensaje de Abril no se ha vuelto a comunicar conmigo—respondo — no sé en qué problema estará metida Arlet, pero debe de estar en peligro para que Abril nos esté pidiendo ayuda.

—¿Mi tía sabrá algo?—pregunta Marcos.

—No lo sé, probablemente sí — dice Sebastián.

—No lo creo. Abril nos dejó bastante claro que solo lo podíamos saber nosotros tres y que no se lo dijéramos a más nadie—añado.

Cinco minutos después, el Uber que había solicitado Sebastián llega para llevarnos al aeropuerto. Montamos el equipaje en el baúl del auto. Sebastián y Marcos suben en los asientos de la parte de atrás del auto, mientras que yo subo en el asiento del copiloto al lado del chófer quién era un hombre, aproximadamente de 30 años.

—¡Vamos! — ordena Sebastián y el chófer arranca el auto.

Cuándo nos detenemos en un semáforo, saco mi teléfono y reviso si Abril me ha enviado algún otro mensaje pero, no hay nada. Guardo nuevamente mi teléfono en el bolsillo derecho de mi pantalón. Respiro profundo y me acomodo en el asiento del auto. Veo nuevamente al conductor y me centro en su tatuajes que tiene en la mano derecha, son cuatro brazos enlazados entre sí y con la palabra «Leal» en la parte de abajo. El semáforo por fin cambia a verde, los conductores de los  autos que están detrás de nosotros hacen sonar las bocinas apurando a nuestro conductor. El chófer arranca el auto a toda velocidad haciendo que las llantas relinchen en el suelo.

—Vamos muy rápido—dice Marcos.

—Amigo, no hay afán—. Digo — Aún tenemos tiempo para llegar al aeropuerto.

—¡Baja la velocidad, maldito loco!— grita Sebastián.

El chófer no responde, mueve la palanca de cambio y pisa el acelerador a todo lo que da aumentando la velocidad del auto.

—Me colocaré el cinturón— dice Marcos y de un jalón abrocha su cinturón.

—Yo también—añade Sebastián.

Me volteo hacia el lado en el que está mi cinturón, lo tomo y justo antes de poder  abrocharlo, el chófer gira el auto bruscamente por la carretera. El auto comenzó a moverse de un lado a otro, haciéndome zigzag bruscamente hasta. Me agarro del asiento con mi mano izquierda y pongo la mano derecha en la ventana. Mi corazón se acelera cuando veo que nos dirigimos a  un poste de luz a toda velocidad. Cierro los ojos y escucho un fuerte estruendo, escucho el sonido que hizo la lata del auto al torcerse cuando impactamos con el poste. En cuestión de segundos salgo disparado hacia adelante, golpeando mi cabeza por el parabrisas del auto que se rompe a causa del golpe que se generó con mi cabeza. Mi cuerpo sale del auto rodando por la parte delantera del auto, hasta que por fin caigo de espalda al suelo.

Un pitido resuena en los adentros de mis oídos impidiéndome escuchar los sonidos de la calle. Mi visión se comienza a nublar. Comienzo a escuchar las bocinas de los autos, los gritos de horror de las personas que iban caminando y que ahora ven mi cuerpo tirado en el suelo. Mi espalda comienza a arder por lo caliente que está el suelo en este momento, el sol hace estragos en mis ojos. No puedo levantarme. Mi cerebro no puede dar órdenes a mi cuerpo. Un dolor más fuerte que la migraña ataca mi cabeza. Volteo a ver el auto que está en frente de mi sacando humo por el motor.

—Simon — logro escuchar con dificultad.

—Simon, quédate conmigo — escucho decir, pero mi visión continúa nublada y no puedo identificar quién habla.

—¡Una ambulancia!, llamen una ambulancia por favor.

—¡Arlet! —balbuceo—Necesito encontrar a Arlet—Es lo últimos que digo antes de caer inconsciente en los brazos de alguna persona desconocida.

Arlet - (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora