El Diario de un Monstruo

Inmigrante

Dos maletas de pocos kilos cargan lo que poseo.

El avión se aleja, por la ventana lo veo.

Volver no es viable, tampoco quiero huir.

Pero de no hacerlo, de hambre voy a morir.

Mis padres lloraron al despedirse.

Yo pude disimular.

Decir adiós es triste,

Cuando no regresarás.

Aún lloro por las noches si nadie puede escuchar.

Mata la alegría que los tuyos sigan ahí,

Y tú teniendo un poco de todo y no pudiendo compartir.

Ellos no tienen zapatos, al menos yo tengo un par.

Tengo un poco de arroz y ellos no pueden cocinar.

No me gusta esta región, aunque debo ser agradecido.

No me deben nada y aun así me han recibido.

Solo quiero que la pesadilla llegue a un final.

Solo era un niño cuando me planteaba emigrar.

No veo noticias, me dicen lo que ya sé.

Que unos asesinos conservan el poder.

Que la miseria tomó las calles que recuerdo.

Que solo fingiendo puedo mantenerme cuerdo.

Hay tantos que juzgan al que una vez se fue.

Era un viaje de vida o muerte, nunca fue por placer.

No soy un parásito, soy un ser pensante.

Soy un refugiado, soy un inmigrante.

No quiero estar aquí, pero mi tierra es limitante.

Amo a mi país, pero soy inmigrante.

No queremos robar trabajos, solo queremos comer.

No somos actores, esto no es un papel.

La desnutrición casi acaba con nosotros.

No somos enemigos, yo no soy el monstruo.

Hay traumas que jamás se van,

Igual que mi acento.

El tiempo pasa lento cuando no te intentan matar.

En parte es aburrido, pero mejor que estar muerto.

Ellos estuvieron para mí y no puedo estar para ellos.

Ser extranjero es cargar con este sello.

No escogemos el sitio donde vamos a vivir.

Las opciones se agotan y debemos decidir.

Vendemos lo poco que tenemos para comprar el pan,

Es más digno dormir en el suelo que irse a robar.

Lloré a la distancia cuando mi abuela murió.

Ni siquiera fue posible dar un digno adiós.

Hay miles de historias, todas ellas reales.

De lo que vivimos al volvernos inmigrantes.