x. house of cards

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capítulo diez: casa de cartas

capítulo diez: casa de cartas

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«—No me molestaría pasar todas las mañanas de esta manera. —aseguró observando como la joven Alfa llevaba la taza de cerámica hasta sus labios mientras una sonrisa le acompañaba. Él también sonrió. Era una mañana tranquila, el sol estaba en su más alto apogeo aunque no lo suficiente como para que fuese molesto, una que otra suave brisa acariciaba sus pieles mientras que traía con ella esos olores frescos que daban esa sensación de calma. El olor café era el más abundante pero para ninguno era incomodo, se sentía familiar como si aquello se convertiría en un ritual para ellos. Alexandra miró a las demás mesas a su alrededor las cuales contenían diversos grupos de personas conversando. Volvió la mirada sobre él.

—¿Todas las mañanas? —cuestionó alzando una ceja mientras se reclinaba en su asiento así como también comenzó a mover la pierna que se hallaba sobre la derecha. Era una sensación agradable pero distaba de la realidad la cual los apremiaba.

El híbrido asintió. —Siempre.

Sus palabras sin duda hicieron que su corazón se saltara un latido. Después de una inhalación desvió la mirada hacía la vereda en donde se encontraban más transeúntes. Niklaus vio como su sonrisa había disminuido un poco, y como pronto el silencio reinó en la mesa. En sus ojos notó ese brillo que consideró como un anhelo para aferrarse a las palabras ofrecidas por él. Una mueca de duda fue la que acompañó sus siguientes palabras:

—Esa es una promesa difícil, Klaus.»

Frente al mueble de madera se halló desabotonándose con rapidez la camisa mientras intentaba controlar el temblor en sus manos. «Ella estaba muerta». Eso era lo que se repetía una y otra vez, sin embargo, en ese momento pudo escuchar la regadera sonar lo que le dio un sentido de realidad a lo que sucedía:

Todo fue tan rápido que sus memorias pasaban como flashes.

Como después de ver el cuerpo sin vida de Alexandra la tomó entre sus brazos, sin importar lo que sucedía a su alrededor, para llevarla hasta su dormitorio. Ahí intento darle su sangre más él sabía que era inútil, había pasado mucho tiempo para que ella pudiera recuperarse.

En su enojo arremetió contra todo lo que se encontró a su alrededor; marcos, flores, y toda clase de elemento que se hallase a su paso. Sin embargo, la ira no se calmó por lo que pronto la acompañó la llegada de la tristeza a lo que terminó empujándose contra el marco de la puerta mientras se deslizaba sobre la misma tomando su rostro en el cual había lagrimas derramándose sin parar. 

Ella estaba muerta

«—¿Lo dices por el hecho de que no eres inmortal?—interrogó. Nunca habían planteado el tema, jamás se había dado, pero sin duda el híbrido tenía curiosidad sobre lo que la mujer tenía para decir sobre ello.

³ 𝐇𝐀𝐔𝐍𝐓𝐄𝐃 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃 | Klaus Mikaelson ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora