15. ETHAN. Celos.

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«El enamorado celoso soporta mejor la enfermedad de su amante que su libertad»

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«El enamorado celoso soporta mejor la enfermedad de su amante que su libertad».

Marcel Proust

(1871-1922).

Cuando Ethan arrojó a Madison sobre la cama, intentó contener el impulso de penetrarla sin más trámite y de embestirla con una arremetida salvaje hasta llegar al fondo. Le costaba resistirse, pues necesitaba desfogarse de la furia primitiva que le cegaba la razón. ¿Sería, quizá, porque la chica no le había cerrado a Alexander totalmente la puerta, sino que la había dejado entreabierta?

—¿Qué te pasa? —Maddie lo observó directo mientras lo interrogaba, sin que él se pudiese deshacer de los pensamientos posesivos.

—Tengo que entrar en ti ahora mismo, no resisto ningún preliminar —le confesó, sintiéndose más extraño todavía al admitirlo en voz alta.

—¿Y quién te ha pedido que pierdas el tiempo, cariño? —Madison sonrió y lo atrajo hacia sí, besándolo con pasión.

     Por fortuna la cama era enorme: en medio del frenesí erótico rodaron por encima de la colcha de una punta a la otra. Los dos querían colocarse encima y dominar al otro, ya no se conformaban solo con recibir. La fuerza ganó en esta oportunidad e Ethan se instaló encima de la joven intentando desabrocharle la blusa. Al mismo tiempo la acometía con la lengua. Pero los botones constituían una barrera infranqueable y no se sentía de humor como para ser delicado. Así que cogió los dos extremos de la tela y tiró de ellos, haciéndolos saltar por el aire. El perfume a jazmines de la fragancia que la muchacha utilizaba lo descontroló más aún y le bajó el sujetador, tirándole con los dientes de un pezón y luego del otro. Madison gimió de placer y de dolor, una combinación que se los puso tan erectos como nunca. Al mismo tiempo le levantó la falda y le desgarró la tanga. A continuación se bajó el pantalón y el bóxer lo suficiente como para liberar el miembro. Este le pulsaba y solo se calmó cuando de un solo empellón entró en Madison. ¡Qué húmeda estaba! Es más, le daba la sensación de que este «Ethan brutal» le resultaba hasta más atractivo que el tierno.

     Hechizado al apreciar el frenesí de la muchacha y cómo los labios hinchados y su húmedo calor lo comprimían, arremetió una y otra vez dentro de ella, poniéndole el mayor empeño y energía. Después levantó la vista y se vio reflejado en el espejo. Le sorprendió el gesto de concentración que ponía mientras la galopaba de forma tal que el esbelto cuerpo se convulsionaba con brusquedad. Madison chillaba y se removía pidiéndole más y las emociones lo cegaron terminando con cualquier tipo de racionalidad que todavía le quedase. Solo era capaz de pensar que la joven era suya, que necesitaba marcarla a fuego dándole un placer que ella jamás hubiese experimentado para que nunca pudiera tener un orgasmo con otro hombre. No quería compartirla, y, menos aún, separarse de la escritora al cabo del año. Ahora era su novia y el destino de ambos estaba decretado. No podían haberse conocido y enamorado hasta las trancas para luego ignorarse.

CHICO DE ALQUILER. Pasión desatada.Onde histórias criam vida. Descubra agora