3. ETHAN. Atracción.

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«La sensualidad es la máxima movilización de los sentidos: una persona observa atentamente a la otra y escucha cada uno de los sonidos que produce»

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«La sensualidad es la máxima movilización de los sentidos: una persona observa atentamente a la otra y escucha cada uno de los sonidos que produce».

La insoportable levedad del ser, 

de Milan Kundera (1984).

—¿Por qué eres tan tiquismiquis con el café, Ethan? —le preguntó Alexander al apreciar que observaba fijamente el líquido y que vacilaba antes de echarle azúcar.

     Siempre lo regañaba por lo mismo cuando desayunaban en Barney's, pues le daba pena deshacer los dibujos con los que decoraban las estimulantes bebidas. ¿Qué había de malo en ensimismarse frente un sol alegre? La cafetería, situada en la calle Haarlemmerstraaten y en un edificio con una antigüedad de quinientos años, se esmeraba al elaborar distintas figuras con la espuma y merecía un reconocimiento por parte de los clientes. Le molestaba que su amigo se limitase a engullirlo sin siquiera apreciarlo, pero guardaba el desagrado para sí.

—Porque soy tiquismiquis, ¡gracias por el halago! —El otro hombre era incapaz de reconocer la más elemental ironía—. Además, todavía estoy un poco dormido —se excusó, lo cual no era mentira.

     Apenas eran las siete y media de la mañana y él había pasado con Jade hasta altas horas de la madrugada, ya que esta se resistía a que se fuera después de las vacaciones que compartieron en Oslo.

—¡Las tienes locas por ti, no te dejan dormir! Creo que estoy a punto de ponerme celoso por todas las solicitudes que tienes —refunfuñó Alexander, esbozando una sonrisa torcida que afeaba el guapo rostro—. Te traje a la agencia y ahora las mujeres te reclaman mucho más que a mí. ¿Será que están de moda los morenos como tú en lugar de los rubios como yo?

     Ambas afirmaciones eran ciertas, aunque Ethan no se sintió culpable. Sin embargo, el comentario le recordaba lo que intentaba olvidar. Cómo, a la semana de que sus padres se hubiesen ahogado al hundirse el yate en el que navegaban tres años y medio atrás, se había encontrado con una horrible sorpresa. Porque no solo los había perdido a ambos, sino que estos habían acumulado una deuda de más de doscientos mil dólares con la Universidad de Harvard entre capital, intereses y cláusulas penales.

     Cada vez que él se había ofrecido a ayudarlos trabajando en el negocio familiar (un taller de reparaciones y de venta de automóviles de lujo) le habían respondido que se dedicase a estudiar y a sacar la carrera, que el pago de la matrícula corría por cuenta de la familia. No obstante ello, jamás había supuesto que la situación económica hubiera sido tan precaria, porque no solo no le habían dejado ningún bien en herencia, sino que había quedado endeudado por años.

     Agobiado, había conseguido un empleo en un pub, pues la pasantía solo le había proporcionado un sueldo de hambre. En honor a la verdad, lo único que había conseguido durante esas horas interminables había sido cubrir el alquiler del piso y los gastos. Había resultado decepcionante verse impedido de desarrollar la actividad para la que se había preparado, ya que le habían pedido tener el título de economista y les había dado igual que solo le faltara la tesis final. Le habían exigido tener experiencia. ¡¿Pero cómo podría conseguir esta experiencia sin nadie que le diese la primera oportunidad?!

CHICO DE ALQUILER. Pasión desatada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora