Oneshot: ¡Pídele una cita!

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Pansy suspiró con hastío al comprobar con un nuevo tempus la impuntualidad de Draco para su día de compras. Se suponía que pasarían todo el día juntos para ella poder contarle los últimos chismes y mostrarle la bonita bufanda que había conseguido en su último viaje a Australia.

Cuando creyó perder la poca paciencia que le quedaba, el patronus en forma de águila de Draco se materializó frente a ella y, con la voz arrastrada del rubio, le informó sobre el paradero de su amigo.

¿Es en serio? Pansy no pudo evitar pisotear con fuerza el suelo adoquinado del Callejón Diagon. Claro... Draco sería el único mago en el mundo que dejaría plantada a su mejor amiga, sólo por ir a un gimnasio y babear por el trasero y los músculos de Harry Potter.

Evitando caer en la tentación de hacer un berrinche en público, Pansy se Apareció directamente en el gimnasio que había causado tanta sensación en los últimos meses entre la comunidad mágica.

Harry Potter, sorprendentemente, no había aprovechado su fama para un puesto de Auror o para un jugador profesional de Quidditch. Con dinero y conocimiento de origen desconocido, él y otros ex.Gryffindor habían unido fuerzas para abrir un gimnasio en un local exageradamente grande, lleno de máquinas extrañas y novedosas, las cuales nunca se habían visto en un gimnasio mágico.

Bueno, no es que Pansy pudiera quejarse. Muchas de esas máquinas habían hecho maravillas con sus piernas, si es que podía fiarse de las continuas alabanzas que recibía por ellas. Su trasero también estaba de maravilla, si se lo preguntaban. Y el de Granger, quien casualmente iba al gimnasio los mismos días que ella.

Claramente, Draco estaba allí. Sin animarse a entrar y haciendo el ridículo más impresionante de todos los tiempos. El rubio solía quedarse fuera del gimnasio, con la vista fija en el cristal de la ventana que mostraba la zona exacta donde Potter y Weasley se ejercitaban a diario. Ambos chicos parecían disfrutar enormemente el levantar pesas mientras mostraban sus músculos sudorosos y bien formados, sin ninguna tela que interrumpiera la vista. Por suerte para la salud cardiaca de Draco –y de muchas otras personas-, Potter y Weasley no llegaban al extremo de quitarse esos cortos pantalones de deporte.

Pansy se acercó sigilosamente a su amigo, echando un vistazo también al menú del día: Potter y Weasley, por supuesto. El chico Thomas, quien no tenía tantos músculos como sus amigos, y Granger, quien estaba saltando a la cuerda enérgicamente.

La ligera curiosidad sexual que Pansy sentía hacia las mujeres, le hizo apreciar con detenimiento el atractivo rebote de sus...

Oh, Merlín...

—De verdad que no puedo creer a lo que hemos llegado, Draco Lucius Malfoy —Pansy le dio un codazo a su amigo, sacándolo de su ensoñación. Draco saltó en su sitio, sus mejillas coloreándose rápidamente mientras miraba a Pansy con el gesto más ofendido posible.

— ¿A qué te refieres? ¿Y por qué te tardaste en venir?

—Oh, Draquito. Estoy aquí hace rato viéndote babear nuevamente por Potter... Oh, ahora que lo pienso bien, ¿no será nuestro querido pelirrojo quien te tiene así? ¿He estado equivocada todo este tiempo?

La inmediata arcada de Draco le hizo reír. Pansy decidió no perder más el tiempo y empezó a hablar sobre su día.

—... Me he conseguido una falda súper corta, ¿sabes? Las piernas se me ven jodidamente bien, pero acepto que sólo puedo usarla en la intimidad —Pansy rio—. Oh, ¿has visto mi bufanda? —Pansy casi chilló con emoción, sacando la bufanda azul de su bolsa de compras— Estoy segura de que será la envidia de toda chica Slytherin de nuestra generación, y puedes apostar a que la llevaré puesta a nuestro próximo encuentro. La usaré con esos pantalones fabulosos que te mostré el otro día, ¿los recuerdas?

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