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CAPÍTULO 8

❝ PLACERES CULPABLES ❞

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La habitación estaba fría. Fue el escalofrió lo que literalmente la despertó, sus manos se sentían como hielo sólido y su piel estaba como la piel de gallina. Se subió las mantas hasta la barbilla y las apretó con fuerza, dejando a Adam expuesto, su piel inmaculada de color blanquecina en la habitación sin luz.

Ella continuo mirándolo hasta que sus ojos se acostumbraron a la oscuridad y pudo ver su cuerpo con más claridad, la forma en que su antebrazo cubría su abdomen y como las sombras caían con profundidad en sus mejillas. Había tratado de acurrucarse contra el cuerpo de Adam, pero lo encontró helado como una estatua de mármol. Así se veía, una obra de arte, perfecto y hermoso como si estuviera en una vitrina de exhibición.

Ningún rastro del calor humano que había sentido mientras estaba en sus brazos hacia solo unas horas. Ella lo miro solo el tiempo suficiente para disuadir el deseo de acercarse a él nuevamente de la misma manera que lo había hecho después de la primera vez que hicieron el amor, y estaba segura que se había quedado dormido.

Él la había agarrado por sorpresa justo cuando sus ojos se cerraban, y presiono su cuerpo sobre el de ella para que no pudiera moverse, pero con suavidad aflojo su agarre mientras la joven se abría de nuevo a él. A diferencia de la intensidad apresurada de su primera vez juntos, la segunda había sido mesurada y dócil de una manera que Lia encontró notablemente romántica.

Sus labios rozaron su cuello mientras recitaba sin aliento fragmentos de poesía, palabras apasionadas que ella estaba segura que no eran las suyas, pero que en ese momento parecían serlo.

Me levanto de mis sueños;

En el primer dulce sueño de la noche;

Cuando los vientos soplan bajo;

Y las estrellas brillan intensamente.

Adam había entrado en ella empujando con fuerza constante y sus caderas se movían intuitivamente hacia delante cada vez que él se retiraba. Después, volvió a caer en un sueño placentero.

[...]

Se despertó temblando, pero no por el frió. Era otra pesadilla, que le había hecho buscar consuelo en el cuerpo de Lia por segunda vez. La observo dormir con tranquilidad a su lado, su hermoso rostro con parpados pintados de color negro asomándose por debajo de las mantas, y sintió la necesidad de retroceder, queriendo mantener su angustia lejos de ella. Trato de llenar su mente con pensamientos sobre lo que habían hecho, lo suave y delicado que había sentido su cuerpo retorciéndose debajo de él, pero no podía pensar en nada más que en su terrible remordimiento. Casi lo había anclado a la cama, su pecho se oprimió.

Se bajó de la cama luchando y soltando pequeños gemidos. Todavía desnudo, busco sus pantalones con apresurada precisión en la oscuridad, abrochándose el cinturón con cautela para no mover a Lia. Ella era tan hermosa pero por alguna razón, simplemente no podía soportar mirarla. Se estaba sintiendo débil. Necesitaba sangre.

Una sola bombilla iluminaba el rincón de la cocina donde Adam guardaba su suministro. Colgaba justo por encima de su cabeza mientras cerraba la nevera, después de haber reservado dos porciones para su consumo inmediato. Se bebió el primero de forma rápida y apoyo ambas manos en el borde de la mesa, preguntándose qué le había pasado, porque no estaba arriba dejando rastros de besos a lo largo del cuello de esa hermosa chica dormida en su cama.

No lo habría oído si no hubiera sido por la sangre fresca. Ella estaba parada en silencio al pie de las escaleras, usando nada más que una camisa negra que apenas le pasaba la cadera, una de sus camisas. Las mangas cubrieron sus manos mientras las levantaba para sofocar un bostezo.

―Hola.

A pesar de la bienvenida visual, se sintió molesto con ella por haberlo seguido y sintió la necesidad de regañarla por los límites previamente acordados y el derecho a la privacidad, pero la ironía de hacerlo después de haberse acostado con ella solo lo hizo apretar la mandíbula. Tomo otro trago de sangre. No le importaba que ella lo viera.

El material de la camisa era transparente y se le ceñía. Podía ver el contorno de su figura, todas las caídas y curvas que había descubierto cuando tuvo su cuerpo en la cama. Aunque podía decir que ella todavía estaba media dormida, sus ojos estaban tan vivos como siempre, llenos de sinceridad y curiosidad.

―Hola, Lia. ¿No tienes frió?

―Sí. Demasiado.

―Ven acá.

Parpadeo varias veces para intentar despertarse mientras se acercaba arrastrando los pies hacia él y caía en un abrazo que le rodeaba la cintura. Con un poco de esfuerzo por parte de Adam, la levanto del suelo y la sentó encima de la mesa de la cocina, con los pies colgando a ambos lados de él. Ella lo veía bien ahora, y noto los hundidos que estaban sus ojos y lo falto de gracia que era. La belleza y el refinamiento que lo hacían extraordinario estaban escondidos detrás de ese velo de angustia. Con una sonrisa débil pero de buen humor, extendió la mano para tocarle la parte superior del brazo como para consolarlo.

―No te ofendas, Adam, pero te ves como una mierda.

―Me siento como una mierda.

En ese momento sus hombros cayeron y su cabeza se inclinó hacia abajo, imitando la apariencia lamentable de Adam.

―Entonces... es porque...

―Oh, no, absolutamente, no. No, no es porque me sienta mal por eso.

―Bueno.

Tan inestable como fue su respuesta, casi cómica, parecía honesta. Lia extendió su mano para sostener la mano libre de él, mientras la apariencia del hombre mejoraba frente a ella. En última instancia, no pudo resistirse a saltar sobre sus pies y envolver sus brazos alrededor de él desde atrás para absorber algo de su nueva calidez. Ella se aferró a él con la mejilla presionada entre sus omóplatos mientras él tomaba su último trago. El acto fue tan simple y a la vez tan afectuoso que lo asusto por un momento.

― ¿Adam?

―Si ―respondió al instante.

―Solo me preguntaba, ¿qué pasa si te quedas sin sangre?

Una pregunta estúpida, se sintió estúpida haciéndola. Pero él era un vampiro real, no una criatura de un mito, no podía asumir nada y cuanto más tiempo estaba a su alrededor, mas intrigada estaba por su existencia inverosímil. Si ella no sabía ya que algo en él estaba más allá de lo común, hacer el amor con él la había dejado atónita. Estudio el tinte carmesí de sus labios mientras el construía una respuesta letárgica.

―Bueno. Somos en principio seres eternos. Es nuestra naturaleza. La falta de sangre no nos matara, pero, sinceramente, a menudo siento que es un destino peor que la muerte. Si no tenemos sangre humana, comenzamos a ingerir nuestra propia sangre y nos deterioramos en todos los sentidos físicos y mentales. Nuestra sangre nos envenenara.

―No lo puedo creer.

―Es la locura por el hambre o el envenenamiento lo que hace que los vampiros ataquen a los zombies.

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⏰ Última actualización: Feb 14, 2021 ⏰

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𝐀𝐃𝐀𝐌: 𝐒𝐄𝐃 𝐃𝐄 𝐀𝐌𝐎𝐑 ━━ AdamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora