Capítulo 11: Decisiones (2ª Parte)

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Salir a la calle fue como dar un paso hacía el vacío. Un paso que dejaba atrás un presente de ensueño por un futuro incierto. Pero, en el fondo, había elegido esa vida ¿Se puede quejar alguien de lo que elige vivir?

Aria había conseguido despertar en ella algo que creía olvidado, relegado al recuerdo. Esa necesidad, esa sensación, ese deseo... Su problema fue pensar que eso podía cambiar la realidad.

Los cuentos de hadas no son mas que cuentos.

En cruce con Abraham no había hecho otra cosa que acrecentar el sentimiento de desasosiego y perdida. ¿Había sido dura? Quizás, pero era el único modo de que una de las dos fuera feliz.

"No te acuestes con heteros" era algo que se repetía una y otra vez desde que se había acostado con la primera chica. Las heteros, en el fondo, sólo quieren probar. No era tan buena como para hacer que la gente cambiara de orientación con sus artes.

- "Aunque Aria..." - Pensaba intentando autoconvencerse de que podía haber algún tipo de futuro en esa relación.

- "No, quedarías relegada a echar un polvo cuando el macho alfa estuviera fuera de casa" - Ella valía, pero al parecer, no lo suficiente para dejarlo todo.

Buscó un cigarrillo y pidió fuego al primero que pasó: el tabaco la calmaría o al menos, le haría más soportable las decisiones.

Bajó al metro y, con cuidado, se coló. No tenía más dinero. Durante una hora más o menos, estuvo sentada en el andén contemplando a la gente, intentando ver el atractivo en otras mujeres. Aunque fuera, encontrar un polvo rápido en los baños. Algo que hiciera que no le doliera tanto el pecho.

Finalmente optó por su otra salida: el alcohol. Cogió el siguiente metro y enfiló hacía ese local donde una vez, había cantado para una castaña de la que se había enamorado.

- "¿Enamorado?¡Tú estas loca!" - Bajó del metro y subió hasta la superficie, caminando después hasta el local: estaba prácticamente vacío. El camarero se encontraba limpiando unos vasos y se sorprendió con la entrada de esta.

- Hemos madrugado hoy ¿No? - Se dirigió a ella con un tono amable.

- Si - Respondió pesadamente mientras se sentaba en una de las sillas - ¿Tengo mi cuenta al día? - Preguntó.

- Si, no te preocupes - Le dijo a la joven.

Esta suspiró aliviada.

- Ponme una botella de whisky - Le pidió.

- ¿A estas horas? - Se sorprendió - ¿Mal de amores? - Se interesó mientras dejaba la botella sobre la barra.

- Algo así - Dijo sin más mientras llenaba el vaso y lo bebía de un trago para luego volver a llenarlo.

- No te preocupes, ya encontrarás alguna otra que te valora - La animó consciente de su situación - ¿La rubia o la castaña?

Liz sonrió de medio lado: la tenia calada.

- La castaña - Respondió - La rubia ya ni esta.

- ¡Qué suerte tienes chica, fíjate todas las que tienes detrás de ti! - Exclamó.

- Ya, pero nada más que para un rato - Respondió, aunque realmente ella había sido quien había rechazado a Irina - A la hora de la verdad siempre estoy sola.

- Como todos Liz - Dijo llenándola el vaso de nuevo y acompañándolo con otro - Brindó por eso - Dijo chocando los vasos.

- Y yo - Se limitó a decir Liz.

- ¿Por que no tocas algo? - La azuzó - La música siempre es un bálsamo.

- Puede que tengas razón - Admitió - ¿Serás mi publico?

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