Capítulo 5: Miércoles

243 6 0
                                    

Liz apagó la radio-despertador. Aquel día no era necesario que sonara, no hacía falta. Había pasado toda la noche en vela.

Su cama estaba fría, Irina se había ido. Tal y como prometió, cuando regresó de su cita con Aria había hecho las maletas y se había marchado. Sin dejar una nota, sin ni tan siquiera esperar un adiós.

Era extraño, pero nunca había entendido la frase "Nunca te das cuenta de lo que tienes hasta que lo pierdes". Ahora, sentía algún atisbo de lo que esa insignificante frase hecha quería transmitir. Le dolía el pecho, sentía algo así como una congoja, un vacío existencial. Su vida había dado una vuelta de 90 grados y no sabía si sería capaz de pararla antes de que diera otra más.

Cogió el móvil de la mesilla y pulsó en la pantalla para que se encendiera, no había llamadas, ni mensajes, ni nada. Solo la imagen del ojo de un gato que la escudriñaba desde el fondo de su pupila. Una mirada acusadora, como riéndose de ella, de su desdicha, de sus decisiones.

¿Había tomado la decisión correcta? Lo más probable es que la respuesta a eso fuera un NO tan grande como las torres que gobernaban el cielo de Madrid. Había pasado de tenerlo todo, a no tener nada. ¿Por un capricho?. No, se negaba a creer que todo eso hubiera sido por un par de piernas que la hipnotizaron una noche en una discoteca. Había algo más en el fondo, lo que sentía en el pecho no era solo dolor, era algo más fuerte, algo desconocido, lejano tanto en el tiempo que se borra de tu memoria para dejar espacio a cosas más recientes, más interesantes, más útiles.

Buscó el teléfono de Aria entre sus contactos y abrió un mensaje de texto. Con habilidad escribió: "¿Cómo estás? Te echo de menos...".

Inmediatamente después de acabar de escribirlo lo borró con un gesto de enfado en el rostro, con el lápiz que adornaba la linea de sus ojos describiendo lineas en su semblante a causa del sudor, con unas ojeras que dejaban en evidencia lo larga y dura que había sido la noche.

Sabía que, aunque lo enviara, no lo contestaría. Al igual que había hecho con todas las llamadas que había realizado la tarde anterior. Desesperada en cierto modo por escuchar su voz, incluso si fuera para insultarla, quejarse o mandarla a la mierda. Había andado hasta casa  desde el centro, hasta que las piernas gritaban para que se sentara, que descansara, que las diera un respiro. Solo llamaba una y otra vez al teléfono de Aria, al número que en aquel momento era como el gordo de la lotería de navidad. Solo quería decirla que lo sentía...

- "¿Sentirlo por qué?" - Pensaba aquella mañana mientras se sentaba en la cama apoyando su espalda en el cabecero - "¿Sentir ser así?¿Qué me guste tener el control en la situación?¿Qué adore sentirme deseada?¿Es por eso por lo que tengo que pedir perdón?" - Hundía los dedos en el pelo y se daba pequeños masajes en el cuero cabelludo. La cabeza también le quería doler - "Se que te gusta Aria, lo se. Noté tu gemido en mi oído cuando te sometí en la pared de la puerta de tu casa... Se que quieres darme el control, se que quieres tumbarte y que tome tu cuerpo como si no hubiera un mañana, como si solo existiéramos tú y yo" - Hundió también la otra mano, tornando el masaje en pura desesperación - "¿Por qué no puedo dejar de pensar en ti?" - Aferró sus dedos y tiró ligeramente del pelo. Aquel dolor al menos aplacaría un poco su impotencia.

- ¡Mierda! - Dejó escapar mientras lanzaba el móvil contra la pared y este caía al suelo separándose en piezas.

Se levantó y caminó hasta la ventana. Encendió un cigarro, lo prefería antes que el amargor de un café, al menos eso aplacaba un poco sus emociones. Fumó con el roció de la mañana, mirando como el Sol iba ascendiendo por el horizonte, jugando al escondite con los edificios, mientras seguía dándole vueltas al coco.

- "Ir a la cita de hoy sería como decirla lo siento" - Daba una calada al pitillo que se iba consumiendo poco a poco - "Pero también sería como estar dispuesta a cambiar, a ser lo que ella necesita que sea: Dominante cuando ataco y lo completamente opuesto cuando le apetece a ella" - Apagó el cigarrillo en el alfeizar y lo tiró por la ventana - "¿Estoy dispuesta a algo así?" - Se preguntaba sin hallar la solución.

Pídeme que te beseHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin