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N I N A

''Bienvenida a la mafia.''

Creo que he perdido la cuenta de la cantidad de veces que he hecho retroceder el vídeo y he escuchado esa frase de escuetas cuatro palabras. Sin embargo, por más que lo escucho, por más que trato de entenderlo, no soy capaz.

Mi padre es un asesino. Y mi familia es de la mafia. La mafia. Corrupción, asesinatos, extorsión, armas, secuestros, prostitución... Dios mío. Esto no puede estar pasando. ¿Cómo es posible? ¿Cómo no he podido darme cuenta antes? La mente me va a mil por hora. No dejo de hilar cosas, de darme cuenta de pequeños detalles que en su momento pasaron desapercibidos. Tengo la respuesta a mi pregunta delante de mis narices. Nunca he podido darme cuenta de nada porque no estaba aquí. Es obvio. Mi padre utilizó la excusa del internado para mantenerme lejos. Y ahora quiere utilizar la misma técnica enviándome a Estados Unidos.

Recibir toda esta información de golpe ha sido como si un balde de agua fría me hubiera caído encima. Me siento desorientada, confusa. Me duele el pecho de tanto llorar y los ojos me escuecen. Me abrazo a mí misma y hundo la cara entre mis rodillas.

''Julián, mi niña, mandó secuestrar a Anastasia para más tarde, vendérsela a Farouk y que este la introdujese en la red de prostitución que regenta.''

Me estrujo el pelo con las manos y sollozo sin parar.

Mi padre ha resultado ser un individuo asquerosamente deplorable sin ética ni moral alguna. Siento asco hacia su persona y me repugna y avergüenza a partes iguales decir que soy su hija. Le aborrezco.

Escucho el eco de mi móvil. Es Adrik. Ver su nombre en la pantalla solo hace que mi llanto se incremente. Él también está involucrado en esto. En la mafia. Adrik, al igual que cada maldita persona de mi entorno, lleva mintiéndome todo el tiempo. Y lleva haciéndolo desde el principio. Dios, no puedo sentirme más estúpida.

Ahora lo entiendo todo.

La persecución.

El trasfondo de cada una de sus palabras.

Ahora entiendo el significado de aquella maldita promesa.

Inevitablemente, mi mente se traslada a esa noche en su apartamento hace ya casi un mes.

-Pase lo que pase, tienes que prometerme una cosa, niña pija -dijo mirándome a los ojos.

Fruncí el ceño.

-¿El qué?

Adrik se humedeció los labios y tragó saliva. Parecía nervioso.

-Prométeme que pase lo que pase, nunca olvidarás que esto, -Se señaló el lado izquierdo del pecho-, te pertenece. Y que lleva haciéndolo más tiempo del que tú puedas llegar siquiera a imaginar. Prométeme que te aferrarás a eso, aunque las cosas se pongan feas. Prométeme, Nina, que si algún día llegas a odiarme, tendrás siempre la certeza de que lo que siento es real y que siempre lo ha sido. Que dudarás de cualquier cosa, menos de eso.

En ese momento no era capaz de entender por qué decía esas cosas. Ni siquiera me paré a pensar qué podía significar aquello. ¿Cómo iba a poder odiarle? ¡Si era el chico perfecto! Realmente, lo peor de todo esto es que ni siquiera tengo fuerzas para odiarle, aunque el dolor y la decepción están ahí, latentes.

Suelto un sollozo silencioso. Quiero gritar, desfogarme hasta quedarme sin voz; exteriorizar la vorágine de sentimientos y emociones que están removiéndose en mi interior, pero si lo hago, alertaré a mis padres.

No respondo a su llamada, tampoco a los mensajes de WhatsApp que me envía.

Me quedo en silencio, tumbada en la cama y con la vista perdida en la ventana. No dejo de pensar en mi abuelo y en todo lo que ha pasado en las últimas cuarenta y ocho horas. Mi vida se ha desmoronado. Es increíble cómo cambian las cosas de un día para otro. Como un simple gesto es capaz de cambiar el curso de las cosas de manera frenética. Cómo el efecto dominó.

Ahora mi vida es caos.

Y todo por el poder.

Por la mafia.

Ruedo en el colchón y me quedo mirando al techo. Pienso en Tassia, en el infierno al que se ha visto obligada a someterse por culpa de mi padre. Pienso en como habrá sido su vida durante los últimos cuatro años y medio. Y me siento culpable, aunque realmente no lo sea.

Me reincorporo en la cama de golpe y clavo la mirada en la pantalla del ordenador. La imagen de mi abuelo está pausada. Trago saliva y aprieto los ojos durante unos segundos. Cuando los abro, actúo de forma casi mecánica. Me acerco al portátil, extraigo el USB, me pongo en pie y cojo el bolso. Ni siquiera me molesto en cambiarme de ropa.

Lo que voy a hacer a continuación es lo último que me apetece hacer hoy, pero se lo debo a mi abuelo. También se lo debo a ella. A Tassia. Es hora de poner las cartas sobre la mesa. Se acabaron los secretos.

Aspiro por la nariz. Cojo el móvil y busco el número de Stevie. Responde al segundo, como si hubiera estado esperando mi llamada.

-Nina -dice al otro lado de la línea-. ¿Qué necesitas?

Trago saliva y suelto un suspiro.

-Llévame a casa de los Bykov.

P O D E R #CiudadDelPecado2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora