II

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A D R I K

Suspiro al ver que Nina no responde a los mensajes que le he enviado hace cerca de diez minutos. Sé que está destrozada. Diego era su vida, una de las personas que más quería en el mundo. Y la forma en la que lo ha perdido ha sido, sin duda, lo más duro. Aún tengo en mi mente la forma en la que Nina gritaba, a pesar de haberse queda do sin voz, mientras sujetaba el cadáver de su abuelo entre sus brazos.

Quiero hacerle saber que estoy ahí, que no pienso dejarla caer en el abismo, tal y como le he dicho en el entierro. Pero necesita tiempo. Necesita llorarle y necesita recomponerse. Yo seguiré estando ahí para ella.

Me guardo el móvil en el bolsillo y me paso las manos por el pelo. La muerte de Diego ha dejado un dolor enorme en todos aquellos que le conocíamos, pero también ha dejado un reguero de dudas e incertidumbre.

-¿Qué piensas? -le pregunto a mi padre.

Está sentado en el sillón y tiene sobre la mesa todas las cartas que recibió del anónimo así como las fotos de Tassia. Se frota la frente con impaciencia.

-En que llevo más de dos días sin recibir noticias del anónimo. Exactamente, el mismo periodo de tiempo que lleva muerto Diego Carcañoso -responde con un hilo de voz-. No pudimos reunirnos, ¿recuerdas? He estado esperando a que se pusiera en contacto conmigo para organizar un nuevo encuentro, pero no lo ha hecho. ¿No te parece raro?

Achico los ojos en su dirección. Nuestras miradas conectan y él asiente lentamente con la cabeza.

-¿Crees que Diego...? -dejo la pregunta en el aire.

Mi padre no responde, pero no es necesario. He dado de lleno en lo que estaba pensando.

En ese momento, suena el timbre.

-Debe ser tu hermano -dice con despreocupación.

-¿Dónde ha ido? -pregunto. Después del entierro se ha ido sin decir nada a nadie.

A mi padre no le da tiempo a responderme. La puerta del despacho se abre de golpe a los pocos segundos y frunzo el ceño al ver que se trata de Nina. Va despeinada y tiene los ojos rojos e hinchados. En un movimiento rápido, mi padre amontona todos los papeles juntos sobre la mesa.

-¿Nina? ¿Qué pasa? ¿Qué haces aquí? -pregunto mientras me acerco a ella.

Trato de abrazarla, pero no se mueve. Está paralizada. La agarro por las mejillas, ni siquiera me mira.

-Nina... -murmuro- ¿Ha pasado algo?

Lleva sus manos a las mías y me obliga a soltarla. Pasa por mi lado, sin haberme mirado una sola vez, y me golpea con el hombro a su paso. Siento que algo se desquebraja en mi interior.

Mi padre la observa tan confuso como yo.

-Nina, ¿está todo bien? -esta vez es mi padre quien se dirige a ella. Emplea un tono sosegado, aunque sé que está preocupado.

Nina se queda en mitad del despacho, aprieta los labios y estos comienzan a temblarle. Lleva la mano al bolso y extrae un pintalabios de él. Frunzo el ceño cuando lo deja sobre la mesa.

-Es una memoria USB -dice. Tiene la voz congestionada y rota-. La dejó... Él la dejó para mí.

-¿Él? -pregunta mi padre sin salir de la confusión.

Nina pestañea y las lágrimas bañan sus mejillas.

-Mi abuelo. -Es su respuesta.

Mi padre y yo intercambiamos una mirada y agarra el USB sin meditarlo demasiado. Lo conecta a su ordenador y mientras espera a que se abra, vuelve a dirigirse a Nina.

P O D E R #CiudadDelPecado2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora