4: Una nueva chica en la ciudad

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Wade Wilson abrió su refrigerador bien entrada la mañana.

-          ¡¿Dónde quedó la pizza?! – bramó al verlo vacío.

"La comimos ayer, teníamos hambre y frío después de una larga noche".

Un largo gemido de molestia escapó de sus labios y pateó la puerta del refrigerador con fuerza.

"Que aquella mujer enmascarada no supiera quien somos nos dejó con el corazón roto".

"Somos increíblemente atractivos como para que no sepan de nuestra existencia".

"Con la máscara puesta, por supuesto".

"Nadie quiere ver nuestro rostro descubierto...".

Wade se frotó el rostro con rabia intentando callar las voces de su mente.

¿Tal vez si se pegaba un tiro lograría que se quedaran en silencio por unos minutos?

Con un suspiro frustrado, decidió ignorar sus propios pensamientos. Tenía más hambre que ganas de esperar a que su cerebro se regenerara de la bala que se quería meter en la cabeza.

Gruñó, tomó un buzo gris y un poleron largo de color negro que cubrió todo su pecho hasta sus muslos. Se colocó un cuello de polar hasta la nariz y la capucha del poleron sobre su cabeza.

Una de las ventajas de New York eran sus gélidas mañana que le permitían cubrirse el rostro con facilidad sin tener que llamar la atención, permitiéndole ocultar sus facciones sin que a nadie le pareciera extraño.

Se dedicó una ojeada rápida al espejo y conforme con su vestimenta salió en busca de comida.

-          ¿Quién dijo café y después tacos? – exclamó al salir.

Levantó las manos al aire y se fue saltando por la calle.

Varios de los transeúntes se lo quedaron mirando, pero el mercenario los ignoró.

Caminó sin un rumbo fijo, meditando todavía su extraño encuentro con la chica enmascarada, hasta que sus pies lo llevaron a un pequeño parque.

A lo lejos, divisó un puesto que vendía café y postres, donde solo cuatro personas hacían fila.

Sin pensarlo, se colocó tras un hombre de gruesa contextura y extremidades musculosas. Frente al hombre, captó que había una mujer con tenida formal que se cruzó de brazos con un suspiro.

El ambiente estaba tranquilo, por lo que el mercenario observó a su alrededor esperando su turno mientras tarareaba una canción en su mente.

Con el ruido de sus pensamientos como fondo musical, Wade parecía absorto en sí mismo, sin embargo no le pasó por alto como el hombre frente a él, de manera sutil, estiró su mano y agarró el trasero de mujer de tenida formal.

Wade no pudo evitar indignarse ante tal acto.

Si bien él podía ser bastante osado, su política era que si iba a agarrarle el trasero a una mujer de manera sorpresiva, por lo menos era mirándola a los ojos, ya que eso lo hacía más divertido.

Pero volviendo a la realidad, estaba claro que aquel grueso hombre necesitaba que alguien lo pusiera en su lugar.

La mujer de ropas formales pegó un salto, sorprendida y dejó escapar un gemido de indignación.

El mercenario hubiera esperado que además de la exclamación de indignación, le siguiera un grito de espanto o incluso que unas cuantas lagrimas. Sin embargo, con un rápido giro sobre sus talones la mujer golpeó al acosador en el rostro de un puñetazo.

Cazando a un mercenarioWhere stories live. Discover now