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7 años

Veías con aburrimiento las delgadas y largas líneas blancas pasando rápidamente en el asfalto una Y otra vez. Estabas sentada en uno de los cómodos y lindos asientos de tu transporte escolar, tu abuelo había insistido en pagar un transporte que garantizará que llegaras sana y salva a la escuela, ya que él no te había podido llevar más, debido a que últimamente se cansaba más rápido y ya no tenía la misma energía de antes.

Al llegar al frente de tu casa, el autobús se detiene y te levantas de tu asiento para dirigirte en el pasillo hacia la salida.

—¡Hasta mañana! —dices con ánimo.

Pero nadie responde... Como de costumbre. La verdad ya estabas acostumbrada a ser ignorada por tus compañeros, desde hacia algún tiempo nadie en la escuela —Además de los maestros y el personal de limpieza— te hablaba. Al principio te había afectado bastante, ver áridos los niños felices y conversando de forma animada junto a sus amigos, querías formar parte de eso. Pero luego de un tiempo entendiste que si no te aceptaban como eras entonces no serían amigos de verdad. Hacia un tiempo que unas chicas intentaron volverte parte de su grupo, pero con el tiempo ellas quisieron cambiar muchos aspectos de ti, y eso no te gusto, si tú cambiaba algo de ti era porque tu querias, no para complacer a nadie —O eso era lo que te había aconsejado James cuando le pediste un consejo—

Una vez bajaste del autobús, este simplemente avanzó dejándote atrás con una pequeña sensación de soledad en tu pecho. Al parecer no le importabas a nadie de allí.

Pero no importaba, tenías a James para ti durante casi toda la noche y a tu querido abuelo todo el día. Ellos dos eran lo único que necesitabas, ambos eran el centro de tu vida. Y los amabas con todo tu corazón.

Ellos te daban motivos para ser feliz. Así que una enorme sonrisa volvió a fromarse en tu rostro.

Te dirigiste con rapidez y alegría a la entrada de tu casa. Rápidamente abriste la puerta y pasaste como rayo veloz mientras gritaba una frase típica de ti.

—¡Ya llegué!

Y por primera vez... No hubo respuesta.

Te pareció extraño, pero no le tomaste importancia alguna, seguramente tu abuelo estaría durmiendo. Te encogiste de hombros y te apresuraste a seguir tu rutina de siempre. Poner tu mochila en tu cama, bañarte, comer lo que James había dejado preparado para ti en el microondas y ver algún programa de televisión.

Te apresuraste entonces a subir las escaleras y a dejar tu mochila en tu cuarto. Te diste cuenta entonces que la casa estaba muy silenciosa. Demasiado para tu gusto. Una sensación de inseguridad y un mal presentimiento se alojó en lo más profundo de tu pecho.

Te dirigiste entonces bajando las escaleras hacia la sala.

Todo parecía normal. Tu abuelo estaba durmiendo plácidamente en el gran sofá de la sala. Te acercaste a él totalmente enternecida.

—Abuelito —Lo llamaste con suavidad. Tratando de no asustarlo. Pero no respondió— Abue... ¿Abuelo? —Jalaste de su chaleco mientras tu mal presentimiento crecía— ¡Abuelito despierta! ¡Ya llegué!

Silencio.

Comenzaste a sentir como te faltaba el aire y sentiste tus piernas tamblar. Con un sentimiento de angustia fijaste tu mirada en el pecho de tu abuelo.

Y sólo te dio más miedo al darte cuenta de La falta de movimientos en este... No estaba respirando.

—¡ABUELO! —Chillaste asustada.

¿Que se supone que tenías que hacer?

Con una enorme torpeza, te dirigiste hacia el viejo teléfono de La sala y marcaste un número que habías practicado muchas veces antes con tu abuelo.

Kitten [Jim Lake Jr x Reader] (Trollhunters)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora