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Entre risas, comentarios estúpidos, palabras melosas y un muy irritado Katsuki se pasó la hora del almuerzo.

Los estudiantes del 1-A iban de camino al gran gimnasio que tenía la escuela, los chicos entraron a su respectivo vestidor para cambiar su uniforme al de gimnasia. Cada quien hablaba con su compañero de al lado, exceptuando a dos chicos de cabellos alborotados, para la mala suerte de ambos, sus casilleros estaban juntos y tenían que estar cerca mientras se cambiaban.

El pecoso intentaba mirar a otro lado que no fuese a su izquierda donde yacía Katsuki desabotonándose la blanca camiseta. Con los dedos temblorosos deshizo el nudo de su roja corbata, tratando de ponerle atención a la pequeña mancha que había al fondo de su taquilla.

No podía, no debía. Era indecente pensar en el pecho tan bien formado del rubio e imaginar como era, pues se daba una idea al ya haberlo tocado dos veces. También tenía que reprimir el deseo de saber como era su abdomen, reprimir sus ganas de acariciarlo con las yemas de sus dedos, pasear su lengua por toda su piel y dejar marcas en la misma de sus dientes.

Porque estaba mal pensar en su compañero de esa manera.

Por otro lado, Katsuki miraba de vez en vez de reojo observando a su compañero quien con el ceño fruncido miraba algo dentro de su casillero. Era curioso pues estaba desvistiéndose y acomodaba su ropa pero no apartaba la vista de donde la tenía.

Bajó la mirada cuando la camiseta abandonó su cuerpo, lo primero que vio fueron los brazos formados del pecoso y se preguntó: ¿desde cuando Deku estaba así de musculoso?

No estaba al grado de él mismo o Kirishima, pero joder, que esos bellos músculos eran deseables para el rubio.

El mejor taco de ojo que se dio fue cuando tocó sacarse los pantalones y dejó a la vista sus formadas piernas, esas malditas piernas que no sabía que necesitaba que lo ahorcaran.

Obviamente jamás lo admitiría, pero no perdía nada con fantasear solito en su mente.

—¡Oye Bakubro! —la molesta voz de Kirishima le sacó de sus cochinos y pecaminosos pensamientos. —Los chicos y yo pensábamos en pedir prestado un balón antes de que acabe la clase para hecharnos un partidito, ¿te unes?

El rubio cenizo parpadeó unas cuantas veces antes de contestar.

—Si claro, como sea. —atinó a decir.

El pelirrojo festejó en su lugar y regresó junto con su rubio novio para ponerse la camiseta, porque si, el chico de dientes afilados andaba como si nada con sus perfectos músculos al aire.

Se colocó la camiseta de un azul marino con las iniciales de la institución en letras blancas, iba a ponerse sus tenis cuando lo que parecía ser un tubo de pomada se posó frente a él.

Miró al dueño de dicho artefacto, encontrándose con el delegado de la clase con su ya tan conocida expresión seria.

—¿Esto para qué? —preguntó no muy amablemente.

—Es para la irritación en la piel causada por los piquetes de insectos. —señaló un lugar en su cuello dando a entender la marca rojiza que Bakugo tenía. —Debe de ser alguna reacción alérgica, es mejor que te pongas algo para que no quede cicatriz, el mosco que hizo eso debió de haber estado grande.

Uy, si supiera que ese dichoso mosquito poseía pecas y un cabello semejante a la copa de un árbol.

Katsuki le miró con incredulidad por unos cuantos segundos antes de sentir como poco a poco la temperatura subía a su rostro, Iida se vio confundido por su reacción. Ante ello, el mitad albino se acercó para ver que tanto le decía el megane al muchacho explosivo.

Cadenas |Dekukatsu|Where stories live. Discover now