uno

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capítulo 1.
me enfrento heroicamente a bailarines de ballet y estoy a punto de morir (heroicamente)

La tarde de un veintinueve de mayo tomé mi mochila, mis lentes, mi chaqueta, mis auriculares y escapé de casa. O al menos eso es lo que mamá dijo a la policía dos días después de mi desaparición.

Las cosas no se dieron como lo había planeado. Esa mañana me encontraba de un humor particularmente horrendo y mi forma de desahogarme fue tomar un paseo, y ya. Sólo eso. Tal vez sí azoté la puerta al salir, y le levanté el dedo del medio al idiota que vive en mi casa, y tal vez mamá me vio. Pero mi plan original no era huir.

De hecho, lo primero que le dije a Changbin nada más me atendió el teléfono -luego de, oigan, nueve pitidos- fue que estaba camino a su casa y planeaba quedarme ahí hasta entrada la noche, probablemente.

— Uh, no, no creo— me dijo él. Yo caminaba enfurruñado por las calles, con las manos clavadas en los bolsillos de mi chaqueta y el auricular con la voz de Changbin mal equilibrado en mi oído derecho.

— ¿Por qué?— pregunté. Changbin hizo un ruido extraño en el micrófono de su celular y contestó en un murmullo.

— Es el cumpleaños de Yeobin, ¿lo olvidas? No puedes venir, yo no puedo salir. ¿Y para qué vendrías, de todas formas?

"Porque no tengo otro lugar al que ir", quise decirle. Pero Lee Minho jamás ruega por nada. El Lee Minho que salió de casa ese día no lo hacía.

— Me enojé— dije. Changbin soltó un suspiro, como si eso fuera absolutamente todo lo que necesitaba oír—. Mira, sé que en tu familia de mimados estas cosas no suceden, pero ponte en mi lugar. ¿Qué con el idiota, eh? No lo tolero. Mejor dicho, me niego a tolerarlo viviendo bajo el mismo techo que yo estas vacaciones.

— Pero es tu padre, ¿no?— dijo, y yo bufé. Obviamente Changbin no me entendía.

— No puedes decirle a eso padre. Nos abandonó por años, luego volvió, luego nos abandonó otra vez, y ahora decide quedarse porque mamá está embarazada. Es riesgoso, lo sabes. Y no hay ninguna garantía de que no volverá a irse en cuanto el bebé nazca. Horrendo, ¿no? Ese idiota no es mi padre.

— Todo suena horrendo cuando tú lo explicas.

Changbin murmuró algo más que no alcancé a oír cuando el auricular derecho cayó. Enredé el cable en una mano y lo metí en mi bolsillo para hablarle directamente al aparato. La señora del local a la vuelta de mi casa me saludó desde el otro lado de la vitrina al verme, sonriente. Tres días después ella testificaría frente a un comisario que el día de mi desaparición me vio pasar enfadado y hablando por teléfono frente a su negocio. Sin embargo, aún falta para eso.

Mi nombre es Lee Minho, tengo veintiún años y, hasta hace algunos meses, era una persona normal viviendo en casa de mi madre. Iba a una universidad de mediano nivel siguiendo una carrera que no me apasionaba mucho. Mi único y mejor amigo, Seo Changbin -un tipo nacido y criado en el seno de la familia más elitista en al menos veinte kilómetros a la redonda-, tenía arreglado su ingreso en Yonsei desde la secundaria y una vida tan planeada que me daba escalofríos. Cualquiera podía intuir nuestros futuros académicos más próximos viéndonos caminar por los pasillos de nuestras respectivas universidades, como si existieran identificatorios luminosos flotando sobre nuestras cabezas:

Changbin, futuro jefe de la cadena empresarial Seo y egresado de Yonsei

Minho, Lee.

Esas cosas marcaban la diferencia entre nosotros. Changbin tenía varios hermanos -como Yeobin, la cumpleañera en cuestión- y una familia que, aunque soberbia, era unida. Yo era el hijo bastardo de un tipo que apestaba a tocino y aceite quemado todo el tiempo. Nunca me sentí especialmente tocado; varios chicos de mi instituto y universidad habían sido abandonados por sus padres de bebés, a veces de más grandes. Parecía que la raza masculina teníamos en común una gran cosa: la cobardía. Probablemente lo único que heredé del hombre que puso el esperma al momento de mi creación y luego se dio a la fuga.

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