cuatro

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capítulo 4.
conozco al chico pájaro. spoiler: es insoportable


Con un historial como ese deberán pensar que el desmayo para mí era igual a un paseo por el parque, ¿verdad? Pues no.

Tenía un último recuerdo de la voz del Mayor antes de caer en la inconsciencia. "Es él" había dicho, y luego nada. Cuando desperté la cabeza me dolía a la altura de las orejas, por lo que supuse que nadie había atinado a sostenerme. Estaba sobre una cama en un sitio muy iluminado. Apenas pude enfocar mi vista entre tanta luz, me encontré con el hocico moquiento de un enorme perro marrón muy cerca de mi cara.

Al verme consciente me lamió la mejilla.

— ¡Ah, despertaste!— gritó una voz detrás del perro.

El niño del machete estaba ahí también. Había cambiado su arma por un menos mortífero martillo de carpintero y vestía shorts y camiseta, luciendo más como un niño normal que como el sanguinario infante asesino que antes parecía. Se paró junto al perro, que le llegaba casi al hombro, y me señaló con su martillo.

— Hola— dijo. Su sonrisa era bonita, lo que por supuesto no anulaba el objeto peligroso en su mano.

— Hola— contesté yo. El perro hizo el amago de volver a lamerme, y el niño lo detuvo rascándole el pecho.

— No, Pomelo Pi. Luego lames.

A Pomelo Pi no le gustó esa orden, se encargó de hacérmelo saber refunfuñando en mi cara. El aliento no le olía a pomelo.

Me incorporé en la cama y miré al niño.

— ¿Dónde estoy?

— Cuarto de chicos— contestó él.

Eso lo pude haber supuesto yo viendo todas las camas acomodadas en fila junto a la mía. El sitio era bastante largo, por lo que asumí que me encontraba en la sección con la silueta masculina en la puerta que vi apenas entré a la carpa. Parecía el cuarto de un centro de refugiados. Un montón de lamparitas brillaban a lo largo del techo, yo estaba junto a la entrada. Además de mí, Pomelo Pi y el niño armado, no había nadie más.

— ¿Hace cuánto estoy aquí?— me arriesgué a preguntar, aunque mi amigo no parecía poder decir frases largas.

— No sé— el niño se encogió de hombros—. Te caíste, Hyunjin te trajo. Hace un rato.

— Un rato...

Si todavía era de día, significaba que aún tenía tiempo para irme y no preocupar de más a mamá. O eso en caso de poder salir. A juzgar por mi último recuerdo, la revelación del Mayor sobre que yo era ese tipo importante que estaban buscando, no me hice muchas ilusiones.

El niño comenzó a jugar con su martillo bastante cerca de mi cuerpo. Me puse de pie y tomé distancia. Él arrugó la nariz, disgustado. Debía ser muy duro que sus objetivos de muerte se le escaparan.

— Es el almuerzo— dijo—. Jisung avisó que traería el almuerzo aquí. Hay estofado.

Hizo una mueca de asco que me agradó; a mi nuevo amigo parecía tampoco gustarle el estofado. Pomelo Pi acarició mi pierna con su hocico y lloriqueó. Tenía un collar rosa desteñido que se asemejaba al color de un pomelo. Rasqué detrás de su oreja como pensé que a un perro le gustaría. Yo nunca tuve perros, mi familia es más de gatos; Soonie y Doongie son una prueba de eso. Pensar en ellos me hizo extrañar mi casa y desear huir, pero sabía que no sería tan fácil.

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