TO: FABI

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HEY GIRL

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Anime: Haikyuu

kannarus

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La mirada de Kuroo no estaba ni cerca de ser considerada maquiavélica. Se asemeja a la de un gato inseguro a punto de saltar.

Antes de ir, se había visto en el espejo. Estaba checando que nada tonto se le escapara mientras practicaba una sonrisa decente. Ojalá las cosas se le sean más fáciles. Normalmente, él mantiene las cosas en su lugar sin ser ese tipo con absurda monotonía. Expliquemos: es fácil para él estar en confianza o al menos fingir que la tiene si no está ahí. Pero, otra vez, se resuelve en verse al espejo y respirar controlado. Digamos que esa confianza se puede desvanecer abriendo campo para la timidez que pocos le llegan a conocer. Pobrecito, no está acostumbrado a gustar de una chica.

¿Cuánto llevaban frecuentando la misma tienda de conveniencia? ¿Un año? No, quizás ya iban a los dos años. Siempre se veían los viernes o los fines de semana en el mismo sitio. Una vez hasta ella le sonrió tímidamente, como esperando algo. ¡Él lo puede jurar! Ella dibujo una pequeña curva con esos labios rosas y algo se arremete en su pecho para no cobrar el aire tan fácilmente por la danza de elefantes púrpuras dentro de sí.

Volviendo a la realidad, calcula el espacio. También el tiempo. Sabe que ella busca los mismos snacks hasta que se encuentra con uno nuevo, se detiene por al mitad del pasillo porque siempre es por ahí donde exponen la nueva mercancía y le echa un vistazo. Sabe que su nombre comienza con algún kanji de vacío. Tal vez en un momento pudo ver por mínimos segundos antes de pagar de continuo y le dan la factura, su cabello huele a limón o coco. No, después Kenma usó una fragancia parecida y era algo más dulce, como pudín o dulce de durazno.

En fin, ella toma otra chuchería. Siempre es casi lo mismo pero le gusta variar. Él sonríe con cierto bochorno, la chica siempre tiene que ponerse de puntitas para alcanzar esos paquetes de pasta. Hay otros que se le acerquen más a su altura pero tal parece que esos son sus favoritos. ¿Será una residenciada igual que él? Lo pensó más de una vez. Hace dos meses le ayudó a atrapar el paquete de fideos porque lo más seguro es que le lleva la ventaja de 30 centímetros. En ese tiempo casi le habla, casi. Hasta que ella sonrió alegre y sonrojada, correspondió con un Gracias, Tetsurou había movido la cabeza y se quedó tieso para irse rápido.

Cuando recordó eso la cobardía lo invadió en el estómago. Carajo, ¿por qué era tan difícil hablar con una chica con la que apenas había compartido unas tres palabras? ¿Cómo carajos le terminó gustando? No se conocían, pero era muy tierna y bonita. No exactamente una belleza maravillosa tradicional que sus abuelos insistían en que conociera, era más como una chica poco precoz, alegre, con dientes muy blancos y mejillas regordetas, el cabello tan negro como el de un lobo azabache y ojos almendrados del mismo color. Y pequeña. A veces chocaban por los pasillos al cruzar diagonal el siguiente porque no se había percatado de su presencia. Fingía que nada había sucedido volviendo a tomar su camino.

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