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Una densa lluvia azotaba los alrededores. Las ramas de los árboles se movían de un lado a otro en un vaivén violento. El viento frío lograba colarse por todas la endijas de aquel desgastado motel en el que el periodista y el técnico se encontraban.

Mientras Waylon hablaba con el gerente del lugar, un gota de agua fría cayó en la nuca del periodista, provocando que dejara escapar alguna que otra injuria. El de cabello negro se encontraba recargado en el marco de la entrada, observando el paisaje, completamente teñido de tonos grisáceos.

Tras haber conducido por todo un día, ambos hombres había encontrado aquel motel de mala muerte. El letrero de neón tenía fallas en cada una de sus letras, lo que lo hacía chispear y parapadear a cada rato, eso, sumado al fuerte aguacero, solo hacían que la idea de un cortocircuito no estuviera tan lejana.

Las habitaciones y el interior del bloque principal no tenían un mejor aspecto. La mayoría de las paredes estaban manchadas de moho debido a la humedad. Eso sin contar las múltiples goteras y el aspecto desgastado y mugroso de los muebles, que tenían varias partes rasgadas y dejaban ver el relleno blanquecino.

Definitivamente no era el mejor lugar para quedarse a pasar la noche, pero no les quedaba de otra. Al Jeep del periodista se le agotaba la gasolina y era necesario que cambiarán sus ropas y tratarán sus heridas. Por suerte el gerente del lugar no presto atención al estado de ambos chicos, o más bien, el pobre anciano no sabría diferenciar un león de un gatito, incluso si lo tuviera justo enfrente. Además de que, convenientemente, a pocos pasos del lugar se encontraba una tienda de ropa de segunda mano.

—¿Habitación para dos?—preguntó el anciano tras el escritorio mientras hacía varios apuntes. Miles golpeteaba el suelo impaciente.

—A-así es.—asintió Waylon nervioso.

—De acuerdo.—el anciano dejó el papeleo a un lado y acomodó los pequeños lentes sobre su arrugada nariz.—¿Tarjeta de crédito?—pidió con una voz quebradiza debido a la edad y extendió sus huesudas manos.

—Pagaremos en efectivo.—Miles sacó de su bolsillo varios billetes arrugado como hojas de papel desechados y lo aventó a la mesa.—Solo nos quedaremos dos días.—dicho esto tomó la llave que supuso sería la suya sobre el escritorio. Waylon salió tras el trigueño a paso apresurado, tras disculparse con el anciano.

—¡Espere señor!¡Su cambio!—vociferó el anciano sorprendido.

Miles subió con rapidez las escaleras hacia las habitaciones del lugar, Waylon lo seguía con dificultad debido a su pierna herida. El de cabello negro se percató de ello y comenzó a andar más despacio.

—En la habitación debe haber un kit de primeros auxilios.—habló de la nada el periodista en lo que miraba el número en el llavero, 55, esa sería su habitación.—Con ello puedes tratar la herida en tu pierna.

—De acuerdo...—respondió el rubio con tímidez y pegando al vista al suelo.

—Aquí es.—Miles se detuvo en seco y abrió la puerta de la habitación, la cuál rechino, recordándole a ambos hombres esas películas de terror de antaño.—Este lugar es realmente horrible.—entró explorando el lugar, dos camas individuales, con unas mantas de estampados horrendos. Un televisor antiguo que de seguro no funcionaba, y al final del cuarto, un baño de azulejos verdes.

Ambos chicos entraron y cerraron la puerta. Sobre las camas, habían dos playeras blancas con el logo del motel. Miles se sentó al borde del colchón y los muelles rechinaron estruendosamente y la madera crujió. En cambia, una vez dentro de un lugar seguro, Waylon sintió como sus sentidos los traicionaban. Su cuerpo se movió por inercia, mientras escuchaba como la voz de su compañero se hacía lejana. Una vez que sus piernas tocaron el borde del colchón, su cuerpo se desplomó sobre él y todo se oscureció.

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⏰ Last updated: Mar 11, 2021 ⏰

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Hold my Hand [Waylon x Miles]Where stories live. Discover now