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Waylon observó atemorizado como la enorme barrera de humo negro se abalanzaba sobre él. Desesperado, intentó encender el auto, girando la llave, sus manos temblaban. Pasaron uno, dos minutos, y el motor del auto no parecía tener intenciones de dejar escuchar el satisfactorio sonido de arranque que el técnico quería escuchar.

Dándose por vencido y determinado a salir huyendo, o más bien intentarlo, (ya que la herida en su pierna no lo beneficiaba) trató de abrir la puerta del auto rojo. Sin embargo, fue demasiado tarde, el humo negro, había envuelto el vehículo, como una tormenta de arena. El rubio no tuvo otra opción más que encerrarse nuevamente en el pequeño espacio y subir las ventanillas, deseando que eso pudiera salvarlo.

Nuevamente el pánico lo poseyó, sentía ganas de llorar de gritar. Internamente se disculpo con su esposa, Lisa, un millar de veces. Después de todo, moriría en ese sitio, o al menos eso pensaba. Inesperadamente, en vez de escuchar el crujir del vehículo al ser aplastado, solo escuchó un silencio ensordecedor que fue roto con el golpeteo en el cristal de la ventanilla cercana al asiento del piloto.

Waylon, más asustado que confundido, alzó la mirada para ver de qué o quién se trataba. Grande fue su sorpresa cuando en lugar de toda aquella tormenta de oscuridad, solo pudo alcanzar a ver a un hombre de camisa blanca manchada de sangre y chaqueta de cuero, parado frente a la ventanilla. Su aspecto no era el mejor y bien se podría tratar de un paciente fingiendo ser una persona normal, había pasado antes por ello.

El instinto de Waylon le decía que lo mejor era ignorar a aquel extraño. Con cuidado se bajó del asiento del copiloto y se arrodilló en el pequeño espacio bajo la guantera.

—Puedo verte.—replico una voz desde el exterior con cierto tono de molestia.

Un escalofrío subió por la espalda del rubio, lo cual lo obligó a encorvarse aún más, hundiendo su rostro entre sus rodillas e intentando no doblar su tobillo lastimado. Escuchó un suspiro pesado por parte del hombre, seguido de un ligero silbido. El silencio nuevamente reino, quizás aquel extraño se había dado por vencido. O al menos eso deseaba Waylon.

Sin previo aviso la puerta del asiento del copiloto se abrió, provocando que Waylon casi cayera hacia tras, de no ser por alguien sostuvo su espalda. Al sentir las manos frías tocar por encima de su ropa de interno, el rubio se movió frenéticamente hasta quedar pegado a la ventanilla cercana al manubrio.

—¿Q-quién eres?—preguntó Waylon aterrado y cubriéndose con sus manos a la altura del pecho.—¿Qué quieres de mí?—el interrogatorio continúo.

—Respondiendo a tus preguntas.—el hombre se subió al vehículo, acomodándose con dificultad y una mueca de dolor en el asiento del copiloto.—Primero: Miles Usphur, periodista. Segundo: Necesito que conduzcas hasta la gasolinera más cercana, yo no puedo.—mostró sus manos carentes de dos dedos.

Al escuchar el nombre de aquel sujeto, Waylon se quedó helado. Era él. La persona que había mandado a su muerte segura. Aquel hombre que dió por muerto al ver la sangre y los cadáveres en cada esquina de Mount Massive. Miles Upshur, se encontraba sentado frente a el, con un rostro inexpresivo, cubierto se sangre de pies a cabeza.

—Demonios, esto es malo.—pensó Waylon para sus adentros y apartando la vista del otro hombre.

Hold my Hand [Waylon x Miles]Where stories live. Discover now