i. la maldición del poder pero no querer.

7.4K 581 505
                                    

Todavía me tiemblan las manos.

El corazón late en el lugar equivocado.

Apuesto que tampoco tengo el cerebro puesto en su sitio.

Respiro hondo y me echo sobre el respaldo de la silla. Miro el reloj, miro la puerta, reviso el teléfono. Parece que Langa y Miya llegaron a salvo a casa, aunque el mocoso sigue despierto y preguntando a cada minuto si ya sé algo.

Vuelvo a coger aire. ¿Cuánto más va a durar esta espera? El silencio mata, la soledad y este oscuro pasillo me están dejando frío.

De nuevo miro el reloj. Leo el mensaje de Miya. No dice más, solo pregunta, yo contesto y espera un rato para volver a preguntar.

Ojalá pudiese decirle que todo está bien que puede irse a dormir tranquilo.

Pero no soy capaz.

Son las tres de la mañana y todavía no sé si estás bien.

No sé en qué estaba pensando. Tenía que haberte dicho que no lo hicieras. Sabía que no te andarías con tonterías, que ibas a emplearte a fondo aunque eso te costara un brazo o una pierna. Y cuando ADAM retrocedió finalmente hacia ti con esa fuerza, todos miraron a otro lado. O no querían verlo o preferían ignorarlo. Mi cuerpo quería correr. Mis puños siguen ardiendo como en ese instante y lo único que quería era enfriarlos a base de golpearlo a él. Quería borrar esa sonrisa retorcida suya y barrer el suelo con su cara. Quería pisotearlo, patearlo como aquella viga de la fábrica. Y a pesar de todo eso, no me moví. Me quedé ahí, mirándote en esa pantalla.

Mierda. ¿Por qué no hice nada?

Si tan solo te hubiera parado antes... Quise hacerlo. Cuando fui a tu encuentro en la salida, esperaba poder decirte que no lo hicieras. No hacía falta competir así contra ADAM, le buscaste las cosquillas y de algún modo yo sabía que ibas a hacerlo. Querías una respuesta, entender por qué nos ignora, por qué todo es diferente ahora...

Siempre estás diciendo que nosotros éramos especiales para él en aquel entonces. Pero estás equivocado.

El único especial era él...

Nunca has tenido que decirlo en voz alta pero lo sé tan bien como si esos sentimientos fuesen míos. Porque, en cierto modo, sí que lo son. Quizás por eso no te paré. Porque tenías que darte cuenta, porque yo tenía que darme cuenta. Uno no se cansa de luchar por esa persona especial incluso cuando sabe que es imposible. Y a veces, esa lucha acaba hiriéndonos a nosotros, la esperanza se vuelve una angustia que arde en el pecho y el vacío se va haciendo más y más grande. Un vacío que no puedes llenar con nada ni con nadie; no importa las horas que inviertas al trabajo o las personas con las que puedes llegar a acostarte en una sola noche. Después, cuando vuelves tú solo a casa, ese vacío sigue ahí. Y tú sigues solo.

Ambos sabemos muy bien cómo funciona ese juego, ¿verdad, Kaoru?

Tú le quieres y él a ti no.

Yo te quiero...

Pero tú a mí no.

Por eso, porque te entiendo, porque sé lo que duele y pesa ese vacío que llevas dentro, quería haberte parado. No quería ver cómo te hacías más daño. Y aquí estoy, en cambio, solo y asustado en el pasillo de un hospital donde nadie me dice nada.

Llega otro mensaje de Miya pero esta vez no le respondo. Ya me duele la cabeza y no sé cómo repetirle que no, que todavía no sé nada y que no sé cuánto más va a durar esta situación.

Pasa otra media hora más. Parece que el sueño ha vencido a Miya, pero yo sigo tan despierto como durante mi carrera con Langa. Y por culpa de este maldito silencio me pongo a pensar de nuevo en lo que hice y dejé de hacer. Si tan solo hubiese ganado... No sé si eso podría haber cambiado algo de lo que ha pasado, pero, quizás, solo, quizás...

sodaro kaoru? ▶ matchablossomWhere stories live. Discover now