xvii. arráncate y vete, o quédate para siempre

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«Kaoru».

Ya está. No dice más.

Me quedo muy quieto mirando el mensaje en el teléfono y pasa el tiempo sin que yo haga o diga nada, preguntándome si debería preguntarte qué quieres o simplemente ignorarlo.

Pero no quiero.

No quiero ignorarlo.

Han pasado dos semanas desde que me dijiste «te quiero» y por fin te has atrevido a hablarme. Sin embargo, ahora soy yo el que tiembla con la sola idea de responder a tu mensaje.

¿Qué te digo? ¿Cómo debería actuar?

Dejaste muy claro que estás intentando olvidarme, y desde ese momento he intentado apartar mis sentimientos, pensar en otra cosa. No es que me haya salido muy bien porque, de lo contrario, no me temblarían los dedos sobre el teclado.

Me has escrito. Sí, no has dicho nada más, pero lo has hecho. Y eso me hace un poco más feliz.

Es tarde. ¿Cuánto tiempo me he pasado mirando la pantalla del teléfono? Está anocheciendo, los colores se disuelven entre los nubarrones que hay por el cielo. La noche se besa con el sol en sus últimos momentos y da comienzo la hora mágica. Debería empezar a prepararme para ir a S, con el brazo así, seguramente tarde un poco más en vestirme y peinarme...

Los médicos han dicho que no debería moverme, que lo ideal sería tener a alguien que hiciera algunas cosas por mí y me echase una mano. No sé cómo decirle que la única persona que podría ayudarme no quiere verme.

Porque verme te hace daño.

Porque quererme te ha hecho esto.

Porque soy malo para ti.

Estoy contento de que me hayas escrito, pero eso no quita que tus palabras sigan reproduciéndose en bucle en mi cabeza. Son constantes, molestas y punzantes. La idea de que querernos duela tanto me aterroriza.

Tengo que apañármelas solo. Debo aprender a no depender tanto de ti.

Suena fácil cuando lo pienso por primera vez.

La segunda suena a chiste.

Y la tercera...

La tercera hace que me hunda.

¿A quién quiero engañar?

En realidad, no soporto estar solo.

El brazo me duele. Procuro no moverlo mientras hago equilibrismo para salir de la bañera. Me cubro con la toalla, patoso, y caigo en la silla solo para pedir a Carla que me lleve a la habitación. Y aquí, vuelta a empezar, tratando de llegar a la cama sin que me ahogue por el esfuerzo. Y mientras caigo sobre el colchón, deshaciendo algunas de las prendas de mi alter ego, no puedo evitar pensar lo absurdo que es todo esto.

No puedo hacer esto solo.

Pero no sé cómo ir y pedir ayuda. No tengo amigos, no tengo a nadie que pueda o quiera echarme una mano ahora.

Y daría cualquier cosa por que me ayudases ahora.

Que llamases a la puerta.

Que enviases otro mensaje.

Otro mensaje...

Hace horas que enviaste el mensaje y no has reincidido. Puede que solo me estés dando espacio, que aguardes paciente a que yo tenga las fuerzas de responder, o puede que te hayas equivocado pero, por vergüenza, que no hayas tenido el valor de borrarlo porque quedaría mucho peor.

Aunque quizás no sea el más adecuado para hablar de valor, ¿no?

Si no ya te habría respondido.

sodaro kaoru? ▶ matchablossomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora