ii. lo que no dices.

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Una gran sombra se cierne sobre mí.

Como si el tiempo rebobinase, vuelvo a ser un crío que se queda atrapado en esa sombra mientras un sol más fuerte brilla al otro lado de los cerezos.

Intento escapar, intento correr y salir allí a la luz. Pero cuanto más corro más se prolonga la sombra. Y más fuerte brilla el sol. Y más lejos queda el rosa de las flores.

Antes me preguntaba por qué se me paralizaba el cuerpo de esa manera. Los primeros días, yo también estaba ahí, dejando que la luz de ese sol me hipnotizase como a los demás. Nunca había visto a nadie brillar de esa manera y también quería que me arropase a mí. Pero luego vi la forma en la que el sol se reflejaba en tus ojos y cómo, poco a poco, te iba haciendo sangrar sin que tú te dieses cuenta.

Lo único que quería era estar ahí, contigo. Ser yo quien te recogiese antes de caer. Ser a quien mirases de esa forma.

Comprendí que debía brillar más fuerte que el sol para poder eclipsarlo.

Luego todo se rompió.

Vuelvo a ver las imágenes pasar libres por mi cabeza. Te veo en la pantalla, pero el sol brilla más que tú y acaba cegando al resto del público. Caes. Todo se vuelve a romper.

Y me despierto.

Primero es como una sacudida. Un calambre que me recorre toda la espalda y me pincha los músculos. Cierro la mano entorno a la tuya y absorbo parte de tu calor. Me he dormido sobre el brazo y ahora ni lo siento; se ha convertido en un pedazo de carne sin sentido que no reacciona a mis peticiones. Por otro lado, mis dedos siguen enredados con los tuyos.

Cuando me despego siento la frente pegajosa por el sudor; apuesto a que se me ha quedado la marca.

La luz de la ventana baña la habitación y una plácida sensación me recorre. Es la calma tras la tormenta, el momento de respirar y pensar tranquilamente en qué voy a hacer. Anoche pensé muchas cosas pero creo que fueron fruto de la desesperación, de la ansiedad que sentía en ese momento. Pero lo que pensé, en que debías dejar ir a ADAM, es verdad. Y sería muy hipócrita por mi parte pensar que yo debo hacer otra cosa.

Quizás sea lo mejor.

Ser amigos.

Creo que con eso me bastaría.

Sí...

Kaoru, tú yo debemos ser...

—¿Kojiro?

Me tenso.

¿Será posible? No. No son imaginaciones mías. Te miro y no sé qué es lo que me sorprende más, si tu aspecto cansado, tu cara de mierda o que estés despierto. Creo que todo al mismo tiempo.

—¡KAORU!

Salto. Grito. Y, sin pensármelo dos veces, te abrazo.

Estás bien.

Ya lo sabía pero, ¡estás bien!

—¿Qué te crees que haces, gorila?

Totalmente.

Estás bien.

Eres tú.

Y eso me alivia tanto que no puedo evitar sonreír aunque me llames de esa forma. Me retiro de vuelta a la banqueta donde he pasado la noche.

—¡Perdona! Es que me alegro de verte.

Te noto algo tenso. Más bien, extrañado. Como si no supieras de qué te estoy hablando. Miras la habitación y te rascas por encima de las vendas. Vuelves a mirarme, incómodo.

sodaro kaoru? ▶ matchablossomWhere stories live. Discover now