CAPÍTULO 43

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"La apuesta"

Terminó la película y salimos del cine.
–Son exactamente las 6:28pm -dije mientras veía la hora en mi celular- ¿A dónde iremos ahora?
–Uh...
–Yo he elegido los últimos 3 lugares a los que hemos ido, ahora elije tú
–Sí, estoy pensando, no me presiones
–Uy, perdón
–¡Lo tengo! Ven -dijo y me tomó de la mano-
–¿A dónde vamos?
–¿Te gustan los juegos mecánicos? ¿La montaña rusa? ¿La rueda de la fortuna? ¿La adrenalina? ¿Te gusta ir a la feria? Porque vamos a la feria -dijo sonriendo-
–Sí, sí me gusta ir a la feria, pero yo prefiero el otro lado de la feria, tú sabes, el algodón de azúcar, tiro al blanco, no sé, otros espectáculos -confesé-
Llegamos a la feria.
–Primero subiremos a la montaña rusa, está bien para empezar, ¿no? -preguntó ignorando lo que le dije hace un rato-
–¿Para empezar? -tragué grueso-
Nadia empezó a reír.
–No entiendo, ¿qué es gracioso?
–Tu cara de asustada -dijo y siguió riendo- ¿Te da miedo subir a la montaña rusa?
–¿Miedo? ¡No, cómo crees! -fingí-
–Entonces subamos
Nos acercamos hasta la montaña rusa y cuando estábamos a punto de subir, confesé que sí tenía miedo
–Ok, sí tengo miedo
–Dijiste que no
–Mentí un poco
–Oye, no tengas miedo -sonrió- Yo te cuido. Dale, subamos
–Ok, pero tendrás que atenerte a las consecuencias
–¿Qué? -preguntó con confusión-
–Disculpas de antemano por vomitarte encima
En la montaña rusa Aidan gritaba de emoción y yo de miedo, además, mis gritos lo hacían reír.
–Ahora quiero vomitar -dije dando arcadas cuando bajamos de aquél espantoso juego mecánico-
–Ok, pero no me vomitarás a mí -dijo mientras me quitaba mi mochila, la abría y la ponía frente a mí- Hazlo aquí
–No vomitaré mi mochila. En realidad, no vomitaré, eso espero
–¿Tenías mucho miedo? -preguntó burlándose-
–No, para nada
–Entonces finges muy bien los gritos aterrorizados -seguía burlándose- Ok, ya que sabemos que no tienes miedo, ahora subiremos a la rueda de la fortuna
–¿No prefieres subir al carrusel? -dije y Aidan rio- Ok ya. Los juegos mecánicos sí me dan un poco de miedo. Tal vez después subamos a la rueda de la fortuna, o no. -aclaré que no quería hacerlo- Ahora sólo quiero algodón de azúcar
–Ok, vamos por algodón de azúcar
Compramos un algodón de azúcar y lo comimos juntos.
–¿Jugamos tiro al blanco? -pregunté sonriendo-
–¡Sí!
Llegamos a jugar tiro al blanco y el señor que estaba ahí nos explicó las reglas
–Ok, si reviento 3 globos con estos dardos puedo elegir cualquiera de estos premios, ¿cierto? -dije para confirmar-
–Así es señorita -dijo sonriendo el señor-
–¿Estás listo para perder? -pregunté sonriendo a Aidan-
–Esa palabra no existe en mi vocabulario. Sé que no reventarás ni un globo -dijo sonriendo desafíante-
–¿Quieres apostar? -le regresé la sonrisa desafíante-
–Claro, apostemos. Si yo reviento los 3 globos y gano, tú me darás un beso -dijo sonriendo-
–Ok, pero si yo reviento los 3 globos y gano... -hice una pausa-
–¿Qué? -sonrió y levantó una ceja-
–No sé, es que no se me ocurre nada bueno -dije riendo- ¡Ya sé! Si yo gano, iremos a tu casa y me dejarás quedarme con todos los libros que quiera de las biblioteca de tus padres
–Ok. Espera, ¿qué pasa si ambos ganamos?
–Pues si ganamos podremos elegir un premio de estos -dije señalando los premios-
–Tú sabes que no me refiero a eso -dijo mientras se acercaba un poco más a mí-
–Supongo que si eso sucede, ambos tendríamos que pagar nuestras apuestas. ¿Estás listo? Primero yo -dije tomando los dardos-
Reventé los 3 globos y de verdad me emocionaba porque por fin tendría muchos libros en físico.
–¡Gané! -dije con emoción- Creo que alguien me debe muchos libros
–Mi turno -dijo tomando los dardos para empezar a lanzar-
Nadia sólo reventó un globo.
–Parece que alguien perdió y no tendrá un beso -dije carcajeando-
–¿Puedo tener oportunidad?
–No tendrás otra oportunidad y tampoco un beso, pero sí un abrazo de consolación -dije y lo abracé- Aww, ¿quién perdió?
Cualquier excusa era buena para abrazarlo, para tenerlo entre mis brazos y que él me sostuviera en los suyos. Todos mis sentidos se llenaban de placer cuando Aidan y yo estábamos así de cerca. Mi tacto era bendecido al poder tocar su espalda. Mi olfato se llenaba de satisfacción cuando podía oler un poco más de cerca aquél maravilloso aroma a coco que Aidan desprendía. Al abrazarlo mis ojos se cerraban automáticamente y así cerrados hacían desaparecer a todo el mundo, sólo éramos Aidan yo, hundiéndonos hasta la profundidad de ese abrazo. Mis oídos eran excitados al escuchar la respiración de Aidan, a veces, él soltaba largos y profundos suspiros en pleno abrazo, era obvio que él también disfrutaba abrazarme. Y mi gusto, un sentido difícil de complacer en un abrazo, pero mis labios quedaban satisfechos después de que Aidan me besara, aunque siempre pedía más.
–No tenías que haber apostado un beso, yo puedo dártelo, aún sin una apuesta de por medio -le susurré al oído y luego dejé de abrazarlo-.

Aidan Gallagher, el primer chico del que me enamoré (Aidan y tú) [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora