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— En el nombre de... — estabas en pijamas y descalza bajando las escaleras. Tu cabello era un desastre, pero aquello no era importante. Lo importante era descubrir por qué tu nuevo compañero de departamento estaba dándole balazos a la pared como si se tratara de una presa de caza. — ¿Qué demonios estás haciendo? 

Los modales se iban al infierno en aquel momento. Habías creído que quizás algún ladrón había intentado entrar a robar, o algo por el estilo, pero no había sido así, al contrario viste al hombre balaceando la pared como si de deporte se tratara, y enloqueciste, últimamente no tenías demasiada paciencia además.

— ¿Nos vamos?— el hombre te miró con el ceño fruncido como si la que estuviera demente fueras tú. 

—¿Qué? ¡No! ¿De qué rayos estás hablando? ¿Por qué balaceas a la pared?— tu tono era el de un grito, y no te habías puesto a pensar si el resto de los huéspedes se despertarían a causa de tu escandalo, si es que no lo habían hecho al escuchar los balazos de Sherlock. 

Él sonrió.

— Pensé que sería una buena manera de despertarte. 

Pareció notar que tu enfado iba en serio cuando te diste la vuelta y emprendiste la caminata por las escaleras, de vuelta a tu habitación, ignorándolo. 

— Es por Emmeline— te detuviste a mitad de la escalera, esperando por el resto de la explicación. — no puedo avanzar en el caso, necesito ir a la escuela, otra vez. 

— ¿No era más fácil decirlo con palabras?— preguntaste un poco más tranquila. — Iré a arreglarme y podemos irnos.

Sherlock rodó los ojos sabiendo que no podías verlo.

— Necesitaré las llaves de tu antiguo departamento

— Las entregué

— No la copia de emergencia

¿Cómo demonios lo había sabido? ¿Cómo demonios sabía todo eso sobre ustedes? Quizás jamás lo sabrías.  Regresaste a tu habitación y tomaste un baño con agua caliente, lo cual fue estupendo, después de haber tomado duchas frías durante el último mes. Te sentías más viva. '

Al salir del departamento, caminaste hacia la parada del autobús, pero Sherlock no te siguió, te giraste y diste cuenta de que había llamado a un taxi y esperaba por ti para que subieras con él, cosa que hiciste con un poco de pesar, los taxis eran costosos, tus ahorros, iban a irse en taxis ahora. 

— ¿Cómo...?— comenzaste a formular la pregunta mientras observabas las calles iluminadas por farolas por la ventana del taxi

— Eso es fácil. — El hombre sabía bien que ibas a preguntar y ya no te pareció tan extraño, así que guardaste silencio para que continuara con su explicación.

El detective sonrió ligeramente y tomó un respiro hondo, como preparando a sus pulmones para el discurso que iba a dar 

— Casi tienes el acento de un nativo Londinense pero aún titubeas bastante, dudas de lo que quieres decir, te detienes para no traducir. Estabas despierta fuera de la biblioteca comiendo una manzana, probablemente lo único que habías comido y desayunarías, lo que significa que vives sola, o  con alguien a quien no le importas. Tu cabello estaba mojado, pero no tenías frío, porque te bañaste con agua fría esa mañana, ¿quién se baña con agua helada cuando el invierno aún no termina? Alguien que no cuenta con  un calentador o está averiado, no titubeabas por lo que estabas acostumbrada, se averió, es lo más probable, hace mucho. ¿Y por qué no lo has reparado? No porque no te moleste, vienes de algún país con clima cálido, no eres tan pálida,  sino porque no tienes dinero. Estabas demasiado temprano en la universidad, vivías en aquellos departamentos, lo que confirmaba el por qué no tenías agua caliente, y que recibes una beca. La beca, sin embargo, no sería suficiente para cubrir la renta completa, por lo que debías vivir con alguien. Estudias con demasiado esmero para mantener esa beca— el detective sonrió orgulloso de sí mismo.

— Wow, eso fue...

— ¿Brillante?

— Intrusivo —  frunciste el ceño, luego viste que su cara se opacaba ligeramente, eras fría pero aún así, no te gustaba que la gente se sintiera mal por tu culpa, y en realidad aquello había sido inteligente, en especial si solo te había echado un vistazo —  También brillante, solo que no esperaba que alguien pudiera hacer eso. 

El detective volvió a sonreír, no lo aceptaba, pero le encantaba ser reconocido, era un presumido.  

Ibas a decir algo más, pero ya habían llegado a la universidad. 

— Espera —  el detective te tomó del brazo antes de que llegaras a la puerta de la universidad, donde tenías que deslizar tu tarjeta para tener acceso. — No podré entrar. 

Miraste a Sherlock confundida.

— ¿Por qué?

El detective hizo una pausa y suspiró. 

— No tengo permiso

Frunciste el ceño.

— ¿Se cerró la investigación? —  estabas confundida.

Otro suspiro, el detective parecía dolido. 

— Verás, sé que el que sea detective te hace pensar que soy policía, pero no soy policía. No tengo permiso. Bueno, podría entrar con la identificación de Lestrade, pero sé que Lestrade conoce bien a estos guardias por un incidente en alguna ocasión así que...

— ¿Qué... qué?—  preguntaste confundida.  

 El detective quiso rodar los ojos, pero no lo hizo, te necesitaba.

 — ¿Quieres encontrar a Emmeline o no?

— ¡Por supuesto que sí! 

— Bien, entonces vas a ayudarme —  el hombre sonrió. 

 Estabas muy nerviosa cuando atravesaste la puerta de la universidad, aunque sabías que no había nada que temer, y como Sherlock te había dicho, era una fortuna que tuvieran un sistema tan anticuado y por ende no marcara el número de veces que entrabas y salías de la escuela, solo te dejaba entrar o salir, dependiendo el caso. Aún así cuando Sherlock tomó la credencial del otro lado de la reja, sentiste que tu estómago se iba por un agujero negro cuando el guardia de la puerta miró con rostro de pocos amigos al detective. 

 — Te dije que no debías preocuparte — dijo devolviéndote la credencial, mientras ambos caminaban al interior de un edificio. — Ahora la llave. 

— Debajo de...

— Del tapete de entrada, lo sé. Nos vemos más tarde. 

No dijiste nada, observaste al detective marcharse por su camino. 



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Nota: Gracias por leer, a partir de hoy, será un capítulo cada viernes :) Déjenme saber si les gusta o no. Un abrazo. 



El defecto de la razónWhere stories live. Discover now