VI

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Los siguientes tres días que pasaste en Baker Street fueron los más tranquilos que habías tenido desde tu llegada a Londres, Sherlock había mágicamente desaparecido y habías tenido la oportunidad de arreglar tu habitación. Definitivamente no te esforzarías en limpiar el desastre de la sala por mucho que te molestara, no eras su sirvienta, y esa en realidad no era tu casa, era solo un refugio temporal, mientras la batalla terminaba (mientras conseguías dinero para algo mejor (y propio)). 

Abriste las cortinas del departamento para que dejara de verse tan lúgubre, te tiraste en tu cama y te quedaste dormida.

— ¿Sherlock?—oíste el golpeteo en tu puerta y te sentaste de un salto, mareándote por el movimiento tan brusco. 

— ¿Hola?— dijiste con una sonrisa asustada cuando viste el rostro sorprendido del visitante a quien ubicaste bastante bien, habías visto muchas fotos últimamente.

— Eres... ¿la chica de la universidad?—Dijo cayendo en cuenta, pero de nuevo mostrándose más confundido no sabiendo que hacías ahí, asomó ligeramente la cabeza sobre tu hombro, viendo su vieja habitación, ocupada. — Entonces...

— Sherlock... ofreció compartir los gastos

— ¿Te ofreció compartir los gastos?— se llevó una mano a la sien y entrecerró los ojos, comenzaste a preocuparte, quizás había algún inconveniente que no conocías— escucha, Sherlock es quizás un poco excéntrico, desordenado, engreído, maleducado... 

— ¿Te refieres a los balazos a mitad de la noche? o quizás, ¿a las partes de cadáver dentro del refrigerador?— dijiste con una risita, John parecía ser un sujeto agradable, él devolvió el gesto, con un poco de vergüenza, como si una madre reconociera las travesuras de su hijo pequeño. 

— Muy en el fondo, es un buen sujeto. A veces puede salirse de control— asintió como recordando viejos tiempos, muy lejanos mientras mantenía esa sonrisa en su rostro— si ese es el caso, y el señor sabelotodo es incontrolable solo llámame. 

Te sonrió y ofreció su número de teléfono, así que le diste el tuyo. ¿Entonces John era el único que podía controlar a Sherlock Holmes? Interesante. ¿Acaso los rumores de las noticias viejas serían verdaderos? John no parecía precisamente gay, pero Sherlock... no te habías puesto a pensar en ello, pero sabías que en cuanto lo vieras, lo inspeccionarías para saber que tan cierto era aquello que habías leído. En especial ese reportaje sobre Kitty Riley, viejo pero muy popular.

-

— ¿Podrías prestarme atención por un segundo? ¡Sherlock!— el hombre de estatura baja seguía al de abrigo largo, quien iba de un lado a otro con su lupa y momentáneamente sacando pequeñas bolsas de plástico para recolectar arena. 

Sherlock al fin detuvo su agotador trabajo y dirigió la mirada a John.

— Es mi casa, tú no vives más ahí.— Exclamó y John no supo si era una explicación o un reclamo. 

— Yo no...

— ¿Qué es lo que quieres saber? Sí, John, te prometo que no la meteré en problemas.

— Eso no era lo que...

— Sí, si era, al menos estaba en tu lista de cosas por preguntarme. ¿Algo más?

— Sí, de hecho...

El rizado suspiró.

— Necesitaba su credencial de la escuela — metió la mano en su bolsillo y la sacó la credencial que había hurtado más temprano. 

John se llevó la mano a la frente y movió la cabeza en desaprobación, mientras el detective sonreía divertido por su hazaña y la reacción que provocaba en John. 

— Y entonces cuando hayas resuelto el caso vas a deshacerte de ella.

— Sip— el detective asintió— una de las razones por las que estuve de acuerdo con que se mudara a Baker Street y acepté sus reglas es porque está en su último semestre, acabara y querrá algo mejor y de ella sola, ya lo verás. No es como que vaya a correrla, ella sola va a irse. Quizás vuelva a su país de origen, como sea, no será más de mi incumbencia. 

— Espera, ¿sus reglas?— John volvía a estar confundido y Sherlock volvía a hartarse de tener que explicarlo todo. 

— Accedí a recoger después de experimentar, no llevar partes humanas a casa, recoger mi desorden de la sala...

Sherlock se vio interrumpido por la risa nada disimulada de su amigo. 

— ¿Qué?— lo miró confundido y no de muy buen humor

— Esa chica logró en unas horas lo que yo no pude en años. 

Sherlock rodó los ojos.

— Sólo porque la necesito por ahora.

— Sí, claro, por supuesto— John siguió riendo.

— Por el amor de... — un nuevo rodar de ojos, John comenzaba a preguntarse si aquello podría provocarle alguna lesión a largo plazo.  — John si lo que insinúas es que tengo algún interés en esa chica más allá de su relación con la desaparecida estás...

— Yo no insinué nada— John apretó los labios para dejar de reír.

Sherlock exclamó un sonido de disgusto y siguió con su trabajo mientras John lo seguía, sonriente. Sin duda, extrañaba todo aquello. 

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— ¿Por qué estoy aquí?— preguntaste confundida en la silla de clientes que Sherlock había puesto como tu asiento, John estaba ahí, así que en la cabeza de Sherlock, él debía ser quien ocupara su silla, era suya, después de todo. 

Sherlock mantuvo sus ojos cerrados y sin intención de contestar a pesar de tu pregunta (a  pesar de qué él te había llamado). 

— Sherlock quiere contarnos como va su investigación hasta ahora. Creímos que era una buena idea que estuvieras al tanto. Aunque...

— No, está bien— sonreíste un poco y sorbiste de tu taza de té. — Quizás no le he prestado atención a todo este asunto porque creí que ella estaba con su novio, pero ahora si comienzo a preocuparme.

Sherlock abrió sus ojos. 

— ¿Por qué no te sorprendería que hubiera pasado varios días con su novio?

— Em había salido con él ya, el año pasado, tardó cuatro días en volver, estuve realmente preocupada entonces. 

— ¿Y luego?— Sherlock cuestionó interesado.

— Ella solo se apareció y se disculpó, aunque parecía cansada, triste. Un tiempo estuvo así, supuse que había discutido con su novio, pero bueno, esto me confirma que volvieron. Creo.

Sherlock entrecruzó los dedos de su mano y sonrió. 

— ¿Has estado en Canterbury?

Negaste. 


El defecto de la razónWhere stories live. Discover now